24 de agosto 2013                                                                                Novedades de Viajes & Vinos          

En esta edición:

Argentina, el vino que nos une

Escenografía de vinos
Más que malbec
Salta, galaxia de vinos
Colomé, la cima del vino
Cafayate
Sorbos de Cafayate
El terroir de Mendoza
Los terroirs de Mendoza
Catena Zapata, altitud y assemblage
Escorihuela y Trapiche, bodegas históricas
La sabiduría de las cepas viejas: Benegas y Mendel
La herencia de Susana Balbo
Más copas mendocinas
Valle de Uco, palacios de vino entre nieves
San Rafael
San Juan
Patagonia, la argentina más austral
Biodinámica, vinos con soul en Argentina
Vinópolis en Mendoza
Gastronomía entre viñas

 

Guía de Cata

 

Notas de cata de más de 100 vinos blancos, rosados, tintos, espumosos y dulces

Cosecha Argentina

Les une y nos une. A ellos y al país. A ellos con nosotros.

Antes que los franceses hicieran descollar a la Rioja española, ya en Argentina en 1850 había comenzado la viticultura a gran escala. Es más, a pesar de que la industria vitivinícola argentina comenzó en 1543 con la llegada desde Perú a Salta de la vid, su empuje se dio en el siglo XIX gracias a la inmigración española e italiana, ya que Argentina es un país en el que se estima que 60% de la población tenido vínculos con la inmigración, con la cual se fue creando una clase media. Pero, sobre todo, la nueva era de vino fue posible gracias a la visión y gran impulso de Domingo Faustino Sarmiento, intelectural, periodista, filósofo y presidente del país.

Nacido en la provincia de San Juan en 1811, Sarmiento sentó las bases del desarrollo económico argentino estimulando en su presidencia la educación, la agricultura y los transportes. Exiliado varias veces en Chile, fue allí que conoció a Aimé Pouget, un enólogo francés que luego trajo en 1853 a Argentina para establecer en el país un sólido proyecto de vitivinicultura, para lo cual importó un cargamento de cepas nobles de vid y creó la primera escuela de agricultura en Mendoza.

Sarmiento era gobernador de Cuyo (Mendoza y San Juan) y así fue como gracias a Pouget, se empezarían a traer cepas foráneas a Mendoza. De éstas, las que que mejor se aclimataron fueron las primeras cepas de malbec francesa, que se adaptaron a la Argentina mejor que en ningún otro lugar del mundo porque el clima seco del país contribuye a una maduración más consistente, que en Francia fue a veces difícil de lograr.

Esa misma buena adaptación de las cepas importadas, tanto de Francia como de Italia, permitió que luego de la Primera Guerra Mundial los vinos argentinos fueran mejorando en calidad y que se fuera consolidando una viticultura regional, apoyada por la aparación de nuevos sistemas de riego, la primera red viaria a Mendoza, y también por la llegada de otros enólogos y viticultores del extranjero, así como de una importante inmigración italiana que venía arribando desde mediados del siglo anterior.

Aunque la mayoría considera que fue desde Chile que llegó a Argentina el importante patrimonio vitícola francés, algunos señalan que las primeras cepas francesas traídas de Argentina fueron de tannat, y que llegaron vía Uruguay.

Conservamos con orgullo e ilusión la ficha con que nos remuneraron un cesto de uva en  Sophenia, unidad que aún se utiliza para computar la retribución de los vendimiadores allí donde los hay.  

Al igual que sucede en otros países, la mano de obra comienza a plantear problemas a la industria del vino en Argentina, un país donde hacerlo cuesta mucho más que una ficha, con retos que se multiplican por la inmensidad del territorio nacional, los desafíos de la geografía y el clima, la tasa de cambio o la política, convirtiendo a quienes elaboran vino en verdaderos héroes de pasión que hacen posible una copa de jugo de vid. 

Ante todos y cada uno de los obstáculos el vino les une. Une a cada uno de los argentinos, a cada provincia, a cada viñedo, a cada asado, a cada empanada, a cada alfajor, a cada cucharada de chimichurri, a cada tango o a cada samba salteña. El vino les une porque es un orgullo patrio que acaba de ser declarado bebida nacional, con lo que se busca reconocer su importancia alimentaria y la tradición cultural que tiene en las mesas familiares del país.

Lo cierto es que en Argentina hay vino por los cuatro costados. Extensiones de vid  intercaladas por glaciares, por desiertos, por altas cimas, cañaverales, por ríos fantasmagóricos con un caudal de piedra que sólo se llena de agua por temporadas y que atraviesan los caminos del vino, ésos que eslabonan al país y por donde también se escabullen cáctus, nieves, cimas elevadas, formaciones milenarias de roca, un paisaje de bellísima brutalidad, indescriptible y único, grandioso y diverso, galáctico, lunático y cinematográfico, como sólo se sueña ver en los libros, con el vino como denominador común.

Otro punto de inflexión en el desarrollo del sector fue la llegada en 1988 del enólogo francés Michel Rolland, quien arribó al país para colaborar en los proyectos de la familia de Arnaldo Etchart, uno de los grandes nombres del vino nacional, con base en Cafayate, junto con quienes empezó a transformar la viticultura de la región y desde ahí la de toda la Argentina, dando vida a los primeros vinos modernos del país, unos en los que lo que sucedía en la viña y lo que sucedía en bodega durante la elaboración empezó a sincronizarse, en lugar de ir cada uno por su lado, como anteriormente.

Con ese importante cambio, la industria vitivinícola nacional sufrió una importante transformación en la década del 1990 con el arribo de inversión extranjera a la Argentina y la apertura a las importaciones, lo que contribuyó a incrementar cantidad y mejorar calidad de la producción, reacondicionando el viñedo, importando nuevos equipos como depósitos de acero inoxidable o barricas, plantando más variedades de uva, disminuyendo rendimientos para potenciar la calidad, e introduciendo modernas técnicas de vitivinicultura en los años subsiguientes. Un inyección de unos 1,500 millones de dólares a la industria del vino en la última década, con un gran boom transformador entre 1995 y 2005.

Todo esto coincidió con una caída del consumo interno, que hasta los ochenta había sido muy intenso. Al decaer, Argentina se vio obligada a empezar a mirar con más ahínco hacia mercados foráneos como destino de su producción vinícola, afectada también por problemas de convertibilidad del dólar. Así, una conjunción de factores hizo que la industria del vino argentino comenzar a despuntar con esplendor en la escena vinícola internacional. En una década, las exportaciones de vino argentino crecieron en un 400%.

Argentina cuenta con unos 40 millones de habitantes, unas mil bodegas, unas 222 mil hectáreas de viña, y es el quinto productor de vino del mundo, el octavo consumidor, el séptimo por cápita con un promedio de 25-30 litros, y el octavo en exportaciones, que representan el 20% de la producción del vino nacional.

Pero a pesar de sus logros, la industria del vino argentino confronta también retos como la preocupación que existe por políticas económicas que exceden la vitivinicultura, como la inflación y los controles cambiarios que encarecen la adquisición de insumos para la elaboración y elevan los costes de producción, incidiendo adversamente en la rentabilidad de las bodegas, que a pesar de ello continúan elaborando vinos de la más alta calidad, tanto para consumo interno como internacional.

No empece a ese escenario, el sector no claudica en su tarea de hacer bien su trabajo, promocionándose en el mercado nacional e internacional, y haciendo introspección.

Una de las tendencias más relevantes del vino argentino es que se empieza a resaltar la importancia de la diversidad de terruños y la singularidad que éstos brindan, un paso importante, considerando que los vinos del país se posicionaron en mercados internacionales primordialmente resaltando la variedad de la uva con que se elaboraron que es un universo amplio, mucho mayor que tan sólo la malbec.

“El vino argentino tiene muchos retos pero, sin duda, el más importante es consolidarse en los mercados más importantes con la imagen de vinos de calidad, originales y típicos, y más aún representar una elección interesante desde el punto de vista da calidad-precio”, opina Roberto De la Mota, uno de los más respetados y experimentados nombres de la enología en Argentina.

Otro motor importante para la industria vitivinícola es el surgimiento y consolidación de una nueva generación de enólogos argentinos, que han tenido experiencias internacionales, y que algunos apuntan pudieran encaminarse por un cambio de estilo en los vinos del país.

“Esta nueva generación ve los vinos con mayor amplitud de criterios y no tiene reparos a la hora de buscar terruños y técnicas novedosas. Indudablemente su juventud ayuda pues les quita prejuicios. Sin embargo, en su gran mayoría deben viajar, trabajar y probar más vinos para conseguir los parámetros cualitativos y de comparación necesarios para conseguir solidez en sus vinos”, añade De la Mota.

El vino está muy arraigado en la cultura popular de Argentina, donde para la décadas del 1960-70 se consumían unos 90 litros de vino anuales por persona, aunque un volumen importante no era vino de óptima calidad. En esa época empezaron a implantarse en el país viñas con uvas de altos rendimientos y baja calidad, con lo cual la superficie cultivada empezó a expandirse de manera importante y pronto comenzó a haber excedentes que causaron una crisis en el sector.  En 1959 se fundó el Insitituto Nacional de Viticultura, que regula la producción de vinos, establece los requisitos de etiquetado y reglamenta las zonas productoras en Argentina.

En la década de 1980s empezaron a abandonarse viñas por dejar de ser rentables y esto equilibró un poco la ecuación de oferta y demanda. Pero aún los vinos no alcanzaban la calidad que las de los de otros países productores, con lo que en esa década se empezó a invertir en tecnología para mejorar la calidad.

Un primer paso grande para el vino se dio en la década de 1980 cuando Nicolás Catena Zapata empezó a apostar por la producción de vinos de calidad en el país, haciendo importantes trabajos de investigación y desarrollo en viña, así como reformas en bodega que incluyeron el cambiar los grandes toneles por barricas más pequeñas, preparando a la Argentina para hacer vinos de clase mundial.

Carlos Calise (C)

Foto inferior: Ignacio Gaffuri (C)

Hasta abril de 2013, las exportaciones de vino argentino a Puerto Rico alcanzaron la cifra de 3.7 millones de dólares, que representan un crecimiento de 7.6% en volumen y un 13.43% en valor, en comparación con el año anterior.

Muchos de esos hacedores apuntan a una excelente cosecha 2013 a través de todo el país, tanto en cantidad de uvas  ---alrededor de un 26% más que la cosecha 2012---    como en calidad, que apunta a vinos de gran frescura y elegancia, respetuosos del terruño y expresivos de sus variedades de vid.

Todos ellos son paladines del vino. Gente que con mil adversidades, un territorio inmenso, diverso y complejo, sigue esforzándose con ilusión para que consumidores de todo el mundo puedan disfrutar de un pedazo de la Argentina en cada una de sus botellas.

Enfocados muchos en delinear muchas de estas botellas con simplicidad varietal, un enfoque de precio, y una circunscripción de cata, en el Nuevo Mundo vinícola a veces se olvida que ser “nuevo” no significa carecer de historia. Es la que quizás ha faltado al vino argentino relatar para que el consumidor lo aprecie desde otra perspectiva, entendiendo con minucia que sus botellas no son sólo una puntuación y una relación costo-calidad minimalista, sino que tras de ellas hay una base y grandeza humana y territorial tan sólida y magnífica que, por desconocida, no siempre se ha podido valorar en la copa.

El objetivo de esa edición es precisamente ése. Contar parte de esa historia y contribuir a generar un criterio que aporte al vino de la Argentina un valor diametralmente distinto al que, por desconocimiento, aún se le asigna en muchos mercados.

Algunos territorios se precian de sus grandes ciudades repletas de monumentos, pero Argentina entera es un gran monumento natural, con una serie monumental de paisajes únicos, salvajes, imponentes y sobrecogedores, una grandeza territorial de escalofriante hermosura que delinea una paleta sin igual de sabores de vino. 

Pocos países pueden preciarse de tal diversidad de norte a sur, una ruta de 5,200 kilómetros por la que discurren escenarios tan únicos y de ensueño, imaginados más en libros o películas que en la realidad, que el recorrido por el paisaje y el terruño se asemeja a ir hallando locaciones cinematográficas donde poder rodar un guión de vid. 

Se ascienden altos montes, se atraviesan desiertos, se recorren carreteras inhóspitas, silenciosas y solitarias, insertadas entre formaciones geológicas impresionantes y prehistóricas, que van cambiando de color y extremos de altitud según discurren los kilómetros que van mostrando las diferentes identidades que puede asumir el vino conforme su lugar de origen, pero también lo tortuoso que puede llegar a ser su elaboración.

Algunos de esos paisajes enmudecedores han servido de escenario a aventuras como el difícil rally Paris-Dakar, o a filmes como la Guerra de las Galaxias y otros, como los de Cafayate, se rumora han atraído a estrellas de Hollywood para ubicarse en una escenografía entre uvas.

La producción argentina está marcada de manera influyente por la Cordillera de los Andes, que es la que incluso marca diferencias entre los perfiles de los vinos de los dos países vecinos, Chile y Argentina. Mientras en el primero se descarga la humedad e influencia marítima del Pacífico, la cordillera protege a Argentina, donde el clima es seco.

Argentina cuenta con 222 mil héctareas de viña repartidas a través de siete regiones productoras y una gran diversidad de climas donde se juega con altitud y latitud: Salta, Catamarca, La Rioja, San Juan, Mendoza, Neuquén y Río Negro.

La producción nacional se concentra en Mendoza, donde se elabora el 66% del vino argentino, y San Juan, donde se produce otro 21%.

El clima seco y bastante benévolo, a excepción del granizo, contribuye a que en Argentina las cosechas sean bastantes consistentes de año a año, una diferencia importante con otras zonas productoras del mundo.

La amplitud del país y la amplia sucesión de variedades de uva cultivadas, hacen que las vendimias sean más prolongadas, aunque quizás menos intensas que en otras zonas productoras, pudiendo iniciarse ya a fines de enero y extenderse hasta fines de abril o inicios de mayo.

Pero si bien contribuye a la sanidad de la uva, el clima seco plantea problemas de hidratación a las vides, haciendo ineludible la irrigación, un condicionante indispensable a la hora de emprender nuevos cultivos, ya que si bien en el país no hay restricciones a los derechos de plantación, se requiere contar con derechos de riego si es que se desea plantar vid.

La malbec, no obstante, tiene una competidora en la bonarda, una de las tres tintas más cultivadas en Argentina. La bonarda es una de las uvas tradicionales del país, aunque por mucho tiempo no se le consideró uva fina y se empleaba más bien para aportar color a los blends. Hoy día, su uso va in crescendo, ya que se está rescatando para vinos de alta calidad, con resultados muy seductores pues los enólogos están cada vez más convencidos de su potencial de elaborar vinos de muy alta calidad.  

La bonarda aporta aromas florales y frutales intensos de estructura media y armoniosa, sabores muy maduros, y también ayuda a elevar la acidez. Sus taninos son suaves, aterciopelados y elegantes, lo que permite que sus vinos puedan beberse incluso en su juventud. Se destaca por su generosidad y brillantez de color, y aromas a mora, frambuesa, cassis y cerezas, con un fondo especiado.

Su origen genera opiniones diversas. Unos dicen que tiene que ver con la bonarda piamontesa, pero otros la vinculan con la dolcetto o la charbono, nombre con que los primeros inmigrantes italianos en California se referían a la charbonneau, una uva de Saboya. Se cree que llegó a Argentina con los inmigrantes italianos, durante los siglos XIX y XX. En Mendoza se concentra el cultivo de la variedad, cuya expansión se dio a partir de 2012, y cada vez se hallan más enólogos experimentando con ella por entender puede rendir vinos de muy alta calidad. Hoy la bonarda es una uva diferenciadora, por la que los mercados internacionales comienzan a interesarse.

Otra de las cepas más populares en el país es la syrah, que se emplea tanto para ensamblajes como para vinos monocastas.

Pero si hay una cepa que está alcanzando niveles sorprendentes es la cabernet franc, una uva empleada tradicionalmente en ensamblajes bordeleses, que en Argentina no sólo se emplea en blends, sino que está rindiendo vinos monovarietales que no es exagerado afirmar se posicionan entre los mejores referentes de esta uva en el mundo, con una elegancia sin parangón.

En la misma línea de la cabernet franc está la petit verdot, también empleada tradicionalmente en ensamblajes, pero que empieza a verse en algunos monovarietales muy interesantes, así como la tannat, una cepa de origen vasco francés, entre el sur de Francia y los Pirineos, donde se utilizaba como ingrediente principal en ensamblajes elaborados en la región francesa de Madiran.

A la par de su declive en Francia, ha ido en ascenso en el Cono Sur, donde se le asocia más bien al Uruguay, a donde llegó a fines del siglo XIX. En Argentina, especialmente en la región de Salta, está produciendo vinos monovarietales de muy alto nivel y con un buen potencial de envejecimiento.

Otra de las uvas de la que se están elaborando también tintos muy bien estructurados es la tempranillo, una uva que lejos de pensarse recién llegada tiene incluso cepas centenarias en la Argentina, un país al que se ha aclimatado muy bien y en el que es base de algunos vinos que no tienen nada que envidiarle a algunos españoles.

Aunque quizás menos conocida que su producción tinta es la producción blanca, que halla en la uva torrontés probablemente el emblema blanco en Argentina. Con la torrontés se elaboran unos vinos muy distintivos, aromáticos y, en el caso de la provincia de Salta, también con un aporte mineral que les confiere una elegancia del postín de algunos de los mejores blancos del mundo. La torrotnés también se emplea en interesantes vinos espumosos y de cosecha tardía.

La dorada torrontés, vinculada al Mediterráneo, se estableció en Argentina se dice que como un cruce de la moscatel de Alejandría y la uva misión, con un equipaje de intensas fragancias a frutas y flores que distinguen a sus vinos y la han afincado como la enseña blanca con estirpe y personalidad varietal en la tierra del tango. Hay, no obstante, quienes dicen que se introdujo en Cafayate desde España a principios del siglo XX.

Existen tres tipos de torrontés criolla, la sanjuanina, la mendocina y la riojana. La última se destaca en los vinos salteños de Cafayate, donde gracias al microclima ha logrado una buena adaptación y gran desarrollo con vinos afrutados, largos en boca y de buena acidez. Notas a cáscara de china, aromas a piña, melocotones y toques melosos pueden caracterizarlos.

Otra cepa algo más escasa pero con igual de buenas muestras es la viognier, una cepa que introdujo la mendocina Bodegas Lagarde y que hoy aún sigue siendo minoritaria ---la elaboran entre unas 8 y 10 bodegas en Mendoza, aunque es una de las blancas más destacadas en San Juan---   pero produce vinos también muy apetecibles. Su superficie de cultivo es aún pequeña, pero gracias a los buenos resultados obtenidos tanto en blancos tranquilos, como en espumantes y vinos de cosecha tardías se están implantando más hectáreas a través de diversas provincias del país.

Otra uva también minoritaria pero que genera interés por parte de los elaboradores es la sémillon, una cepa francesa que aunque se volvió minoritaria en Argentina, se adaptó muy bien al territorio y no deja de ser atractiva para enólogos, especialmente los de formación francesa, bien familiarizados con esta uva popular en Burdeos, donde también abunda otra que se emplea bastante en Argentina, la sauvignon blanc.

La nave aterrizó en Salta desde donde se emprendió un recorrido de locaciones para una nueva película de vinos. A 1,200 metros de altitud e iluminada por un sol intenso ya se va viendo una especie de olla con bordes verdes, desde cuya base, casi tropical, un tortuoso y sin igual recorrido lleva a las cumbres argentinas, coronadas de motas de flotante algodón.  

Podría parecer cualquier ruta verde entre tabaco y caña de azúcar por Centroamérica o el Caribe, donde las vacas se pasean entre pastos moteados de flores, pero no, la primera locación está en el noroeste de Argentina, donde se abre una experiencia galáctica que pocos imaginan luego de un muy largo trayecto puede llegar a desembocar en el vino. 

A medida que se asciende hacia las cumbres vinícolas, el guión del vino va atravesando pueblos tabacaleros, rôtisseurs de pollo improvisados en plena calle, una ruta por donde se estrena una larga y tortuosa expedición de hasta casi cinco horas que traslada el rodaje por otras eras, casi a otro mundo. 

Ahí empieza a sentirse la magnitud de Argentina, una tierra inmensa, con paisajes de libro de cuentos que como en una película cinematográfica van cobrando vida ante los ojos del espectador. Escenografías imponentes y sorprendentes que van enmarcado unas distancias exponenciales a través de las que se recorre el país y sus vinos. 

Kilómetros que se prolongan entre rutas tortuosas, zigzagueantes y en marcado ascenso a través de carreteras sin pavimentar y ríos pluviales que sólo mojarán su caudal en la época de lluvias, por las que se va ascendiendo hasta la Cuesta del Obispo, puerta de apertura a los Valles Calchaquíes. En lo alto, a 5,226 metros de altitud, entre inmensidad y silencio, desde el mirador se divisa un territorio imponente, puntas verdes que rozan el azul del cielo y el testimonio del empinado camino que se dejó atrás, desde donde uno empieza a sentir de manera cristalina, una magia de siglos que conduce al altiplano y que se impregna en la ruta de vinos de hoy.

En la época colonial los viajes por la zona era tan prolongados, que en 1622 el Obispo de Tucumán tuvo que pernoctar a mitad de la cuesta durante un trayecto entre la ciudad de Salta y Cachi. Fue así como la Cuesta del Obispo tomó su nombre.

Los Valles Calchaquíes son un extenso sistema de valles y montañas del noroeste argentino que atraviesan las provincias de Salta, Tucumán y Catamarca, y toman su nombre de los indios calchaquíes que habitaban la zona a la llegada de los colonizadores españoles, quienes hallaron en la región un territorio difícil de penetrar. Los pueblos indígenas que formaron el conjunto calchaquí se destacaron por la defensa de su territorio, lo que les indujo a una lucha de más de un siglo que llegó a conocer como las Guerras Calchaquíes. 

Sembradores de luna, que se dice es lo que significa su nombre, los calchaquíes fueron quizás de los primeros agricultores biodinámicos en Argentina. Agricultores, pastores y alfareros, se cuenta que trabajaban de noche para evitar el calor diurno, y que veneraban al sol, la luna, el trueno y la tierra, y regían sus siembras por el cosmos y los ciclos lunares.

Y es precisamente un paisaje lunar, por donde algunos dicen se han avistado OVNIS, lo que aparenta aparecer a medida que se va descendiendo a través del polvo que recubre estrechas curvas de precipio por la Cuesta del Obispo. El verdor queda atrás para dar paso a un paisaje plano y desértico, plagado de suelos de arcilla y cáctus que se alzan erguidos como falos con espinas clavadas en la roca roja, que empieza a desnudarse para inmediatamente revelar planos evocadores de la Guerra de las Galaxias, una película de ciencia ficción que, en efecto, se rodó por esos parajes sobrecogedores. Un súbito e impresionante cambio de escenografía topográfica, entre el desierto y las cumbres nevadas del Cachi.

No son el único escenario del filme. Entre la diversidad de colores, formas y relieves de los Valles Calchaquíes se destacan las de formaciones geológicas absolutamente inefables, como la Quebrada de las Flechas, una formación en que el viento, agua y naturaleza ha esculpido simetrías inexplicables, también de paisaje lunar, en el que a lo largo de 40 kilómetros las flechas parecen haberse petrificado luego de que las lanzara algún ancestral arco calchaquí. 

La Quebrada de las Conchas es un pedazo del planeta rojo en Argentina, un viaje imaginario a la prehistoria donde desaparecen las señales de los teléfonos móviles y casi pueden divisarse dinosaurios paseándose por un territorio en que aparecen toda suerte de formas trabajadas por la naturaleza, que escolta un amplio caudal de río, que según la época del año que le carga de agua, puede volverse hermoso o demoledor. Un remanente de un mar que cubrió del Pacífico al Atlántico, y que hoy apneas revela el color del óxido ferroso de sus suelos, donde también se hallan formaciones rocosas hipnotizantes y sublimes, como la del anfiteatro, un espacio gigantesco esculpido naturalemente hace 65 millones de años, como también su excepcional acústica natural. 

Todos estos caminos mágicos y escabrosos conducen sorprendentemente al vino. Porque son esas largas rutas verdaderamente sinuosas, interminables y durísimas, aunque de indescriptible belleza escénica natural las que recorren sin interrupción y por obligación quienes elaboran vino en Salta y los Valles Calchaquíes, consideradas una de las mejores zonas de cultivo de uvas, especialmente para la blanca torrontés.  

Las uvas y el vino llegaron a Argentina con el arribo de los españoles, pero el desarrollo de la industria vitivinícola está inextricablemente ligado a la ancestral herencia indígena que en algunos lugares, como en Salta, se percibe aún de manera casi cósmica. 

Ubicada en el noroeste de Argentina y fronteriza con Bolivia, Paraguay y Chile, Salta es uno de los secretos mejor guardados del vino. Representa apenas 1% de la producción de vino argentino, pero es donde ubican los viñedos más altos del planeta, de ahí que a sus vinos se les denomine vinos de altura.

Fue en Salta que comenzó a escribirse el guión del vino en Argentina. A la provincia llegó en 1543 la vid desde el Alto Perú. La propia ciudad de Salta fue su hogar inicial, aunque luego se afincarían en Santiago del Estero, donde para 1557 se estima los jesuitas ya habrían empezado a plantarlas con mayor determinacón. 

Para el siglo XIX en Cafayate había plantadas unas 583 hecáreas de viña, y otras 140 más en el Molino, un poblado colonial donde ubica la Hacienda de Isasmendi, el último gobernador español de Salta, cuya hija sentó las bases para el desarrollo de una industria vitivinícola en la región. Fue por allí, en Colomé, donde en 1831 se estableció la primera bodega del país.

Si a los viajeros les toma casi cinco horas una ruta digna del Paris-Dakar, a Donald Hess le tomó tres años para dar con el lugar de origen de un malbec excepcional que había tomado cenando en una pequeña bodega en Salta. Cuando se llega a Colomé, en el medio de la nada, y se admira el paisaje y la estancia, y los labios empiezan a posarse por las copas con sus vinos, el catador se percata que era esencial transitar ese duro trayecto para poder entender el terroir recóndito, cósmico y místico que revela estruendoso su energía en cada copa.

Es difícil recoger uva en las pendientes de vértigo del Mosela y la Ribeira Sacra. Pero mucho más es hacer vino en Colomé. Una bodega pueblo en el medio de la nada y a cientos de kilómetros de todo, en la cima de las viñas del mundo. Una de apenas cuatro bodegas en Molinos, a la que si es difícil acceder hoy, mucho más tenía que haberlo sido en 1831 cuando se fundó como la más antigua bodega de Argentina.  

Pasaría más de un siglo hasta que Raúl Dávalos, un descendiente de la familia, recuperara la granja familiar en la década de 1980 y empezara a recuperar los centenarios viñedos de la finca para retomar la producción de vinos de la antigua Bodega Colomé. 

Allí es fácil comprender qué fascinó a Donald Hess, millonario suizo con bodegas repartidas en cuatro continentes, quien llegó a Argentina en 1996 y en uno de sus viajes probó un vino al que le halló mil defectos, pero con una encantadora imperfección, que le cautivó por ver en él vino un diamante en bruto.  Así que luego de dos intentos fallidos, en 1999 logró comprar una finca, 39 mil hectáreas, y luego la estancia donde estaba aquella antigua bodega de adobe fundada en 1831. Luego fue reconvirtiendo el espacio en uno verdaderamente habitable y digno para su equipo de trabajo, construyendo una escuela, una iglesia, campo de fútbol, sistemas de comunicación telefónica, tecnología y una base para los que trabajasen en su proyecto, casi en el fin del mundo.

Ese cambio fue parte de la filosofía de Hess, que apuesta no sólo por los viñedos de altura, sino también por mejorar las condiciones de vida de los que vivían en Colomé y trabajarían en la bodega. 

En Colomé restauró la bodega de los Dávalos para dotarla de la mejor estructura y tecnología para elaborar vinos, hizo una estancia hotel de arquitectura colonial y hasta creó un museo de arte vanguardista, el James Turrell, un artista estadounidense que juega con luz, espacio y percepción.  

Frente al museo hay una pequeña viña experimental con cepas de todo el mundo. Pero el eje de Colomé son sus cepas muy viejas, y sus viñas de malbec y torrontés, repartidas por la cima del mundo. Literalmente, porque a 3,111 metros Colomé posee los viñedos más altos del planeta.

Pero alrededor de la estancia y la estructura de elaboración, la montañana verde oliva que encuadra el recinto se refleja sobre una base mostaza y aceituna de las hojas de cepas como petit verdots de minúsculas bayas que tientan a los pájaros, y malbecs prefiloxéricos, con sistemas radiculares de hasta de 160 años, plantados en parrales que rodean el “estate”, decorado con una alfombra de aromática lavanda que en las mañanas se tornan espejo del sol. Amanece en silencio y con fragancia a mar florido, a laurel y aceituna, intercalados con el olor a mosto de uva que emana la bodega. 

Por allí pasó por casualidad un día Thibaut Delmotte, un francés que con mochila a cuestas emprendió un periplo aventurero que le detuvo en Salta, donde dio clases de francés y luego se enteró que en Colomé buscaban un enólogo. Hasta allí llegó en 2005, inicialmente por dos temporadas, y allí permanece aún casi como un argentino más a quien no pocas veces se le escapan dejes locales en su acento francés. 

Uno de los poquísimos enólogos franceses en Salta, Delmotte dice que su mayor reto en Colomé ha sido abandonar las ideas francesas para adaptarse al lugar y, por supuesto, manejar el traslado de uva durante la vendimia, que discurre de febrero a mayo, por la gran distancia entre viñedos que conlleva varias horas de traslado. Como no le convencen las plataformas de vendimia en la viña, ni tampoco tienen camiones refrigerados o cámaras frigoríficas, enfrían el mosto en la bodega.

En viña, se siguen prácticas biodinámicas, que unidas a la altitud y a la edad de las cepas, contribuyen a conferir al vino una personalidad intensa y marcada, sazonada por ese espíritu indígena milenario que se percibe en los Valles Calchaquíes.  

Los vinos de Colomé no se hacen para complacer a Parker ni tampoco convierten a la madera en otra variedad más de uva. Todo lo contrario, Delmotte piensa que los vinos irán prescindiendo cada vez más de la madera con lo que su objetivo es tener fruta, ser frescos y con buen volumen en boca. Buscan la acidez natural y no la corrigen con tartárico.

Él prefiere el roble francés, aunque han tratado el roble húngaro, que opina aporta demasiados taninos al vino. “Los antiguos vinos de Colomé eran un estilo más reserva, con mucha crianza en madera. Estamos haciendo vinos con menos tiempo en madera; creo haber aportado a Colomé más frescura en el vino”, dice el enólogo, quien más bien se dedica a jugar con ensamblajes de altitud.

Así dirige una cata de la amplia colección de Colomé en tinto y blanco, enfocado en torrontés y malbec, que se desglosan en un torrontés sin madera; uno “auténtico”, tributo a los inicios de la bodega e inspirado en los antiguos malbecs de Colomé, sin madera y respetuosos del terruño, que se elabora con técnicas ancestrales y de la manera más pura para que reflejen transparentemente la tierra; y un reserva, que proviene de los viñedos más antiguos de la bodega, con algo de uva más joven para aportar frescura.  

En adición a éstos, Colomé dispone de una selección de lotes especiales que se elaboran ocasionalmente y se embotellan como “Lotes Especiales”, disponibles únicamente en la bodega. Entre éstos últimos una selección de tannat, bonarda, syrah o sauvignon blanc, así como otros lotes de diversas altitudes de malbec, con las que se ensambla en Colomé Estate, que es la suma de las expresiones de malbec a 1,700,  2,300 y  2,700 metros de altitud.

“Algunos han convertido la madera en una variedad de uva y no lo es”, afirma Thibaut Delmotte.

Atraído por las viñas de altura en sus diversos proyectos por el mundo, en Colomé halla Donald Hess no sólo los más altos de sus dominios, sino también los del mundo: “Altura Máxima”, una viña a 3,111 metros de altitud, donde de manera experimental se ha plantado uva y elaborado un vino extremo con cepas de apenas cuatro años de plantadas que de momento es eso, experimental y sin planes de comercialización. Veinticinco hectáreas que apenas han rendido 300 botellas de malbec excepcional y experimental que regalan un vino inédito y aún por desarrollar más, de color muy intenso que cautiva en la nariz, donde conviven finos matices minerales y suaves ciruelas, fresas y frutas de baya negra. Un vino  que resalta la mineralidad y los balsámicos como el eucalipto, el anís, el regaliz y los recuerdos de bajo monte en un perfil muy fresco, pulido, y casi de tinta china por donde luego aparecen notas torrefactas, florales y muy terrosas.  Un vino excepcional, con mucha personalidad y de muy, muy alta gama.

Fueron los jesuitas quienes trajeron las primeras viñas a la región, enseñando a elaborar vino y a comercializarlo.  La viña era sinónimo de evangelización y colonización, y las primeras cepas, traídas desde Chile, se plantaron alreedor de 1556 en Santiago del Estero, una ciudad que administrativamente fue del tingo al tango, pasando políticamente de una provincia a otra hasta ser ella misma provincia que colinda con la actual Salta.   

Cuando el Valle Calchaquí empezó a pacificarse, empezaron las encomiendas y de ahí a proliferar los cultivos de la vid, especialmente en la parte baja del valle, donde éstos se daban mejor. 

Una de esas encomiendas pertenecía a la familia Aramburu, que ya para 1785 tenía plantadas miles de cepas para vino y pasas. Ignacio de Aramburu, alcalde de Salta y terrateniente de los Valles Calchaquíes fue uno de los herederos de esa estirpe, y su esposa, quien en 1826 donó a la Virgen del Rosario un terreno denominado “Cafayate”, para la fundación de un pueblo, con iglesia. Y pronto comenzaron a aparecer las bodegas, que gracias a la especial situación geográfica y climática de Cafayate, hicieron florecer la industria vitinicíola en la segunda mitad del siglo XIX.  

Fueron Wenceslao Plaza y Sigifredo Brachieri quienes impulsó la viticultura en Cafayate, trayendo variedades francesas que se plantaron alrededor de 1886. 

Aunque hoy es la cuarta industria en importancia en Salta, a inicios del siglo XX la del vino era la más importante de la región. En 1916 un enólogo de San Juan, Miguel Hurtado, llegó a Cafayate para crear una estación de viticultura, convirtiéndose en el primer enólogo en asignar importancia a las uvas como materia prima, comenzando así a transformar poco a poco la industria del vino en el departamento.  

En 1936 Hurtado adquirió la Bodega La Florida, que años después sería adquirida por Arnaldo Etchart, dando pie a una de las grandes dinastías del vino en Argentina, y uno de los nombres clave en el vino de Cafayate conjuntamente con otros como Michel Torino o los Hermanos Peñalba.  

Marcos Etchart resalta que los malbec de Cafayate tienen una nota muy especiada.

En la vecindad de la bodega de los Etchart en Yacochuya está la de Domingo Molina, cuya bodega familiar empezó en el centro del pueblo hace poco más de tres décadas, primero con un foco en el mercado interno y ahora casi íntegramente en el de exportación, propósito al que se destina primordialmente la producción de esta más nueva segunda bodega. Además del vino, los Molina tienen una fábrica de quesos de vaca y cabra, excelentes armonías para sus vinos y un negocio complementario surgido cuando adquirieron los animales para emplear su estiércol en el abono de las viñas. 

Tres hermanos llevan la bodega, donde el responsable de elaboración es Rafael. Casi todo el vino que producen es tinto, a partir de malbec, tannat, merlot, cabernet sauvignon, petit verdot, además de blanco torrontés. Para surtir la bodega del pueblo y la de Yacochuya tienen cinco diversos terruños esparcidos por varios puntos de Cafayate y Salta, incluyendo Valle Rupestre, a 2,300 metros de altitud. La cosecha es manual y en mesa no se seleccionan racimos, que ya vienen limpios de la viña, sino bayas. 

En plena actividad vendimial se van recorriendo los depósitos, su mayoría en hormigón, para ir catando la evolución de los mostos de la cosecha 2013, en ocasiones de color tan intenso, que se remueven los hollejos antes de fermentar. Para Rafael, el secreto de la elaboración es la cata, definiendo los blends de los vinos antes o después de su crianza en función del espacio, que en bodega ha aprendido a manejarse con algunos depósitos dobles, es decir, que en un mismo envase tienen dos secciones, a las que pueden destinarse mostos o vinos con diverso fin. 

En esa cata en verdadero primeur, una muestra de vinos en evolución mucho más redondos y amables que muchos vinos hechos que se sirven en muchas partes. Torrontés con boca muy equilibrada y ya bastante hecho, malbec muy fresco y con mucha estructura, y tannat, con mucha fruta, nervio, estructura y taninos muy firmes. Una variedad que antes se empleaba más para cortes y que desde hace una década empezó a vinificarse en solitario. 

Para los vinos terminados una cata al aire libre, bajo el esplendoroso sol que ilumina a Yacochuya y que entre copas se sazona con quesos de la familia.  

La bodega elabora dos líneas principales, la Finca Domingo y la Domingo Molina, en monovarietales de malbec, tannat, cabernet sauvignon y torrontés, uva que también emplea para su cosecha tardía. Además de éstos, tiene Rupestre, un blend de merlot, malbec y tannat, y el Palo Domingo, considerado el top de la bodega y un vino con una larga crianza en barrica y botella.

En esa misma zona de Yacochuya está Piatelli, una de las más jóvenes bodegas de Cafayate, con una estructura monumental que casi asemeja algún resort turístico de la Riviera Maya. El área de trabajo es amplia, con áreas que incluso simulan la forma curva de una barrica, e integra depósitos de hormigón, inclinados, intercalados con huevos también de hormigón, que en Piatelli se emplean para fermentar malbec en lugar de trabajar blancos, como en otras bodegas. La bodega saca partido de su ubicación en la ladera para emplear uno de los pocos sistemas de vinificación en Argentina que funcionan por gravedad, resaltando sabores al proteger más las uvas. 

Pero la imponente estructura no es pintura y capota. La bodega cuenta con 95 hectáreas plantadas en dos viñedos con cepas de malbec, tannat, cabernet franc, petit verdot y torrontés, que prometen a pesar de su extrema juventud. No puede ser de otro modo cuando se cuenta con Roberto de la Mota como asesor enológico y otro joven de la nueva generación, Alejandro Nessman, como enólogo en el día a día.

Piatelli es un ejemplo de esa inversión extranjera en el país, pues originalmente fue un proyecto a dúo entre unos inversionistas mendocinos y otros de los Estados Unidos. Al separarse, son estos últimos quienes han permanecido como propietarios del proyecto, con bodega en Mendoza la nueva en Cafayate. El proyecto emplea dos métodos similares en dos terruños diferentes, el salteño y el mendocino, que la bodega no descarta fundir en un solo vino que ensamble ambas regiones.

Con Nessman también pruebas de la evolución de algunos vinos de la cosecha 2013, una cosecha muy buena en la zona, y que espera cumplir el objetivo de la bodega de que los vinos tengan la estructura de Cafayate, sin perder elegancia y siendo fáciles de beber.  

En Cafayate está también Amalaya, un nombre que significa “esperanza por un milagro”, que fue el que se dio cuando bodegas Colomé buscaba agua. Así surgieron los Amalaya con la cosecha 2002, siguiendo el concepto bordelés de segundos vinos. Su acogida, no obstante, fue tan favorable, que terminó evolucionando en un proyecto independiente de bodega, mejor conocido como Amalaya de Colomé, un concepto que busca vinos con buen volumen en boca y que son excelentes relaciones precio-placer-valor. 

En pleno centro del pueblo de Cafayate se hallan Bodega Nanni, con una estructura colonial y facilidades a la antigua usanza, que incluso tienen un pequeño museo de antigüedades que armoniza el disfrute de sus tintos, blancos y rosados al son del sublime barroquismo musical de Bach, y la bodeguita de garaje de Salvador (Chavo) Figueroa, bodega de una familia que lleva desde 1860 elaborando vino, y que en su actual propietario tiene a uno de los enólogos más experimentados de la región de Salta y los Valles Calchaquíes, con una trayectoria de más de medio siglo y la experiencia de haber asesorado muchas bodegas, como la antigua Colomé. En su bodega casi casera, Figueroa elabora dos vinos, bajo la marca Gualiama, nombre de un cacique brujo.

Pero quizás el eje principal del vino de la ciudad es su Porvenir. Inicialmente El Porvenir de los Andes, hoy se llama El Porvenir de Cafayate, una bodega boutique de vinos de alta gama, en plena actividad vendimial que dirige Mariano Quiroga, uno de los más valiosos y prometedores talentos jóvenes de la enología argentina.

Esta bodega familiar emprendió una nueva era a fines de los 1990s, cuando decidieron apostar por un mercado premium y de exportación, para lo cual adquirieron esta centenaria bodega que se dotó del más moderno equipamiento para la elaboración, y de una viña con torrontés, malbec y tannat de medio siglo, que se restauró, a la par que se plantaron nuevas variedades nobles. La bodega tiene 100 hectáras de viña, repartidas en cuatro fincas, de las cuales su Finca El Retiro, es una de las más viejas de Cafayate con cepas de hasta 80 años.

Revolotean las moscas por el área de elaboración atraídas por el dulzor de la uva pendiente de procesarse, los mostos y los hollejos que abundan por la bodega. Quiroga apuesta mucho por la analítica y utiliza maderas diversas según la variedad de uva. La vendimia en Salta es prolongada, pudiendo comenzar en febrero y extenderse hasta mayo.


La bodega tiene tres líneas, El Porvenir, ícono de familia inspirado en las futuras generaciones y que busca expresar la idea que la bodega tiene sobre el alto potencial a largo plazo de Cafayate; Laborum, la expresión varietal del terroir de Cafayate, y Amauta, que ensambla variedades de vid. Durante un tiempo tuvo como asesora enológica a la española María Isabel Mijares y hoy es el estadounidense Paul Hobbs, quien da apoyo a la bodega.

Quiroga está explorando nuevos manejos para la bonarda, pero si una cepa le cautiva es la tannat, que se expresa de manera sobresaliente en Cafayate y sobre la cual está realizando varios estudios. La cepa llegó a Argentina en la primera mitad del siglo XIX, unos dicen que vía Uruguay y otros desde los Pirineos y se caracteriza por su largo ciclo vegetativo y gran potencial fenólico. Una cata vertical de tannats de la bodega permite constatar su gran potencial y larga vida. Es la cepa en la que Quiroga entiende reside el porvenir de Cafayate.
 

Mendoza se estrena con un airport cuvée. Pocos aeropuertos del mundo, por no decir ninguno, reciben al visitante con viñas de malbec. Es un anticipo del valor inconmensurable que esta ciudad-provincia argentina, donde se produce aproxidamente 66% del vino nacional, asigna al vino, sector motor de su economía pero, además, de uno de los más importantes bienes culturales del país.  

Ubicada al pie de la Cordillera de los Andes, al oeste de la Argentina, Mendoza se fundó en 1561 con el nombre de "Ciudad de Mendoza del Nuevo Valle de La Rioja", quedando administrativamente adscrita a la Capitanía General de Chile. Históricamente, las provincias de Mendoza y San Juan formaron parte de Cuyo, la región geográfica que significa tierra de arenas, país de los desiertos en el idioma de los huarpes, los indios que la habitaban.  

Mendoza fue un enclave estratégico desde donde ingresaron viñas desde Chile, para esparcirse por toda la Argentina. Se dice que fue en 1595 que se plantaron las primeras vides en Mendoza, Su mayor proximidad a Buenos Aires hizo Mendoza y la provincia de San Juan comenzaran a tener éxito como productores de uva y vino a partir del siglo XIX. Hoy Mendoza es la principal zona productora de vino en Sudamérica. 

Fue la migración de españoles hacia Mendoza y San Juan la que se considera marca de inicio de la industria del vino en Argentina. Una que pronto creció y que, al igual que sucedió con el Perú, hizo que España temiera por sus propias ventas de vino, con lo que intentó imponer impuestos y restricciones al cultivo de uva y elaboración de vino argentino, algo que no logró detener la expansión del vino nacional pues los productores continuaron comercializándolo de manera clandestina en Argentina y el resto de Suramérica. 

La Cordillera de los Andes pinta el telón de fondo de esta región, de clima semiárido, casi desértico, con pocas lluvias, un verano caluroso y húmedo, y un invierno frío, seco y con heladas. Son las aguas del deshielo de la Cordillera las que aprovisionan las ciudad y las viñas, que tienen un importante enemigo en el granizo, que obliga a los viticultores a protegerlas con mallas que imponen importantes costes a la producción.  

“Las mallas rondan los nueve a diez mil dólares la hectárea. Hay que tener en cuenta que el sistema actual tiene una distancia entre hilera de 2.6 mts ya que la malla esta separada 40 cm. de cada lado mediante separadores metálicos a los fines que la tela no comprima las plantas permitiendo una buena aireación de la canopia. De esta forma evitamos la generacion de un microclima proclive a enfermedades y hongos”, explica a Divinidades Alejandro Leirado, de Bodegas Funckenhausen. 

Las primeras vides de malbec plantadas en Mendoza datan de 1853 aunque una versión señala que éstas llegaron de Chile, junto con las que desde allí trajo Sarmiento para impulsar la vitivinicultura argentina, y otra que lo hicieron directamente desde Burdeos, donde para esa época la malbec era una cepa predominante. Fue a raíz de una helada en la década de 1850 que la malbec amainó en el país galo. 

En el siglo XIX se estableció en Mendoza una estación enológica y para 1936 había plantadas unas 90 héctareas de viña de las que un 60% era de malbec, complementada con otras como la bonarda, la sémillon, la cabernet sauvignon, la pinot noir, la criolla y la petit verdot. Esta presencia se redujo sustancialmente en la década del 1980s, cuando el vino blanco se puso de moda llevando a arrancar tanto malbec que apenas quedaron unas 16 mil hectáreas, que poco a poco se han ido expandiendo con replantaciones de la variedad.  

Hoy Mendoza cuenta con unas 168 mil hectáreas de viña, más que Burdeos, Borgoña y Napa en conjunto.

Con la disminución de malbecs, entre las tintas quedó sobresaliendo la cabernet sauvignon, y en la Argentina, como en otros países productores del “Nuevo Mundo” se mantuvo un enfoque en las variedades de uva, en lugar de la territorialidad demarcada, como en Europa. Contrario a ese “Viejo Mundo” productor, en países como la Argentina tampoco se presta demasiada atención a la individualidad de las cosechas pues el clima propicia a una mayor consistencia del producto y el productor añada, tras añada. 

Pero si bien los vinos mendocinos sostienen ese carácter varietal en su posicionamiento, una de las tendencias más importantes del sector en la provincia es que la especificidad del origen comienza a cobrar importancia para los elaboradores de la región. Así, en radical contraste con la proyección de décadas hacia una mayor homogeneidad, Mendoza empieza a dirigirse por los caminos del “Viejo Mundo”, que resaltan, además de variedad de uva, la territorialidad de las vides, delimitadas por las características específicas que se van identificando en sus distintos terroirs, casi a usanza de los cru franceses.

Los terroirs de Mendoza

 

“Argentina vendió uva, ahora busca vender diferenciación del terruño”, explica José Lovaglio, de Dominio del Plata e hijo de Susana Balbo, una de las más influyentes enólogas del mundo. 

La diferenciación de terroirs en Mendoza es sin duda la tendencia más relevante de la producción regional, una de la que ha venido hablándose desde hace unos dos años aunque ya desde antes se habían sentado las bases que mostraban una inquietud por el concepto origen.   

Esta distinción, ¿es indicio de que Argentina se encamina a crear un entramado de denominaciones de origen, a la mejor usanza europea? 

“Pienso que la identificación de terroirs es una tendencia muy interesante y diría que hasta indispensable. Sin embargo, y a pesar de haber creados junto a otros técnicos y mi padre la primera denominación de origen para vinos de América, Luján de Cuyo, creo que el camino debe de ir por el lado de las indicaciones geográficas. Es decir, debemos hacer conocer los distintos terruños y luego, con el paso del tiempo y especialmente del reconocimiento por parte de los consumidores, tal vez vengan las denominaciones de origen”, propone De La Mota.

Un sentir que comparte Alejandro Vigil, enólogo de Catena Zapata, quien no simpatiza demasiado con el concepto denominación de origen aunque se inclina cada vez más por la potenciación de las especificidades de los terroirs. De este modo, el enólogo  ---cuya tesis versó sobre la zonificación de la malbec---   se ha dedicado a realizar calicatas a través de los viñedos para conocer lo que hay bajo la superficie y cómo esto puede aportar diferenciación al vino. Y no es el único.

En un artículo publicado en la prestigiosa revista Decanter, Vigil contrasta cómo sus prioridades con algunos vinos de Catena Zapata han cambiado en una década, pasando de un objetivo de homogeneizar terruños a una dirección enteramente opuesta de respetar la diversidad del suelo para hallar distintos terroirs y potenciar esa diferenciación.

¿Cuáles son los terroirs de Mendoza y cómo se distribuyen?  

De acuerdo con el departamento de investigación de Bodegas Catena Zapata, en la región de Mendoza hay varias zonas clasificadas como indicaciones geográficas: Maipú, Luján de Cuyo, Tupungato, Tunuyán y San Carlos, estas tres últimas ubicadas en el Valle de Uco. Todas, a su vez, se subdividen en sub apelaciones que consideran la calidad y tipo del terreno, la altitud y el clima, cualidades indispensables para definir los terroirs de los vinos argentinos.

Indicación Geográfica Maipú

Una extensión equivalente a Barossa Valley en Australia, en la que malbec, cabernet sauvignon, merlot y Pedro Ximénez son las principales uvas.

Sub apelaciones:

Barrancas – entre 650-750 metros con suelo predominantemente arenoso (70%), con limo y con algo de arcilla y 30-50% cantos rodados.

Lunlunta – zona fresca, entre 800 y 900 metros de altitud con suelos arenosos (50%) y limosos, con algo de arcilla y 5% cantos rodados.

 

Indicación Geográfica Luján de Cuyo

Una extensión comparable a Napa Valley, en la que se destacan la malbec, la cabernet sauvignon, la merlot y la chardonnay.

Sub apelaciones:

Ugarteche – entre 850 y 950 metros de altitud y suelos arenoso limosos con bastante arcilla y sin cantos rodados.

Agrelo: Entre 900 y 950 metros de altitud con suelos arcilloso limosos donde se producen vinos concentrados y robustos.

Vistalba – entre 920-1050 metros de altitud con suelos arenoso (60%) limosos con arcilla y algo de canto rodado (10%)

Perdriel – entre 950 y 1050 metros de altitud con suelos arenoso (60%) limosos con algo de arcilla y sin cantos rodados que obligan a la vid a buscar recursos en lo profundo de estos suelos pobres.

Las Compuertas entre 1000 y 1,100 metros de altitud con suelos 60% arenosos, limosos, pocos cantos rodados y poquísima arcilla.

 

Indicación Geográfica Tupungato

Tupungato significa mirador de estrellas y es un área de extensión similar a Chianti, en la Toscana, en la que se destacan la malbec, la chardonnay, la cabernet sauvginon y la merlot.

Sub apelaciones:

Cordón del Plata – entre 900 y 1000 metros de altitud con suelos arenoso limosos con algo de arcilla y pocos cantos rodados.

Villa Bastías – entre 1000 y 1,200 metros de altitud con suelos arenoso limosos, un poco de arcilla y has un 30% de cantos rodados.

Gualtallary – entre 1,300 y 1,500 metros de altitud con suelos marcadamente arenosos, casi sin arcilla y algún canto rodado. Los vinos de Gualtallary, que significa “ríos que suenan”, se destacan por sus texturas y acidez natural, ofreciendo un frescor distintivo, con un perfil de aromas que raya en lo salvaje y destaca las frutas negras.

 

Indicación Geográfica Tunuyán

Un área de extensión similar a Chianti donde se destacan la malbec, la cabernet sauvignon, la merlot y la chardonnay.

Sub apelaciones:

Colonia Las Rosas – 900 a 950 metros de altitud con suelos arenosos y limosos con algo de arcilla y sin cantos rodados.

Vista Flores – 950 a 1000 metros de altitud con suelos arenosos y limosos con algo de arcilla y cantos rodados.

Los Árboles: 1,150 a 1300 metros de altitud con suelos predominantemente arenosos con algo de limo, cantos rodados y poca arcilla.

 

Indicación Geográfica Vista Flores

Extensión similar a Chianti con cultivo de malbec, cabernet sauvignon, merlot y chardonnay.

Sub apelaciones:

Eugenio Bustos – 950 a 1000 metros de altitud, con suelos arenosos (60%), limosos (30%) algo arcillosos  y con cantos rodados.

La Consulta – altitud de 1000 a 1500 metros con suelos predominantemente arenosos (80%), con algo de limo, arcilla y canto rodado. Una zona en la que ya había cultivos durante la época de la colonización.

Altamira – altitud de 1050 a 1100 metros con suelos predonominantemente arenosos (60%), con algo de limo, arcilla y canto rodado.

El Cepillo – altitud de 1100 a 1150 metros con suelos arenosos (60%), con limo, cantos rodados y algo de arcilla.

 

Además del afán por diferenciar el terruño, en Mendoza también se mueve un afán por minimizar la injerencia de la madera en el vino, de modo que los vinos se sientan más puros, frescos, menos alcohólicos y sean más fáciles al trago.

Así Nicolás decidió tomar riesgos, comenzando en viña, explorando nuevos terruños a altitudes inéditas a fin de auscultar su aptitud para diversas cepas y, de este modo, a partir de la década del 1980, fueron poco a poco armándose las ecuaciones viña-suelos-clones, que dieron forma a nuevos vinos argentinos que sentaron pauta en el panorama mundial. Fue así como nacieron los Catena Alta o el ícono en que se convirtió el que lleva su propio nombre, Nicolás Catena Zapata.

Por dos décadas la bodega se ha enfocado en buscar los mejores microclimas en las zonas altas de Mendoza y a descubrir que la altitud genera condiciones microclimáticas muy variadas que hacen que una misma variedad de uva o clon se exprese de manera muy diversa incluso procediendo de zonas bastante próximas, permitiendo la creación de vinos más complejos jugando con los ensamblajes. Catena Zapata tiene unas tres mil hectáreas de vid repartidas en unos cinco viñedos principales. 

Nicolás Catena iba a estudiar física, pero un accidente que le costó la vida a su abuelo y a su madre le hizo quedarse en Mendoza y convertirse en uno de los agentes de transformación de la industria vitivinícola de la Argentina. Quizás esa afición científica pululó por los senderos astrales haciéndole fascinarse por el mundo maya, fuente de inspiración para la arquitectura de su bodega en forma de pirámide, inconfundible signo de identidad de Catena en Agrelo. 

Pero más que la arquitectura de la bodega lo importante es la arquitectura del vino, y ahí, además de en la viña, también hubo innovación. Por ejemplo, en la selección de las barricas que convirtió a Catena en pionera del uso de barricas de roble de 225 litros. 

Catena ha sido un vivero de talento para la enología argentina, un espacio de donde luego salieron otros grandes nombres a emprender otros proyectos que también se volvieron grandes, al igual que las bodegas que han tenido a su cargo. Uno de ellos fue José Galante, quien fue responsable del lanzamiento de varias de las etiquetas que sentaron pauta en Catena Zapata y el vino nacional. La bodega tiene varias líneas de vino entre las que se encuentran Catena, Catena Alta y Catena Zapata, Angelica Zapata, D.V. Catena, Saint Felicien y Nicasia Vineyards. 

Nicola Catena emigró de Italia en 1898 y en 1902 plantó su primera viña de malbec en Mendoza, convencido de que en esa ciudad argentina se hallaba la tierra prometida para esta cepa bordelesa. Heredó su pasión a su hijo Domingo, quien pronto se convirtió en uno de los viticultores más prósperos de la región. 

Domingo se casó con Angelica Zapata en 1934 y tuvieron un hijo a quien llamaron Nicolás. Nicolás estudió economía y aplicando la matemática racional, sugirió a su padre en la convulsa década del 1960 dejar perder una cosecha ante lo que apuntaba a una falta de rentabilidad. Su apasionado corazón de vid impidió a Domingo no recoger las uvas esa añada, pero otras después su hijo Nicolás, ya a cargo de la bodega, emprendió reformas para mejorar la distribución de los vinos de familia en Argentina y, luego de pasar una temporada en California, re-estructurar todo el negocio familiar para enfocarlo en la elaboración de vinos finos que tuvieran el objetivo de poder competir de tú a tú con los grandes vinos del mundo. 

En 1963 Catena fue la primera bodega argentina en elaborar un vino varietal de cabernet sauvignon, el Saint Felicien, un vino que continúa elaborándose hoy.

Hoy la enología de la bodega está a cargo de Alejandro Vigil, un especialista en la influencia de los microclimas en el vino. Considerado por muchos un rock star del vino argentino, Vigil se incorporó a Catena en 2002 hasta hacerse cargo de los vinos de más alta gama de la bodega.

Temperamental, explosivo e intuitivo, Vigil es un enólogo que sabe seguir y a la par romper reglas con el objetivo de que el consumidor pueda disfrutar de vinos complejos que muestren un sinfín de facetas de una misma variedad de uva, trasladándole a su lugar de origen. 

Fruto de su conocimiento de la parcelización del viñedo son dos nuevos blancos de Chardonnay, White Stones y White Bones, un par con impresionante complejidad y opulencia que surgen de dos puntos diversos de un mismo viñedo, el Adriana, cuna de otro gran tinto de Catena. 

Rompiendo reglas, con Adrianna Catena, hija de Nicolás Catena Zapata como socia y en una bodega separada, Aleanna, ha lanzado un proyecto personal que es más que todo una respuesto al reto de traspasar los límites de comodidad que cada uno se impone, y que convierte al propio ser en su propio enemigo. De ahí, de ese riesgo de atreverse a hacer cosas en el vino que no había hecho, y del terruño de Gualtallary, surgen El Enemigo, un malbec con algo de petit verdot, “Benandanti” y el Gran Enemigo, un enemigo más aguerrido y complejo con base de cabernet franc y malbec, que han cautivando a la critica internacional. Varias etiquetas a partir de chardonnay, de bonarda, de una conjunción syrah-viognier, por supuesto, malbec, y pronto también cabernet franc, una variedad de la que Aleanna espera lanzar tres single vineyards. Los vinos juegan con los extremos, desequilibrios armoniosos que los hagan concentrados y elegantes.

Escorihuela y Trapiche, bodegas históricas

 

La bodega maya de Agrelo no es el único territorio de vino para Catena Zapata que participa además en Bodegas La Rural, con el principal museo del vino de Sudamérica, y Ca-Ro, un dúo con el Grupo Rotschild que adquirió gran parte de Bodegas Escorihuela. 

Fue en pleno centro de Mendoza donde el aragonés Miguel Escorihuela Gascón fundó Establecimientos Vitivinícolas Escorihuela en 1884, convirtiéndola en una de las bodegas más prestigiosas de Argentina, una reputación que le sigue hasta el día de hoy, y la más antigua que continúa hoy operando en Mendoza. 

Al igual que Nicolás Catena Zapata hizo más tarde, Escorihuela buscó desde sus inicios enfocarse en los vinos de mayor calidad prestando atención tanto a viña como a elaboración. Su sueño de plantar viña y construir una bodega lo logró con apenas 23 años, mostrando una visión y voluntad de asumir riesgos que le acompañaron no sólo en el negocio del vino sino también en otros proyectos que emprendió.

Esa vocación de traspasar límites ha hecho que Escorihuela hoy se reconozca por abordar trabajos con uvas quizás menos convencionales en Argentina, como la sangiovese o la barbera, para ofrecer opciones italianas en un territorio donde la importación no abunda. La bodega también se destaca por su trabajo desde 2000 con vinos espumosos, un segmento que ha tenido un notable crecimiento en el país. 

Gustavo Marín es el enólogo a cargo de la bodega, que tiene cuatro líneas principales: Familia Gascón, con un blanco chardonnay, un rosado, y tintos de syrah, malbec, tempranillo y cabernet sauvignon; Gascón Reserva, con syrah, chardonnay y cabernet sauvignon; Escorihuela Gascón, con un espumoso extra brut y una selección de variedades, incluida la sangiovese; y Pequeñas Producciones, con etiquetas de varias uvas y un vino culmen, Don Miguel Escorihuela Gascón, un corte de malbec, bonarda, cabernet sauvignon y torrontés procedentes de varios terruños en Mendoza y Cafayate, que se cría unos 18 meses en roble francés y del que apenas se hacen 900 botellas.

Se dice que Pont L’Eveque, una marca de Bodegas Escorihuela, era el vino favorito de Juan Domingo Perón.

Trapiche es propiedad del Grupo Peñaflor, uno de los dos más importantes grupos de vino de América Latina y uno de los top 10 del mundo. Además de Trapiche, en Mendoza el grupo posee Santa Ana y Andean Vineyards, y Suter, en San Rafael. En San Juan, Finca Las Moras y en Cafayate, El Esteco.

La sabiduría de las cepas viejas: Benegas y Mendel

 

En la vieja Trapiche se crío Federico Benegas Lynch, bisnieto de Tiburcio Benegas, uno de los fundadores de esa bodega. Cuando en 1970 sus descendientes vendieron la marca al Grupo Peñaflor, el padre de Federico continúo elaborando vino para otras bodegas, una pasión que compartió con su hijo, a su vez bisnieto de Edmond Norton, fundador de Bodegas Norton.

Fue, pues, natural que quisiera elaborar vino, para lo cual en 1998 adquirió viñedos viejos para dar paso a los frutos de Benegas Lynch, y en 1999 adquirió la bodega, una estructura que data de 1901 y está hecha en adobe, con una cava subterránea que brinda las condiciones de humedad y temperatura idóneas para la conservación del vino a lo largo de todo el año.

La primera cosecha elaborada fue la del 2000, hecha en colaboración con Daniel Llose, enólogo de Lynch Bages y otras bodegas bordelesas. Con el tiempo sería Michel Rolland el asesor enológico de la bodega, un puesto que desde julio de 2012 ocupa Paul Hobbs.

Benegas Lynch tiene tres líneas principales  ---una más joven, una media y otra top---, que buscan resaltar intensidad, madurez y elegancia. Benegas Lynch es la línea top de vinos, opulentos y robustos, con un meritage, un malbec monovarietal y un excepcional monocasta de cabernet franc de cepas prefiloxéricas. La bodega posee algunas de las cepas de cabernet franc más viejas del planeta.

Los Estate Wines se caracterizan por su intensidad y estructura, con taninos suaves y maduros e incluyen monovarietales de malbec, cabernet sauvignon, syrah, sangiovese  algunos de cepas de entre 40 y 120 años, así como dos blend, el Don Tiburcio, y el Finca Libertad, este último un cabernet sauvignon-merlot-cabernet franc de cepas muy viejas, procedentes de la finca homónima, Los Vinos de Familia son frescos y afrutados y buscan ser unas buenas relaciones precio-calidad que reflejen los mejores terruños mendocinos. Esta línea con dos tintos, un blanco y un rosado de cabernet franc, designa sus vinos por los nombres de algunos miembros de la familia.

 

La bodega elabora varias etiquetas de vino: Mendel Finca Remota, Mendel Unus, Mendel Malbec, Mendel Cabernet Sauvignon, Mendel Sémillon y Lunta, así como Olivar de Luna, un chispeante aceite de oliva extravirgen de la variedad aráuco.  

A De la Mota le gusta mucho la sémillon, una uva que junto con la chenin blanc ha sido un poco desplazada del panorma vinícola argentino constriñéndola más bien al territorio espumoso. Él decidió rendirle un homenaje aprovechando que tenían un viñedo en Altamira, en Valle de Uco y que la uva tiene un buen potencial de guarda en botella. “Buscamos mucho las notas florales que aportan los sémillon de las zonas más altas y frescas. Es una uva muy amigable para acompañar comidas. El primer año que hicimos este blanco fermentamos un 15% en barrica porque no teníamos espacio y el resultado nos gustó y lo hemos replicado en cosechas subsiguientes”, indica. 

Le gustaría experimentar alguna elaboración con chenin blanc y, curiosamente, también con la touriga nacional, una cepa a la que encuentra atributos semejantes al malbec, como mayor cantidad de antocianos aportando intenso color violáceo, que taninos, y una buena adaptación a climas templados durante el día con noches frescas, como es el caso de las zonas altas de Mendoza. Mendel también tiene merlot y tempranillo. 

De la Mota es un aventurero de los vidueños, y fue responsable de introducir en Argentina algunos cepajes como el petit verdot o el cabernet franc (1989), o el viognier, que si bien tenían presencia en Argentina, no estaban cultivados en escala. 

Al comienzo el cabernet franc fue poco interesante y si bien yo lo vinifiqué varios años, recién cuando los viñedos adquirieron los siete u ocho años de vida alcanzaron una calidad interesante. Hoy tenemos en la zona muchos vinos muy interesantes. De hecho he vinificado este año un cabernet franc que creo me aportará notas de complejidad y frescura en cortes. Pienso que tanto este vino como el petit verdot pueden aportar mucho, en el el caso del cabernet franc más aromáticamente que en boca y en el del petit verdot más en boca; aportando untuosidad y volumen. Como monovarietal me parece más interesante el cabernet franc”, opina. 

¿ Qué potencial le ve a otras cepas como la bonarda, la torrontés o la tannat? ¿Cuáles identificaría como cepas “to watch”, además de malbec? 

“Pienso que se consiguen vinos muy interesantes de tannat, especialmente en los Valles Calchaquíes como Cafayate al igual que el torrontés. En el caso de la bonarda en Mendoza se pueden elaborar vinos de muy buen color, concetrados e intensos. De todos creo que el que el que tiene mayor potencial es el torrontés por ser típico y original de nuestro país”. 

¿Ha sentido los efectos del cambio climático en sus proyectos?  

“El cambio climático nos influye a todos. Tal vez en las zonas de altitud y bajo riego como las nuestras en menos medida que el de otras zonas, especialmente las europeas. El calentamiento global influye también más en el hemisferio Norte pues tiene menos agua. Pero aquí también se siente. De hecho mi padre sostenía que de las zonas más altas del Valle de Uco no se conseguían cabernet sauvignon maduros y hoy los tenemos y de excelente calidad”.

Una vez graduada, su carrera la llevó a la bodega Michel Torino en Cafayate, donde pasó varios años y fue una influencia importantísima en la transformación de los vinos de la provincia de Salta. Luego se mudó con su familia a Mendoza para involucrarse en proyectos de familia, que pausaría para emprender varias asesorías enológicas y de exportación en y fuera de Argentina, hasta llegar a Catena Zapata, donde dirigió la construcción de su bodega y su área de exportación. 

Pero su inquietud por sacar adelante un proyecto propio persistía, con lo que a partir de 1999 empezó a dar forma a Dominio del Plata, un proyecto en el corazón de Luján de Cuyo que enfocó hacia la exportación. En Dominio del Plata su trabajo se fundamenta en tres pilares principales: viticultura de precisión con un férreo control de todos los aspectos del viñedo, agricultura de sostenibilidad y respetuosa con el entorno, y aptitud para vinificación basada en su experiencia y la tecnología.  

Busca vinos limpios, equilibrados, con taninos pulidos, sin sobre extracciones o sobre maduraciones, pero con capas de complejidad que hagan reflexionar y mantener el entusiasmo desde el primero al último sorbo. Es así como define son los nuevos vinos que demanda el mercado. Balbo es una maestra en el arte del ensamblaje y el juego de fusiones de uva, tipos de madera y tostados, ya que cree mucho en los blends como sinergía y vehículo para obtener diferentes paletas de color que ayuden a gestar mejores pinturas. 

En Dominio del Plata elabora varias líneas de vinos premium: Crios, vinos jóvenes con fruta fresca, buen balance y concentración tanto en blancos, como tintos y rosados; BenMarco, vinos expresivos y muy concentrados que son un tributo al estilo tradicional de vino argentino, con aromas que buscan proyectar los aromas primarios de las vides y la frescura de la fruta; los Susana Balbo, que buscan complejidad de aromas y sabores en vinos elegantes y sofisticados, y que incluyen tanto tintos como cosechas tardías; y Nosotros, una línea que ensambla los vinos de las mejores barricas que escogen la enóloga y su equipo para rendir un tributo a los esfuerzos de todos los que aportan a la creación de sus botellas. 

Parte del “nosotros” lo conforma José Lovaglio, enólogo por vocación y obligación. Es el hijo de Susana Balbo. Un peso grande que él lleva con seguridad, como lo hacen otros herederos de mitos y consciente de que para él es un desafío mayor dar continuidad al proyecto familiar de su madre, que hacer proyectos inidivudales personales para satisfacer sus inquietudes.   

Educado en la prestigiosa universidad californiana de Davis, Lovaglio hijo piensa que la nueva generación a la que él pertenece, va a propiciar un cambio de dirección en el mundo argentino del vino, que él opina tiene un importante sentido de identidad. “La conciliación de generaciones se da a través de nuevos productos que reflejan a ambas, crear algo nuevo sin destruir lo que estaba”, reflexiona.

 

Innovadora, Balbo ha sido en su bodega la primera en Argentina que emplea el tostado por convección para sus barricas, donde el fuego se reemplaza por aire caliente que brinda no sólo tostado, sino también temperatura, lo que contribuye a la polimerización de taninos.

Al igual que Lagarde, Casarena  ---casa de arena, como el tono del exterior de la bodega--- tiene una trayectoria que se remonta tan atrás como 1937 cuando se fundó en el corazón de Perdriel. Pero fue sólo en 2007 que se reconstruyó esa estructura para dar paso a la bodega actual, que dispone de las últimas innovaciones tecnológicas que se fusionan con procesos tradicionales, como sucede con sus depósitos de hormigón con sistemas de enfriamiento y calor que permiten un óptimo control de temperatura durante las fermentaciones. 

Allí llego en 2008 Bernardo Bossi, un uruguayo que se crío en Rosario y cuya sal y pimienta es su sincero sentido del humor. También curtido en la escuela que es Catena Zapata, una de sus especialidades es la elaboración de espumantes, algo que también practica en Casarena. 

En esta última bodega se trabaja con malbecs de viñas propias, plantadas de selecciones clonales y masales. Además cuentan con una finca de cabernet sauvignon con cepas de unos 80 años. 

Casarena tiene varias líneas que se enmarcan dentro de un perfil de sutileza más que de robusta estructura: Casarena 505, la línea más básica que toma el número de la dirección de la bodega y se cierra con tapa rosca y elabora un chardonnay, un malbec, un cabernet sauvignon y un blend; Rama Negra, un malbec y un cabernet sauvignon con tiempo en barrica, y un sauvignon blanc sin madera; Rama Negra Reserva, que combina vinificación en acero inoxidable y crianza en madera para varios monovarietales y un blend, además de un sauvignon blanc sin madera; y una línea de Single Vineyards de malbec. Igualmente desarrolla dos nuevos proyectos, un Single Vineyard de la cada vez más destacada cabernet franc, y también un vino rosado.  

La bodega elabora también un excepcional dulce cosecha tardía de cabernet sauvignon, puro higo en boca, en que la uva se pasifica en la planta y se fermenta como un tinto tranquilo, al que se remueve el hollejo antes de fermentar en barrica. También explora espumosos de viognier y pinot noir.

Una forja análoga tiene Clos de Chacras, cuyos orígenes se remontan a La Colina de Oro, una bodega fundada por un inmigrante suizo italiano a fines del siglo XIX, que pronto empezó a tener una importante repercusión internacional. Posteriormente ese proyecto evolucionó en otros, que incluso elaboró el primer vino espumoso método champañés que se elaboró en Argentina. En 1987, una de las bodegas de la familia se recuperó para iniciar en 2003 un proyecto de restauración que se transformó en Clos de Chacras, una bodega boutique que produce al año unas 50 mil botellas de vinos potentes, concentrados y estructurados bajo las líneas Gran Estirpe, Eredità y Cavas de Crianza.

Alto Las Hormigas es otro proyecto de terroir relativamente joven. Empezó en 1995 cuando Alberto Antonini, un reconocido enólogo toscano, decidió unirse a Antonio Morescalchi para buscar oportunidades de inversión en el vino argentino. Así se convencieron que Mendoza era el destino, donde adquirieron poco más de 200 hectáreas en Luján de Cuyo.  

A ellos se fueron uniendo otros y se dedicaron a la malbec, en una época en que todos las distinciones en la viña se hacían más por la altitud de la parcela y la edad de la cepa. Pero a Alto Las Hormigas la ecuación del vino no siempre le salía como esperaba, con lo que buscó el respaldo del chileno Pedro Parra, el único sudamericano especializado en suelos y terroir, quien prontó les explicó por qué unas cosas funcionaban en unos sitios y en otros no tanto. La respuesta fue que no todos los suelos son iguales, con lo que empezó a microzonificarse para clasificar los suelos buenos de los excelentes, separándolos conforme a su origen.  

La malbec es el corazón de Alto Las Hormigas, que elabora un portfolio de varias etiquetas: Mendoza Clásico que combina la fruta de Luján de Cuyo con notas florales y especiadas que aporta el Valle de Uco; Malbec Terroir Valle de Uco, con perfil floral, especiado y fina fruta roja; Reserva Valle de Uco, con malbec procedente sólo de riberas antiguas de la zona, que busca potencial de guarda y persistencia en boca; y el Single Vineyard Vista Flores, que procede de una parcela específica en Uco, que tiene un subsuelo arcilloso.  

Pero además de su pasión por la malbec, Antonini descubrió un día de forma fortuita el potencial de la bonarda, antes empleada más para mezclas que en solitario, y, sorprendido por la concentración y estructura que halló, decidió vinificarla y así comenzó un romance con esta cepa, a la cual le buscaron su amplia gama de posibilidades a través de los suelos y microclimas mendocinos, lo que llevó a establecer  en 2003 Colonia Las Liebres, una bodega hermana de Alto Las Hormigas, que se enfoca exclusivamente en bonarda y en elaborar vinos monovarietales de esta cepa Cenicienta.

Otro proyecto joven con experiencia detrás es Huarpe Wines, una bodega en Agrelo que toma su nombre de los indios huarpes, los primeros habitantes de Mendoza. Esta bodega familiar se fundó con la experiencia de generaciones, las de los Toso, una de las más importantes familias bodegueras de Mendoza, antiguos propietarios de Bodegas Pascual Toso. 

José Hernández Toso es el enólogo de Huarpe, también escogido por sus colegas Enólogo del Año en Argentina. Además de haber sido enólogo de Luigi Bosca, también trabajó en varias bodegas de Italia y Alemania, donde estudió. Recientemente ganó un importante premio de Naked Wines, consistente en una orden de casi un millón de dólares  para elaborar un vino de malbec para el mercado del Reino Unido. 

Huarpe se dedica a la producción de vinos premium que transtian de los vinos frescos y más fáciles a los más complejos destinados a la guarda, distribuidos en varias líneas designadas con nombres huarpes: Lancatay, vinos jóvenes, afrutados con un toque de roble; Taymente, vinos intensos, complejos y estructurados; Huarpe, ensamblaje de malbec y cabernet sauvignon con fran cuerpo y estructura; Guayquil, “el elegido”, ensamblaje de malbec, bonarda, petit verdtr, cabernet sauvignon, cabernet franc y tannat.

Además de wijn-ófilos, los Pon son buenos catadores de negocios. Su afinado olfato empresarial les hizo, en la década del 1940 apostar por marcas germanas por las que nadie daba un florín, luego de la derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial. Determinados, adquirieron los derechos de Volkswagen, Porsche y otros automotores para los Países Bajos. Décadas después, Argentina sacudió nuevamente ese olfato empresarial de los Pon, primero en la zona de Entre Ríos, y luego en el Valle de Uco.

Aunque su primera cosecha fue la del 1999, Salentein se inauguró en 2001. Dispone de  una estructura de sobria elegancia y grandes dimensiones, impresionante a nivel arquitectónico y funcional, ya que pretende minimizar los desplazamientos de la uva de etapa a etapa del proceso de elaboración, para lastimarla lo menos posible.

La bodega integra, en realidad, varias bodegas individuales. Unidas por un centro hueco de inmenso tamaño que recorre ambos niveles de la bodega, cada una de sus alas-bodega simula una cruz, en referencia a la memoria de los jesuitas que primero poblaron la zona. En el nivel calle, ubican los tanques de fermentación en madera o acero inoxidable, que varían de ala en ala, según cada marca. En el subteráneo, al cual baja todo por gravedad de tanque a barrica, se colocan botellas y miles de barricas barricas de envejecimiento.

Pero lo más importante del proyecto es la viña, casi 800 de hectáreas de viñedo distribuidas en cuatro fincas a diversas altitudes que pueden alcanzar los 1700 metros. Las fincas de Salentein, como las de Uco, se irrigan del agua de la nieve derretida de la montaña, cuya pureza produce vides con unos niveles bajos de Ph, lo que redunda en una mayor acidez, vinos de color más intenso, y mayor capacidad de envejecimiento prolongado. Los de Salentein son terrenos sueltos, con buen drenaje, lo que evita los hongos y las enfermedades en la vid. Todo el trabajo de viña en Salentein se realiza de manera mecánica.

Hace unos tres años llegó a Salentein José Galante, otra de las eminencias del vino argentino que por tiempo fue Chief Master enológico de Catena Zapata. Para Galante, Valle de Uco es la mejor zona vinícola de Argentina, una que además tiene identidad propia, como la tiene Cafayate. Pero tiene un aliciente más. Uco es la región más importante en materia de investigación y desarrollo vinícola.

Precisamente Galante ha sido artífice de un estudio de la variación de aromas de la malbec conforme su altitud, para definir perfiles de los aromas de Salentein. En las zonas más bajas: matices a tabaco, fruta fresca, fruta negra, grosellas, cerezas y mermelada; en las zonas medias, mermeladas de ciruela, frutas maduras, ciruelas secas, nueces, higos secos, especias; en las zonas altas tonos florales, a menta, tabaco, tomillo y especias. Y en Pedernal, en la provincia de San Juan, frutillas, especias, anises, tuttifruti y clavo de olor. Fruto de este trabajo ha sido una línea Single Vineyard para Salentein.

Una cata de dúos muestra las diferencias organolépticas de dos vinos de altitudes diversas vinificados y criados casi de idéntica forma. Un chardonnay 2011 de la línea Single Vineyard es más mantequilloso, ahumado, herbáceo, untuoso, cítrico, largo y envolvente que su contraparte de la línea Reserve, que guarda matices más florales y balsámicos, con tonos de eucalipto y mentol, granizado de limón, manzana verde, salinidad y una entrada más fina y recta en un vino más austero.

Un pinot noir Single Vineyard de 2011 tiene cerezas, regaliz, finas especias, flores, anís cristalizado, hinojo y almendras además de un pase aterciopelado y largo fin. Su equivalente Reserve es menos afrutado aunque conserva las notas florales y a anís, siendoo más envolvente y con un fin torrefacto.

Salentein tiene varias líneas: Finca El Portillo y Killka, vinos premium con enfoque joven y moderno y un predominio de la fruta fresca. Killka, que significa portal de entrada en aymará, es un vino que se elabora con duelas, muy pensando para el mercado de los Estados Unidos; Salentein Reserve, una línea varietal elaborados con vinos de fincas a 1050 y 1700 metros de altitud y suelos pedregosos; y las líneas top Salentein Numina, Salentein Single Vineyard y Salentein Primus. Numina es un blend, mientras que los otros son vinos varietales a partir de uvas como la pinot noir, la malbec, la merlot, la chardonnay, la syrah, la sauvignon blanc o la tempranillo. El primer pinot noir que elaboró la bodega se sirvió en los esponsales de los hoy Reyes Guillermo y Máxima de Holanda, para cuya coronación también se elaboró un malbec. Salentein elabora asimismo un cosecha tardía de sauvignon blanc, y varios espumosos.

Una de las grandes gratas sorpresas de Uco es Altocedro, un proyecto fruto de la pasión de crear y criar grandes vinos en La Consulta, uno de los mejores terroirs para el cultivo de la malbec.

En La Consulta, una zona agrícola con mucha inmigración, ya se cultivaba uva en la época de la colonización y sus vinos tenían fama de tener colores intensos y concentrados. Y fue allí donde la cuarta generación de emigrantes libaneses, Karim Mussi Saffie, fundó en 1998 Altocedro, sobre una antigua bodega con 17 cedros centenarios en su casco. Los Mussi Saffie tenían ya una larga trayectoria en el sector del vino, siendo uno de los primeros productores argentinos en exportar sus vinos.

Altocedro cuenta con tres fincas esparcidas por 24 hectáreas, con vides conducidas tanto en parral como en espaldera alta y baja. Lo interesante es la edad de las fincas, de 50 y 70 años de antigüedad, que se manejan con poca intervención y aplicando mínimos tratamientos.

En el 2000 remodelaron la antigua bodega, dotándola de los mejores elementos para combinar procesos tradicionales con innovación tecnológica, y un distintivo importante, el uso de la gravedad para transportar la uva de modo que se mantenga lo más íntegra posible. En 2001 se elaboró la primera cosecha.

Altocedro tiene cuatro líneas diversas de vino, de calidad y consistencia sobresalientes: Año Cero, que busca tipicidad y elabora monovarietales de malbec, tempranillo y cabernet sauvignon; La Consulta Select, que aspira a elegancia; Reserva, con un objetivo de complejidad en la malbec; y Gran Reserva, paradigma de sofisticación de esa misma uva.

Un horizonte rojo pimentón con fondo de mostaza constrasta con el  blanco trasfondo de las nieves de la Cordillera. Sabina y Fito Páez escoltan la entrada a Andeluna mientras en Uco, literalmente, llueve sobre mojado.

Esas pinceladas de color bien pudieran ser los sazones de cualquiera de los aperitivos en bolsa que por miles de millones produce la familia Lay. Si las frutas es el principal negocio argentino de los Pon de Salentein, son los chuches de Frito-Lay y la Pepsi-Cola los que sustentan el proyecto de vino fino que la familia de Ward Lay fue buscando en Argentina. Su gran interés por el país motivó que en el año 1995 invirtiera en la compra de una estancia de 80,000 hectáreas y hotel de lujo en la Patagonia Argentina, Estancia Alicurá. Ward aporto su visión del mundo y su decisión inquebrantable de calidad para Andeluna. Ward Lay fallecio en Octubre de 2011, pero su familia continúa con su visión. 

En Mendoza alió su nombre con otro importante, el de Ricardo Reina-Rutini, de una de las más importantes familias de vino de la región. Así surgió Andeluna, blend de los Andes y la luna que les ilumina, pero también de dos hemisferios de conceptos de vino. Fundada en 2003, desde 2007 Andeluna pertenece íntegramente a la familia Lay. 

El proyecto ha hecho una importante apuesta por el terroir de Gualtallary, incluida la gente del entorno. Sus vides se surten de unas 80 hectáreas que circundan la bodega, a excepción de la torrontés, que se trae de fuera de la finca. A excepción de la porción de uvas para los vinos premium, que se cosechan a mano, el resto de la vid se recoge de forma mecanizada.  

Una cata a los pies de los Andes en la acogedora casona de la bodega, con comedor, rústica cocina antigua y el eco de las notas de João Gilberto permiten recorrer las tres líneas de Andeluna, todas con un alto nivel y consistencia. Los Andeluna 1300, por la altitud de donde proceden las uvas y que busca mostrar la identidad de Gualtallary resaltando la fruta fresca en varios monovarietales, blancos, rosado y tintos, con apenas un toque de madera los últimos. La segunda, Altitud, busca más concentración, estructura y finura, algo que se logra con trabajo en el viñedo y una cuidada crianza de un año en barricas predominantemente de roble francés y algo de americano, 50% nuevo y otro tanto usado. Pasionado es la tercera línea, elaborada con las mejores uvas. Manuel González, se encarga desde 2010 de los vinos top de Andeluna, que se caracterizan por salir al mercado más tarde que los de otras bodegas, porque únicamente empiezan a comercializarse cuando se percibe están redondos para disfrutar. El francés Michel Rolland es el consultor.

San Rafael

 

Para llegar a San Rafael hay que esperar 70 años. Fue más o menos lo que aguardó Kurt Heinlein hasta empezar a recorrer la provincia de Mendoza buscando un terruño adecuado para cumplir su largamente acariciado sueño de crear una bodega que honrase la historia familiar de la casa de los Funcke y a la vez sirviera de motivación para generaciones futuras.  

Así a principios del siglo XXI llegó a San Rafael y dio con el lugar de sus sueños. Más de 300 hectáreas a orillas del río Diamante en una zona virgen y promisoria en la sima de la pre-cordillera andina. 

San Rafael es un departamento ubicado en la zona Sur de Mendoza, con altitudes menos elevadas (entre 400 y 800 metros) que en otras zonas de la provincia. Una región que a pesar de ser seca y árida, ya tenía actividad desde el siglo XIX gracias a su importante heliofanía y amplitud térmica.  

Los vinos se iniciaron con colonos franceses e italianos a inicios del siglo XX, y luego fueron llegando más exploradores, incluyendo rusos y ucranianos. Llego a tener casi el doble de los 14 mil habitantes que pueblan el departamento ahora. 

Algo que destaca a San Rafael es la diversidad de sus formaciones geológicas y suelos, que los hay volcánicos y aluviales con cantos rodados, arcilla, limo y arena, que propician una viticultura heterogénea que permite plantar la vid en la zona que le es más propicia. 

En San Rafael hay unas 60 bodegas y se ha notado un crecimiento en las cooperativas porque brindan una oportunidad de vender vino, además de uva. 

A la entrada de Bodegas Iaccarini hay un pequeño museo de maquinaria antigua, alguna de la cual estaba incluso en operación cuando la bodega emprendió una nueva etapa en 2009. El museo es un retrato añejo de San Rafael y su antigua industria vinícola, que en el caso de Iacarrini se remonta a 1903, cuando la fundó Pascual Iaccarini, coincidiendo con la llegada del ferrocarril a ese departamento mendocino. Al morir, no teniendo herederos, el legado vinícola de Iacarrini pasó a manos de los trabajadores de su bodega y escuelas de la zona que crearon una cooperativa que siguió funcionando hasta que la bodega quedó abandonada por un tiempo antes de que en 2009 la adquirieran sus nuevos propietarios, para hacer un proyecto inicialmente íntimo, que luego se lanzó como aventura comercial. 

Comenzaron con unas 25 hectáreas que hoy alcanzan las 60, cuyas uvas se derraman en depósitos con más de medio siglo, de hormigón, otros cilíndricos, e incluso piletas de ladrillo recubiertas, donde se elaboran varias líneas de vino bajo la dirección de Emilio Bartolucci y la consultoría enológica del francés Michel Rolland. 

Allí elaboran una línea de vinos jóvenes, Vía Blanca, y también los Iaccarini y los Cavas Don Nicasio, vinos mucho más complejos y con mayor crianza que se elaboran como monovarietales de una diversidad de uvas.

Franco Lucchini

Argentina tiene uno de los más importantes museos del vino de América Latina, ubicado en la bodega La Rural, en Mendoza.

A través del vino se conoce la calidez del argentino y cómo pone el corazón en su viña. No importa que en San Rafael haya continuas interrupciones del servicio de energía eléctrica y sea complicado proyectar proyectos de vino a largo plazo porque se vive día a día, los sueños se alcanzan y aunque tarden siete décadas, valen la pena la espera y el empeño. 

Por eso a Kurt Heilein no se preocupó por iniciarse en el mundo del vino a los 73 años. Originario de Buenos Aires y viniendo del mundo de los negocios marítimos, en 2003 compró la tierra que le cautivó en San Rafael y en 2005 empezó a plantarla para construir Funckenhausen, bodega que lleva el escudo familiar y el recuerdo de la zona alemana de donde procede la familia. 

Con el apoyo del ingeniero Franco Lucchini, plantó sus primeras 20 hectáreas con malbec, cabernet sauvignon y syrah, y para que el proyecto se plasmara como se había soñado encomendó al enólogo Mauricio Lorca la tarea de transformar en botella aquel sueño de años, para el cual no pudo escoger un mejor nombre que La Espera. 

La Espera y Funckenhausen destilan ilusión, amor por la familia, un entusiasmo capaz de superar cualquier reto, y un deseo de asegurarse que el consumidor también lo sienta. Es imposible no emocionarse escuchando a Alejandro Leirado hablar de su abuelo, recorriendo viñas y olivares de Funckenhausen, monitoreando la preparación de un suculento asado y vertiendo copas de La Espera para acompañar y mostrar todo lo que esa tierra que le nutre produce.  

Nieto de Heilein, para Alejandro el proyecto Funckenhausen ha sido la medicina que terminó de sanarle de una grave enfermedad que le mantuvo apartado por mucho tiempo de cualquier tipo de actividad. Al volver a la vida, su ilusión fue dedicarse con ahínco a concretar el sueño de su abuelo. 

Lo importante de Funckenhausen es el respeto que forma parte de la filosofía del proyecto y la viña, unas 27 hectáreas con altas espalderas donde predomina la malbec, pero también hay cabernet sauvignon, syrah, bonarda, tempranillo, sauvignon blanc y chardonnay, en la que se interviene muy poco gracias a la climatología que propicia la sanidad de la uva, pero a las que hay que proteger con mallas antigranizo.

Todo pie franco sin injertar porque históricamente San Rafael ha estado libre de filoxera. Además de la viña, 31 hectáreas de olivar cargados a rebosar antes de la cosecha con variedades arbequina, empeltre y picual, y unos cuantos cientos más de hectáreas que aún no se cultivan. Hay planes de integrar a viña otras variedades como la cabernet franc, la petit verdot o la riesling, que antaño estuvo plantada en la zona. 

Funckenhausen es una bodega sin bodega, ya que aún no han construido una facilidad para este fin, y la uva se vinifica en la bodega del enólogo, Mauricio Lorca, traslándola toda de noche. De ahí surgen tres líneas, La Espera, elaborada con duelas y maderas alternativas, La Espera Reserva y La Espera Blend, dedicadas primordialmente a la exportación. Líneas bien construidas y fáciles al trago sin ser simples y excelentes armonías todas para la comida, como los suculentos asados argentinos, los postres de chocolate y hasta salsas increíbles para el asado que combinan frutas con aceite de oliva y picante ají rocoto.

 

San Juan

 

Entre vestigios de dinosaurios y el recuerdo de haber sido donde Evita conoció a Juan Domingo Perón a seguidas del terremoto que afectó la provincia en 1944, hoy se alzan inquietas cepas de syrah, la principal variedad de entre las uvas que se cultivan en la provincia de San Juan, la segunda zona vitivinícola en importancia de Argentina, donde se produce aproximadamente el 21% del vino elaborado en el país. 

No es de extrañar el buen alojo de la cepa en este territorio que coincide en latitud con Australia, el Golfo Pérsico y el Sur de Europa, enclaves donde también se expresa bien la syrah. Latitud 31 y 32 grados sur. Altitud que fluctúa entre 450 y 1450 metros, un rango amplísimo que da para muchas cosas, pues sirve como mecanismo para controlar el grado alcohólico y la concentración que resulta de la gran exposición al sol de las vides. 17 grados Celsius de temperatura anual promedio y una superficie que roza las 50 mil hectáreas. 

Así es San Juan, la argentina, una provincia con historia y larga tradición en el cultivo de la vid y el olivo. Allí llegó en el siglo XIX Santiago Graffigna, un inmigrante llegado de Italia a la argentina San Juan casi con lo puesto, pero logrando sentar importantes bases para la industria que más tarde florecería en la provincia. Todo un pionero en la industria del vino argentino, fue responsable de la llegada del ferrocarril a San Juan y también de la creación de la primera estación de radio fuera de Buenos Aires, la “Radio del Vino” creada para educar a los radioescuchas sobre este producto, además de ser el primer bodeguero en el país en emplear la gravedad en la vinificación, permitiendo un proceso más puro de elaboración. Pero quizás una de sus aportaciones más interesantes fue la creación del viñedo experimental más grande de su época, con 800 variedades de uva importadas de Europa para estudiar y mejorar las técnicas de vinificación.

Con la fundación de Bodegas Graffigna en 1870, bodega pionera en San Juan, una de las más antiguas en Argentina y la primera en embotellar allí sus vinos, la industria del vino sanjuanino tuvo un gran despegue, que se reforzó a mediados del siglo XX.

El clima que permea en la región es cálido continental, con mucho sol y extremadamente seco, lo que unido a los suelos pobres ---pedregosos cubiertos con arena y arcilla en el límite izquierdo del Río San Juan, y de textura suave y arcillosa en su margen derecho---   y la gran altitud rinden cuatro ingredientes importantes para el vino: sanidad de la vid, grandes amplitudes térmicas, calidad del vino y una aptitud para una consistencia año tras año.

De esta diversa conjunción de suelos y altitudes surgen varias zonas productoras, de la cual la principal es Pedernal, y hay otras como Tulum, Calingasta, Iglesia, Valle Fértil y Ullum-Zonda por donde se esparcen variedades como la malbec (que no halla en San Juan su mejor terreno de expresión), la syrah (la cepa predominante), la cabernet sauvignon, la tannat y la bonarda, en tintos, y la chardonnay, la torrontés, la pinot gris y la viognier en blancos. Otra uva que también se emplea en San Juan es la ancellota, una variedad italiana tinta, con mucha estructura y taninos suaves que primodialmente se ha empleados para blends, pero a la que algunos enólogos le vislumbran un gran potencial en la provincia.

El Valle de Tulum se ubica a unos 600 metros de altitud y allí se elaboran vinos comerciales de gran volumen, concentración media y gran intensidad. Allí brilla el sol 330 de los 365 días del año ofreciendo unas buenas condiciones de cultivo para uvas orgánicas, y entre sus variedades más aptas están la chardonnay y la tannat, aunque no la malbec que se destine a vinos de alta gama.

Un poco más arriba, a 850 metros de altitud, está el Valle de Ullum-Zonda, de suelos arenosos con áreas pedregosas, también poca lluvia, y destacado por la gran tipicidad de sus blancos de uvas como la viognier, la chardonnay y la sauvignon blanc, rindiendo también buenos malbec y syrah para gamas medias y altas de vino.

Pedernal está mucho más elevada, a unos 1,400 metros de altitud, también con suelo pedregoso y arenoso, del que surgen blancos frescos y afrutados de chardonnay y sauvignon blanc, y tintos de colores intensos y aromas a frutos rojos de malbec, syrah y cabernet sauvignon.

Las características de cada valle hacen que una misma variedad se exprese de manera diversa en cada uno. Así los malbec de Tulum son afrutados con matices vegetales, los de Zonda afrutados e intenso color, los de Calingasta tienen recuerdos a frutas rojas y especias, unos tonos que se replican en Pedernal, donde esta uva se muestra especiada y afrutada.

Las condiciones climáticas y de suelo en la provincia de San Juan, y sobre todo el valle de Tulum, permiten que los vinos regionales se destaquen por ser amables, de concentración media, por no requerir de largas guardas y generalmente estar listos para consumir mucho más pronto que los vinos de otras regiones argentinas, siendo de más fácil trago y buena rotación. Algo que se constata degustando dos malbecs de la cosecha 2013 con matices bastante bien definidos y disfrutables, incluso sin haber completado su fermentación.

En San Juan, la de Argentina, muchas bodegas apuntan notas de crianza en madera empleando roble alternativo, es decir, que en lugar de envejecer los vinos en barrica, le echan chips de madera o colocan duelas dentro de los depósitos de acero inoxidable, creando una especie de barrica dentro del acero. Contrario a lo que algunos puedan pensar, esto no desmerece la calidad de los vinos, sino que brinda un aporte diferente de matices al producto final y ayuda a ofrecer precios más competitivos al consumidor, además de ser más aptos a algunas uvas que no siempre resisten bien la madera en la zona de San Juan.

En la provincia hay unas 56 bodegas elaboradoras de las que Casa Montes es la top seller sanjuanina en el mercado argentino, y Graffigna, Finca Las Moras, y Callia son las principales bodegas de la provincia en mercados internacionales.

Anteriormente propiedad de la familia Pulenta, en 2003 el Grupo Salentein adquirió Bodegas Callia, expandiéndola con con el objetivo de potenciar la excelencia de la variedad Syrah en Argentina, de la cual tiene plantadas unas cuatro mil hectáreas repartidas entre los valles de Tulum y Pedernal, éste último zona en la cual José Rubén Morales, enólogo de Callia, piensa que está el potencial de la producción vinícola de la provincia. La bodega se amplió en 2009.

Callia tiene cuatro líneas principales, Callia, una línea joven, para quien se estrena en el vino; Callia Reserva, una línea 100% varietal que emplea duelas y chips de madera y que mantiene la línea afrutada, fácil, pero un paso más adelante para ir creciendo en el vino, Callia Magna, que emplea barricas de segundo y tercer uso para potenciar las variedades en el terruño donde mejor se expresan; y Gran Callia, ensamblaje de uvas que cría sus vinos en barricas nuevas. 

Además de sus tintos y blancos tranquilos, Callia ha crecido en producción de vinos espumosos, especialmente dulces tipo Asti Spumanti a partir de la torrontés y que son sencillamente exquisitos. La bodega también elabora un espumoso de syrah, además de dulces rosé, un dulce natural de torrontés, y un dulce que combina syrah y malbec.

Otra de las bodegas señeras en San Juan es la de Augusto Pulenta, una dinastía vinícola originaria de San Juan que es considerada entre las más importantes del país y que en la provincia tiene una historia centenaria y firme, tanto que en el terremoto que asoló San Juan en 1977 la de la bodega fue una de las pocas estructuras de San Juan en quedar en pie. En 1997 Augusto y Ernesto Pulenta se desvincularon del grupo Peñaflor, para emprender un proyecto propio que se convirtió en Bodega Augusto Pulenta. En 1999 la bodega elaboró por primera vez vinos con uvas de fincas propias. 

En San Juan la bodega elabora tres líneas, Valbona y Valbona Tradición, una línea de vinos varietales que destacan por su gran finesse, complejidad y corte muy rodanés, y la Augusto P., una línea de alta gama que se lanzó coincidiendo con el primer centenario de la bodega.

Tierras del Huarpe es una bodega cooperativa que produce la línea 7 Viñas, con etiquetas de malbec, syrah y cabernet sauvignon, y Merced del Estero tiene la línea Mil Vientos, con etiquetas de torrontés, syrah, cabernet sauvignon y un malbec criado en barrica, potente, pero elegante, lleno de fruta oscura y marcado recuerdo a sirope de chocolate. 

Otra de las bodegas sanjuaninas de mayor dimensión es Casa Montes, fundada en 1992 por el empresario andaluz Francisco Montes. Con 160 hectáreas, Casa Montes empezó su proyecto vitícola en 1994 y el de bodega en 2000, para arrancar en 2002-03 con una tímida comercialización que destina el 70% de su producción al mercado argentino.  

Toda la producción de uva es propia, y la vendimia se realiza de forma parcialmente mecanizada y nocturna, ya que la mano de obra plantea retos cada vez mayores en Argentina. Los suelos de las viñas son aluvionales, más profundos con arcillas, y franco-arenosos. En bodega también se ayudan de equipo que agilice los procesos, como el de remontado automático durante la fermentación. 

Casa Montes tiene una súper amplia gama de vino repartida entre varias líneas: Ampakama, vinos jóvenes con cuerpo liviano a partir de uvas como la viognier, la torrontés, la chardonnay y tintas como la syrah; Ampakanma Intenso, vinos con cuerpo y equilibrio con una crianza menor de tres meses en roble; Ampakama Espumante y dulces; Don Baltazar, monovarietales con crianza 9 meses de crianza en roble y un año y medio en botella y una mayor estructura y volumen en boca; y Alzamora.

 

Patagonia, la Argentina más austral

 

Un trozo de la Patagonia está en Palermo. En ese barrio bohemio, artístico y gastronómico con que vibra la noche de Buenos Aires hay un trozo del fin del mundo donde se pueden degustar magníficos asados en la capital argentina, acompañándolos de los vinos de la Bodega del Fin del Mundo, que tiene allí un restaurante para que quienquiera desee degustar sus vinos. 

Preciosa decoración moderna y rústica que ensambla piedra, madera, vino y un impresionante menu carnívoro digno de los dinosaurios que se supone habitaron alguna vez la Patagonia. 

Ubicada al este de la Cordillera de los Andes y al Sur de Buenos Aires, la Patagonia es una zona remota que algunos designan como “el fin del mundo”, donde conviven glaciares con zonas desérticas que se han ido convirtiendo en una pequeña, pero pujante región de vinos en Argentina a una latitud más extrema, compensado con una menor altitud para la producción, entre 300 y 500 metros sobre el nivel del mar. 

Una conjunción de factores hace que la Patagonia tenga una interesante aptitud para el cultivo de la vid. Su clima alejado del mar confiere una buena demarcación de las cuatro estaciones y contrastes de temperatura propicios para la maduración de las vides y el desarrollo de aromas, acidez y color; sus suelos son pobres, con escasa materia orgánica y baja fertilidad; el clima seco ayuda a la sanidad de la viña, requiriendo de poca intervención aunque obligando al riego, que se gestiona con el agua pura del deshielo de la Cordillera. La gran extensión geográfica y diversidad de terruños facilitan mayores extensiones de cultivo que en otras zonas, además de que esa diversidad permite el cultivo de una amplia variedad de cepas blancas y tintas. A la zona se han adaptado mejor variedades de ciclo corto y medio; los ciclos vegetativos regulares son bastante redondos y con muy buenas maduraciones. 

Condiciones todas que han probado su aptitud para la producción de vino en provincias patagónicas como Neuquén, Río Negro o La Pampa, que aunque no llegan al 2% de la producción de vino en Argentina, sí regalan vinos frescos, de estructura más bien ligera, un carácter más mineral que los mendocinos, con buena acidez natural y por ello interesante potencial de guarda, dependiendo de la elaboración.

En la Patagonia la pinot noir es muy popular, conjuntamente, claro está, con la cepa más conocida en Argentina, la malbec, que en esta zona produce vinos con menos cuerpo, más pulidos, redondos y más fáciles que los de otras zonas del país.

Entre los blancos patagónicos los hay de chardonnay, sauvignon blanc y hasta riesling, pues la zona es apta para el cultivo de una amplia gama de variedades, muy aptas armonías gastronómicas.

La bodega más antigua de Patagonia es Humberto Canale, fundada en 1909 por el ingeniero del mismo nombre, y pionero del desarrollo de la viticultura en esa región extrema. Una aventura osada pero apetecible para un espíritu arriesgado y creativo como el suyo, que logró transformar el territorio virgen en sabor de vino. 

A Río Negro llegó con un proyecto para dotar de riego a la zona   ---con producción ganadera y hortofrutícola---    y llevar así agua por unas 16 mil hectáreas. Concluido este proyecto de ingeniería, compró unas 400 hectáreas que hubo que adecuar para fines agrícolas. Una parte para frutales, otras para otros cultivos y unas 100 que se destinaron a la viticultura, con cepas traídas desde Francia por el propio Canale, como la merlot, la cabernet sauvignon, la pinot noir, la semillon y la malbec. 

En apenas una década la bodega se tornó tan exitosa que su producción se agotaba año tras año de este modo el cultivo de la vid se constató como la base de la primera agroindustria local, la de elaborar vinos. De ahí que continuara acoplándose el territorio con más obras de ingeniería para la potenciación de una industria vitivinícola que permitió a la Patagonia crecer silenciosamente al punto de llegar a considerársele una nueva California. Para 1916 en Río Negro había ya 64 bodegas, cuyos vinos no tardaron demasiado en comenzar a ganar prestigio, al igual que la Bodega Huergo & Canale, que así se llamaba entonces, que por volumen de producción era la más importane de la zona. 

Así la industria del vino fue fortaleciéndose a la par que seguían las obras para seguir dotando a Río Negro de la infraestructura agrícola para seguir encauzando el potencial de la región, que ya se había identificado casi un siglo atrás. Pero también luchando con el potencial que representaba Mendoza como zona de vinos. 

Hoy, la bodega Humberto Canale cuenta con viñas viejas en las que aparecen rieslings plantados en 1936  ---la única plantación de esta variedad en Patagonia---  o pinot noirs de 1929 que hoy aún continúan produciendo vinos muy afrutados, elegantes y redondos. 

Otra pionera en la región es la Bodega del Desierto, la primera en la provincia patagónica de La Pampa que surgió cuando la familia propietaria de las tierras se interesó en el mundo del vino e hizo un estudio de suelo, que mostró su aptitud para el desarrollo de la viticultura, con lo que a partir de 2001 plantaron muchas variedades de uva para ver cuáles se adaptaban mejor. Una de éstas fue la cabernet franc, de la que fueron pioneros en la región. Con Paul Hobbs como asesor enológico, y Sebastián Cavagnaro como enólogo, la bodega produce dos líneas, Desierto Pampa, enfocada en vinos de alta gama, y Desierto 25, ya que la bodega está ubicada en 25 de mayo, al sudoeste de la provincia. 

Si el estadounidense Hobbs es el asesor de la Bodega del Desierto, el francés Michel Rolland lo es de la del Fin del Mundo. Ubicada en San Patricio del Chañar en la provincia de Neuquén, la bodega se fundó en 1996 con el reto de convertir tres mil hectáreas de un tereno inhóspito en un lugar adecuado para el cultivo de vid. Las primeras cepas se plantaron en 1999, y hoy hay casi 900 que conforman las de Bodega del Fin del Mundo, que tiene a cargo el enólogo Marcelo Miras.  

Neuquén es un polo vitícola que empezó a desarrollarse alrededor de 1998-99 y en la que el vino se planteó como una alternativa a una economía basada en petróleo y gas. 

Bodega del Fin del Mundo tiene una amplia línea de vino que va desde sus Special Blend a otras como los single vineyard Fin, sus mezclas Gran Reserva, los Newen, los Ventus,  hasta un dulce y un espumoso brut de pinot noir y chardonnay, y, por supuesto, su conocida Postales del Fin del Mundo, una línea de vinos jóvenes sin crianza en madera, todos muy amigables para acompañar comida. 

En San Patricio del Chañar y a cargo también de Miras está la Bodega NQN, bodega hermana de  Fin del Mundo y asesorada por Roberto de la Mota, que se conoce por su línea Malma y una nueva, P15, una línea de vinos frescos y jóvenes. 

En esa misma localidad está Bodega Familia Schroeder, conocida por sus líneas Saurus. Los Schroeder, familia con una trayectoria importante en los medios de comunicación y el campo de la salud en Argentina, comenzaron su proyecto de bodega en la Patagonia en 2001. Con la remoción del terreno para el inicio de su construcción, aparecieron huesos de fósiles titanosáuridos, que abundan en la zona. De ahí surgió un particular huesosaurio, pero también la inspiración de Saurus, como nombre para designar a los vinos que se elaborarían en la bodega, cuya primera cosecha fue la de 2003. 

Saurus es la línea base, que busca expresar frescura, juventud, notas afrutadas y taninos suaves que proceden de su breve paso por barrica, apenas un promedio de tres meses para que los vinos puedan disfrutarse a poco de su elaboración. Saurus Select busca un escogido de las mejores uvas para destacar no sólo la tipicidad de cada cepa, tintas y blancas, sino la particular expresión de esa tipicidad conforme al terruño que les acoge. El tiempo en barrica de los tintos, unos 12 meses, marca una diferencia importante entre una y otra línea, ya que aunque ambas están bien estructuradas, los de Select son vinos mucho más complejos, sin ser amaderados,  y pensados con potencial de guarda.

Familia Schroeder es la tercera línea, la de alta gama de la bodega, línea que no se elabora todos los años, pero que cada cosecha que se elabora tiene una personalidad diversa. La bodega produce además los Alpataca, Deseado y un rico espumoso dulce de torrontés tipo Asti Spumante, siendo pionera en este tipo de elaboración en Argentina.

En Río Negro se destaca Bodegas Noemia, un proyecto que nació con el descubrimiento de un antiguo viñedo de malbec en un remoto rincón de esa provincia, célebre por su producción frtuícola, que inició el cultivo de vid a principios del siglo XX. La bodega es un proyecto cuyo potencial para la producción de vinos de alta calidad vislumbraron la Condesa Noemi Marone Cinzano, como el vermut, y el enólogo danés Hans Vinding-Diers y que sigue prácticas de filosofía biodinámica con las que elabora tintos de gran personalidad como J. Alberto, Alisa o Noemia.

El clima propicio a la sanidad de la uva debería de confabularse para que en Argentina más bodegas manejaran sus cultivos con filosofía biodinámica. No obstante, aunque el interés por esta filosofía que buscar sincronizar las energías del universo es cada vez más creciente, son aún pocas bodegas en el país las que siguen estas prácticas y certifican sus vinos con ellas. 

Noemia en la Patagonia, Colomé en Salta, Alpamanta, Zorzal y Animal en Mendoza son algunas de este reducido grupo, aunque quizás una donde el biodinamismo se refleja de manera más pura y apasionada es Finca Dinamia, en el departamento mendocino de San Rafael, y el primer proyecto orgánico-biodinámico en Mendoza. 

Allí se llega luego de recorer un largo trecho de carreteras sin pavimentar, unas con piedra, otras con fango, atravesadas por algún riachuelo que a su vez tienen que atravesar quienes se desplazan hasta allí. Se interrumpe el suministro de electricidad, frecuentemente sucede también lo mismo con las comunicaciones de teléfono e internet, a veces hay que conducir horas interminables, pero aún así se hace vino. Por titanes que se apasionan y que aportan a cada bodega una historia. 

El titán de Finca Dinamica es Alejandro Bianchi. Descendiente del fundador de Bodegas Valentín Bianchi, llegado a Mendoza a principios de siglo XX, Alejandro estuvo vinculado por mucho tiempo a la bodega familiar hasta que Nicolas Joly se cruzó en su camino. La filosofía del francés le apasionó y así decidió profundizar más en el tema de la biodinámica y decantarse por esa filosofía de elaboración, en la que profundizó estudiando otras bodegas del mundo. 

En Dinamia se mueven a otro ritmo. La tranquilidad se respira en un silencio en viña sólo roto por la cola que mueve un perro que sigue a Alejandro por doquiera va. En 2001 compró la finca que antes era plantación de alfalfa, y empezaron los trabajos en 2001. A partir del 2005 se estrenó un trabajó orgánico que dio paso a una producción biodinámica desde 2011. La bodega, ubicada a cierta distancia de la viña, también funciona de manera biodinámica. 

Desde la viña brinda Bianchi una clase práctica y magistral, donde explica el calendario astral para manejar la vitivinicultura, como hay días hoja, flor, raíz para abonar y recoger tubérculos, y días frutas idóneos para la recolección del fruto. Un calendario que varía del hemisferio norte al sur, porque las constelaciones son distintas en cada uno. En compañía del fiel can muestra una pequeña montaña de fladen, una especie de composta concentrada creada con los hollejos de las uvas, el estiércol de sus propios animales y preparados de hierbas que, luego de “añejados” por algunos meses, volverán a la tierra según vaya abonándose el terreno.  Hasta un total de 12 plantas más para prevenir enfermedades y curar las vides de manera natural, y luego un espacio donde se guardan cuernos y preparados para las dinamizaciones que ayudarán a sincronizar la energía del cosmos. 

Dice Alejandro que los hollejos se tornan más gruesos cuando se emplea la biodinámica, generando vinos con mayor color y aromas más complejos.

Las 14 hectáreas de Finca Dinamica están plantadas íntegramente de malbec viejo, un clon bastante próximo al malbec de la francesa Cahors, con cepas de entre 80 y 85 años. De ahí surgen dos vinos, un rosado y un tinto, ambos buenas almas con botellas más livianas, amigables con el ambiente y sin etiquetas, para evitar el papel y su adhesivo. 

El Buenalma Malbec Rosé 2011 es un vino fresco pero con más cuerpo que otros rosados, envolvente, afrutado, intenso, con buena acidez y buena estructura, certificado por Demeter, biodinámico, y Argencert, orgánico. El Buenalma Malbec 2011 es un biodinámico que es una explosión de grosellas, muy redondo, con un perfecto juego especiado, envolvente y sedoso en boca. Un vino que se fermenta en depósito de acero inoxidable y se cría con un blend de maderas de roble. En su cosecha 2009, el Buenalma Malbec mantuvo la fruta, más oscura, pero los matices de paso por madera se hicieron más evidentes, con notas incluso a jamón ahumado. 

Finca Dinamia, cuyo enólogo es Fabricio Orlando, tiene un proyecto de timeshare de viña, en el que se venden hileras en propiedad conjuntamente con las botellas que de ellas surjan y la opción de pernoctar alguna semana en la casa que hay en la viña.

Vinópolis en Mendoza

Este 2013 la ciudad de Mendoza anunció la creación de Vinópolis, un espacio en que los visitantes, más que un museo, tendrán un centro explicativo en el que podrán conocer el proceso de elaboración de vino en un ambiente lúdico que permitirá acercar al público a esta ya bebida nacional argentina. Vinópolis ubicará en los talleres del ferrocarril del Parque Central de Mendoza. Se recreará una pequeña bodega para que los visitantes vivan de cerca la elaboración y también puedan elaborar su propio vino, que podrán llevarse como recordatorio, con su propia etiqueta. En Vinópolis se contemplan, además, catas guiadas y espacios para bodegas, gastronomía y exposiciones.

 

Día del Malbec

Argentina celebra el día internacional del Malbec el 17 de abril. Esta fecha  conmemora el día en 1853 que Sarmiento solicitó al gobierno invertir en la agricultura nacional. La celebración honra a la uva más conocida de la Argentina con un amplio programa de actividades alrededor de todo el mundo.

No es arriesgado afirmar que una de las principales consideraciones de la elaboración del vino argentino es que esté destinado a disfrutarse como acompañante de comida. 

En Argentina el disfrute del vino es un acto de celebración que trasciende la mera copa de cata para adentrarse en un sinfín de otras sensaciones humanas y territoriales que marcan la diferencia.  

Muchas de esas sensaciones vienen dictadas por la culinaria del país, uno que por su vastedad es rico en materias primas de las cuales la carne y los productos lácteos, como el queso, son un pilar fundamental. Los argentinos son maestros de los asados y los quesos abundan en los menús y postres, acompañados muchas veces por frutas de temporada, como los cuaresmillos. Carnes de res, cerdo, cabro o cordero son algunos de los ingredientes fetiche del país. 

Otro emblema del país son las empanadas, que varían algo su estilo de provincia en provincia, pero constituyen el tentempié o aperitivo por excelencia, tan adictivio que por sí solas y en múltiplos pueden constituir todo un menú.

Un producto argentino aún no lo suficientemente divulgado en los mercados internacionales es el aceite de oliva. En Argentina se cultivan variedades de aceituna españolas e italianas y sólo una variedad nacional, la arauco, procedente de cruces naturales entre variedades europeas y que se adaptó al suelo argentino desde la época colonial y se usa para aceite. Hay olivares en Catamarca, La Rioja, Córdoba, Jujuy, Salta e incluso Buenos Aires, pero Mendoza y San Juan son las zonas productoras más antiguas y clásicas.

Contrario a lo que sucede en España, en Argentina es más evidente la tradición italiana que eslabona la producción de uva y vino con la de aceituna y aceite de oliva de factura propia. De este modo, en no pocas bodegas argentinas conviven vides y olivares en la misma propiedad y se elaboran tanto vinos como exquisitos aceites de oliva extra virgen. Dos excelentes son el de Bodegas Lagarde y el Olivar de Lunta, de Bodegas Mendel en Mendoza. La provincia de San Juan es también conocida por su importante producción de aceites de oliva.  

Pero quizás lo más importante, y algo que distingue a Argentina de otros destinos enoturísticos, es la apuesta unánime que un alto porcentaje de sus bodegas ha hecho por la gastronomía como atractivo y complemento de sus vinos. Quizás más que en ningún otro país productor, en Argentina abundan los restaurantes en bodega, establecimientos que abren de manera regular para los enoturistas, pero también para disfrute de cualquier otro visitante con aficiones menos lúdicas. 

De la comida más tradicional con sabor casero a los manjares más creativos elaborados por cocineros de renombre o talentos de nueva generación, comer en bodega es una de las experiencias más atractivas del panorama gastronómico en Argentina.  

En la posada en las alturas de Colomé se llega más cerca del paraíso con los inolvidables corderos tiernos, jugosos y suculentos que la cocinera borda acompañados de productos del huerto, cultivados en la misma finca. Sabores de tierra y río hay en Bodega Nanni, en el centro de Cafayate, donde aparecen las truchas y el charqui, carne cecina. En contraste, en la modernísima Piatelli, también en Cafayate, su amplio restaruante ofrece otras creaciones más elaboradas como ceviche de vegetables, o una magnífica bondiola de cerdo con chutney de mandarina, un dulce de leche en tres texturas o un interesantísimo pisco sour de torrontés para limpiar el paladar.

Más creativamente tradicionales quizás los de Dominio del Plata, que en su Osadía de Crear Restó, abren las puertas a quienquiera disfrutar de una gastronomía con esencia clásica pero toques creativos mientras se admiran los viñedos mendocinos. 

Una vista maravillosa de viñedos hay también en Salentein, en el Valle de Uco, que cuenta con un amplio restaurante con recetas tan creativas como con la ensalada de provoleta, exquisita simplicidad para acompañar los magníficos vinos de esta bodega. 

Más cosmopolitas quizás los de Casarena, cuyo restaurante maneja el Chef Mun, un financiero coreano-estadounidense que luego de recorrer el mundo determinó seguir su vocación culinaria y afincarse primero en Buenos Aires y luego en Mendoza, donde creo Mun Restó, cuya cocina funde los sabores de Asia y Argentina con delicias como la Ensalada de Casarena 505 con miel de Mendoza y wasabi, sushi crocante, filet mignon con salsa de soya y malbec, o bizcocho de chocolate con té verde. 

Los chefs más reconocidos del país también han llegado a las bodegas mendocinas, como fue el caso de Jean-Paul Bondoux, quien por muchos años tuvo una sucursal de su La Bourgogne bonaerense en Bodegas Vistalba. Quien sí se mantiene en la región es Francis Mallman, al timón de Restaurante 1884 en Bodegas Escorihuela, con una de las mejores cartas de vino del país y un menú que busca enaltecer la gastronomía local. 

El vino y la uva se han vuelto ingrediente por excelencia en muchas de las confecciones gastronómicas en territorios vitivinícolas, con lo que los sorbetes de vino, las reducciones de malbec o incluso los enrollados de cabrito en hoja de parra  son creaciones muy apreciadas. El mosto incluso se emplea en la confección de cócteles. 

Fuera de las bodegas, en las zonas vinícolas hay excelentes restaurantes que no sólo ofrecen sus manjares a sus comensales, sino que también los comparten con servicios de catering. Es el caso de Siete Cocinas, una casona antigua en el centro de Mendoza donde el Chef Pablo del Río repasa en el plato los sabores de las siete regiones gastronómicas de Argentina, o de Francesco Restó, en la zona de San Rafael, donde se pueden degustar algunos de los más creativos aderezos para ensaladas, como uno de ají rocoto con frambuesas, sal y aceite de oliva. 

Y en algunos casos, cuando el comensal no puede llegar a la bodega a disfrutar los vinos, la bodega llega al consumidor, como lo ha hecho la patagónica Bodega del Fin del Mundo, que ha trasladado su experiencia del fin del mundo a la zona de Palermo, en Buenos Aires, edificando un acogedor restaurante donde sus vinos se amalgaman con los mejores clásicos de la cocina argentina.

 

Esta edición deluxe se complementa con una amplia guía de cata de vinos argentinos, que puede hallarse más adelante en esta misma edición.

 Puede acceder a más vídeos presionando los enlaces:

Depósitos Colomé * Quebrada de las Flechas * Cuesta del Obispo * Viñedos en Cafayate *

Jirafa en la Vieja Trapiche

 

Divinidades y Viajes & Vinos agradecen profundamente a Wines of Argentina y al Consejo Federal de Inversiones de Argentina su invitación a conocer de manera detallada y abarcadora el arte de hacer vino en ese gran país que es la Argentina. 

Wines of Argentina es una asociación privada constituida por un importante número de bodegas en el país, que trabaja en conjunto y apoyada institucionalmente por diversas entidades del sector público y el privado. 

Otras entidades importantes del sector vino en este país con el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTAP), el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), el Consejo Federal de Inversiones (CFI) y la Corporación Vitivinícola Argentina (COVIAR).

Como parte de esa tarea, regresará a su apreciado Puerto Rico para encabezar un evento pionero y único en su clase, que en anticipo a la vendimia 2013 permitirá a los participantes recoger y disfrutar muchas burbujas el próximo fin de semana del Día del Trabajo, cuando los súbditos de Veuve-Clicquot participen en el Veuve-Clicquot Labor Day Week-End Experience, que del 30 de agosto al 2 de septiembre convertirá al hotel San Juan de Isla Verde en destino patrio de todos los portorricensis que tienen la doble ciudadanía de esa otra patria que es Champagne.

 

Este Veuve-Clicquot Labor Day Experience abarcará una oferta de actividades diurnas, nocturnas, degustaciones y cenas que mantendrán a los amantes de Veuve-Clicquot en Puerto Rico subyugados por las burbujas.

 

Durante tres días los participantes podrán disfrutar de desayunos con champán, un lounge Veuve-Clicquot, un jardín de champán, champán en las cenas, asueto en la piscina, burbujeante sandungueo en las noches y magnas experiencias epicúreas.

 

Entre éstas se destacan una gran cata de Veuve-Clicquot 2004 acompañada de tapas, precisamente una de las cinco cosechas que Casenave considera inolvidables en Champagne; un Yellow Fascination Party con copas de Clicquot y los beats más actuales; y una cena de degustación con un menú de cinco platos especialmente creado para armonizar la efervescencia brut, rosa y demi-sec de la Viuda y las notas de la Orquesta Filarmónica de Puerto Rico, que hará también sonar compases de Clicquot en todos los paladares.

 

Armonizando el talento de Casenave, la parte gastronómica de la celebración estará a cargo de la cocinera televisiva Ingrid Hoffmann, quien pondrá en el plato los sabores de estas actividades especiales.

 

“Ingrid es latina y muy exitosa en los Estados Unidos. Por lo tanto conoce qué combinaciones gastronómicas pueden agradar a todos. Por mi parte, ofrecí mis sugerencias de qué cosas maridaban mejor con nuestros champanes para cada propuesta culinaria. Estoy seguro que todos los asistentes a la cena disfrutarán mucho”, adelanta Casenave a Divinidades. Disfrute al que sin duda se entregará también el enólogo, a quien le encanta visitar Puerto Rico para compartir con su gente, que halla muy divertida y bon-vivant.

 

Casenave forma parte del panel de cata de Veuve-Clicquot, un grupo dirigido por el jefe de cava Dominique Dermarville, y en el que él participa activamente en la creación de los ensamblajes. “No estamos todos los que participamos en el assemblage, pero cada enólogo del grupo tiene su especialidad. Antes yo me ocupaba de la vinificación del chardonnay pero ahora, me ocupo del vino tinto, pinot noir en Bouzy”, explica.

 

Aunque en Champagne ha habido otras viudas influyentes, huelgan las explicaciones para saber que la Viuda, con mayúscula, es Nicole Ponsardin, una francesa de avanzada que al fallecer su marido se convirtió en Veuve Clicquot, la empresaria que con visión y tesón transformó de manera radical no sólo el negocio familiar de champán, sino toda la industria del champán francés.

 

Visionaria del marketing  ---uno de los pilares de la casa hasta el día de hoy---, la Veuve Clicquot no sólo fue una aguerrida trabajadora que supo anticipar tendencias, sino que lo hizo identificando oportunidades en tiempos de graves crisis e inestabilidad en Europa.

Compró viñedos de gran calidad, estableció con sagacidad un entramado para impulsar la exportación de sus productos y la internacionalización del champán francés, y, además de todo eso, fue también una revolucionaria técnica, al concebir el remuage, mediante el cual las botellas colocadas boca a bajo en pupitres de madera ---inventados también por ella---  se giran regularmente para lograr que los sedimentos de la segunda fermentación se acumulen en la boca de la botella, ofreciendo así un champán cristalino al removerlos. Su talento empresarial le permitió constituir un imperio de comercio internacional y crear no sólo su marca Veuve-Clicquot, sino la marca “champagne”, definiendo además la modernidad de la industria del champán francés. 

“Nuestra casa tiene dos pilares importantísimos: el primero y más importante es mantener una sola calidad, ¡la primerísima!  Es por esta razón que Dominique Demarville, nuestro Chef de Cave, ha invertido en 50 cubas de madera de 50 hl donde estamos guardando nuestros vinos por cinco años para impartirles más complejidad y estructura a nuestras reservas”, indica.

 

En opinión de Casenave la Maison Clicquot está llena de tradición, calidad, innovación y magia, siempre identificada por un “twist” moderno y divertido. Con ese objetivo de seguir saliéndose de lo habitual es que La Bodega de Méndez y El San Juan Resort & Casinio han creado esta experiencia especial, una que Casenave afirmó es pionera y única en su clase, coincidiendo con el objetivo de Veuve-Clicquot de crear eventos y experiencias donde el consumidor pueda identificarse con un estilo de vida.

 

Conjuntamente con la calidad y la consistencia, uno de los puntos más sólidos de la maison Clicquot sigue siendo su visión comercial y su habilidad para innovar y mantenerse a la vanguardia en toda la comunicación y visibilidad. “Veuve Clicquot es una marca que se ha distinguido desde el principio por su calidad, prestigio, habilidad mercantil, innovación y estilo.  Nuestro equipo de mercadeo se esmera cada día por presentar propuestas que reflejen esos pilares de una forma elegante, moderna y con mucho estilo”, detalla Casenave. 

 

Nicole Ponsardin fue también innovadora a nivel técnico. ¿Cuál es la revolución técnica pendiente en el champán? 

“En mi opinión no hay una gran revolución. Más bien es buscar mejorar aún más con respecto al medio ambiente”. 

Donde Clicquot no deja de innovar y estar a la vanguardia es en toda su comunicación e imagen. Una de las estrategias son las sinergias, creando eventos especiales enfocados en estilos de vida, pero también alianzas otros productos. Ya lo han hecho con productos de lujo, como Emilio Pucci, Andrée Putman, Karim Rashid y Christian Dior, entre otros, y este año han hecho alianzas gastronómicas muy interesantes, como la que tienen con el archi-famoso chef francés Joël Robuchon.  “Otras colaboración que puedo adelantar es la cata que estoy organizando con Acorn. Se seleccionaron tres jamones, entre ellos uno de Portugal, que debemos catar con tres de nuestros champanes. Sobre ésta, sabrán detalles más adelante”, anticipa a Divinidades.  

Para Veuve-Clicquot, Puerto Rico es un mercado históricamente fiel a su marca y para Casenave, único desde cualquier punto de vista. El enólogo opina que el puertorriqueño es un consumidor sofisticado, a quien le gusta comer y beber bien, y por nuestro clima caluroso disfruta mucho de la frescura del champán, apreciando también la textura y suntuosidad que les ofrece Veuve-Clicquot. Creo que en Puerto Rico se consumen vinos muy equilibrados y es impresionante la variedad de vinos que hay disponibles”, indica.

 

Un proyecto muy exitoso y que Puerto Rico ha sido uno de los primeros mercados en implantar ha sido el truck de champán Veuve Clicquot Bar and Rolling Diner, una iniciativa que precisamente tiene el propósito de salirse de lo común. “Se trata de llevar la barra a cualquier lugar, es atreverte a tomar tu copa (o botella) de Clicquot favorita de forma relajada sin corbata y ni chaqueta, sin mantelería y sin vajilla. Además, tengo entendido que es el único en el Nuevo Mundo que está funcionando “full” como barra, y cocina, como los que tenemos en Europa. Así, ¡te permite trasladarlo a cualquier lugar del país!”, subraya con entusiasmo. 

 

¿Si fueras a crear tu propio champán, qué cualidades lo distinguirían?

 

Sería un champán con notas afrutadas, ahumado, tostado y con un buen equilibrio que te deja con deseos de beber más.

Colomé

 

Colomé Torrontés 2012.

Monovarietal de torrontés de varias fincas a altitudes diversas pero no muy contrastantes, en las que se recoge la uva entre 15 y 20 días más tarde que el resto de las parcelas con el objetivo de buscar mayor madurez, volumen y aromas, para lo que también el mosto se somete a larga maceración y fermentación a baja temperatura. A partir de 2010 en este vino se incorporan además algunas uvas más tempranas para lograr algo más de acidez y tener más alcohol. Este torrontés es muy floral, con perfil a notas blancas, y también muy mineral con notas de humo, que envuelven matices a melocotón y pera, sensaciones especiadas y salinas. En boca el vino es fresco, sápido, con muy buena acidez, persistencia, untuosidad y elegancia.  

Colomé Blend 2010

Una conjunción de malbec, cabernet sauvignon, tannat, petit verdot y syrah que se crían durante 15 meses en roble nuevo y usado, regalando un vino estructurado y elegante en nariz. Un vino más bien destinado para acompañar comidas y que tiene mucho nervio y bastante fruta negra. 

Colomé Auténtico Malbec-Cabernet Sauvignon-Tannat

Un vino original y sin madera que surgió en 2008 luego de que el comercial de una cadena del Reino Unido le dijera que le gustaba el Colomé de antigua usanza. Un vino con marcada y potente fruta, de viña vieja, que no pasa por madera y es muy bueno, concentrado, afrutado y fresco. El vino hoy se ha transformado en un 100% Malbec. 

Colomé 2009 Reserva Malbec.

Un vino que alcanza los 16 grados de alcohol y que es más complejo, especiado, y con notas a toffee.

Vinos a tres altitudes que ensamblan al Estate. 

Colomé Lote Especial Malbec - San Isidro 2010

1,700 metros de altitud que revelan un vino con fruta negra, más madura y la impronta de la madera. Moras, clavo, café, notas torrefactas a las que suceden vainillas, chocolates y especias, en un vino fino, fresco pero breve.  

Colomé Lote Especial Malbec - Colomé 2010

Parcela a 2,300 de altitud de donde surge un malbec mucho más floral, con más recuerdos a flores azules y a violetas, pero también más austero, en el que la fruta pasa quizás a sun segundo plano. 

Colomé Lote Especial Malbec – El Arenal 2010

Viñas a 2,600 metros de altitud. El vino resalta la mineralidad de la tierra, con matices a setas y tierra mojada. Un vino más carnoso y jugoso, menos especiado, pero más pulido y potente.

Cafayate Blancos

 

Amalaya Blanco 2012

Un vino que empezó a elaborarse en la cosecha 2010 y que Thibaut recomienda servir en copa Borgoña. El vino conjuga un 85% de torrontés maduro para aportar más aromas, y un 15% de riesling, para aportar frescura. El vino es goloso, muy mineral, con una excelente boca que destaca una textura untuosa, con un final muy fresco, lo que lo hace un idóneo acompañante de alimentos, ensaladas y pescados. El vino hace la fermentación en acero inoxidable y se embotella, con tapa rosca, inmediatamente concluido ésta. 

Domingo Molina Torrontés 2012

Un vino que resalta más la fruta que la mineralidad, en el que se van abriendo los matices florales a rosas, con una buena acidez y que se siente muy apto para comidas. Un torrontés más elegante, untuoso, estructurado, elegante, sápido y persistente.

Finca Domingo Torrontés 2012

Un blanco de pálida tonalidad y con melosidad, notas tostadas y a humo, expresivo en aromas y con una boca fresca, salina, con matices cítricos, buena acidez y ligera estructura, idóneo para crudos y mariscos. 

Laborum Torrontés 2012. Finca El Retiro Single Vineyard

Cepas de hasta 80 años que se cosechan con minucia en hasta tres pases durante la vendimia buscando la acidez natural. Aromas cargados de exotismo, muy cítricos a toronja y piedra mojada. Un vino con fin amargo y elevada acidez.

Nanni Torrontés 2012.

Un blanco orgánico certificado con notas persistentemente anisadas y algo melosas, pizcas de pizcas de piña, mentolados y una boca muy glicérica. 

Piatelli 2012 Torrontés.

Un blanco menos explosivo a nivel aromático, pero más elegante y complejo, siguiendo la línea más en onda mineral de los grandes Rieslings alemanes. Un torrontés con volumen, contenido en nariz, pero expresivo en boca donde se desliza con untuosidad por el paladar, con finesse y elegancia. 

San Pedro de Yacochuya Torrontés 2010

Un blanco con una textura untuosa que se anticipa desde la nariz. Floral, fresco, con muy buena acidez, una boca salina, mucha estructura y persistencia. 

Túkma Torrontes 2010.

Elaborado por Jose Luis Mounier, considerado uno de los principales enólogos de Salta, sus uvas proceden de viñedos de casi 40 años y 1990 metros de altitud. La crianza en lías aporta volumen en boca al vino, de final seco y salino, con mucha frescura y buena acidez.

 

Cafayate Rosados 

 

Amalaya Rosado 2012.

Ésta fue la primera cosecha de este rosado, que para su pretensión de ser más liviano cosecha la uva un poco verde, y que es de intenso color a pesar de no someterse a maceración, aunque sí a crianza en lías finas. 95% malbec y 5% torrontés dan un vino con matices minerales de talco, notas de gominiola de fresa y mucho equilibrio, en un vino profundo, sápido fino y muy francés. 

Coquena Marte Rosado Malbec.

Un rosado casi tinto, de muy intenso color que se elabora empleando sangrado. Nariz melosa con recuerdos a guayaba y jalea de frutas que en boca es muy seco y potente. 

 

Cafayate Tintos

 

Amalaya 2011

Un blend de malbec al 70% y restantes Cabernet Sauvignon, Tannat y Syrah de gran elegancia y robustez. Cerezas, balsámicos y flores en una estructura afrutada y ligera, con alguna nota de caramelo y muy aterciopelada. Diez meses de crianza con sólo un 20% de barrica nueva, la mayoría roble americano. 

Amalaya Gran Reserva Cortes 2011

Malbec 85% con algo de cabernet franc y bonarda que es super elegante y potente, con recuerdos más especiados, balsámicos y que se cría durante 12 meses. 

Domingo Molina Malbec 2011.

Un tinto menos explosivo y más fino que el Finca Domingo, con matices a fruta negra, balsámicos, especiados y torrefactos. Un vino corpulento y con un punto licoroso. 

Domingo Molina Tannat 2010.

Puro chocolate en nariz, donde sobresalen el cacao, las notas balsámicas y torrefactas con una buena espina dorsal, pero una estructura menos contundente que los otros tintos de la bodega.

Finca Domingo Malbec 2011.

Nariz con mucha complejidad revelando muy jugosa fruta oscura, muchas especias, vainilla y caramelo en un vino especiado, potente, con taninos bastante pulidos y muy buena estructura.

 

Gualiama Malbec 2012.

Tinto malbec sin madera que no lo parece, con mucha fruta madura y notables especiados  en un vino fino, fácil y equilibrado. 

Gualiama 2012. Con crianza.

Malbec criado 12 meses. Perfil más tostado, con vainilla, caramelo, ciruela, buen equilibrio,  final algo amargo, pero bastante balance. 

Laborum Cabernet Sauvignon 2011. Single Vineyard

El vino pasa 12 meses en barricas nuevas 70% de roble francés y 30% de americano y deja ya sensaciones de untuosidad en nariz, donde aparezcen pizcas verdes, mentolados y fruta roja que concluyen en boca con notable sensación especiada a canela y nuez moscada. 

Piatelli Malbec Gran Reserve 2009

Un tinto más fino y complejo con 12 meses de barrica y que muestra agradables matices de crianza con vainillas, caramelos, además de un fin salino. 

San Pedro de Yacochuya Tinto 2010

15% Cabernet Sauvignon y 85% malbec con una nariz más compleja con recuerdos de sotobosque, enebros, matices balsámicos, grosellas, frutas negras, anís y canela. Un vino muy especiado, aún bastante entero y muy potente. 

Yacochuya by Rolland 2009

Un tinto casi íntegro de malbec de finca y cepas de cien años que entrega mucha fruta negra, recuerdos a ciruela, aromas de fruta más madura, muchos balsámicos, eucalipto y muy especiado, con mucha potencia, nervio, estructura y sensación alcohólica.

 

 

San Juan Blancos 

Ampakama Viognier 2012.

El vino más vendido de la bodega Casa Montes, que tiene recuerdos tropicales a piña, matices a pera envueltos en flores blancas, vainilla y caramelo en un vino que conjuga un buen ensamblaje con fruta, frescura y un cuerpo ligero. 

Ampakama Intenso Chardonnay 2011

Un 20% de este blanco fermenta en barrica y en boca tiene recuerdos almendrados y una leve sensación de mantequilla, aunque con frescura y sin pesadez en el paladar. 

Augusto Pulenta Valbona Tradición Pinot Gris 2012

Un blanco de marcado carácter mineral con notas ahumadas pero también mucha frescura, elegancia, salinidad y mucho cuerpo, que surge de cepas viejas que se han ido recomponiendo en el viñedo y que tiene un perfil muy europeo, con gran sedosidad en boca y buena persistencia. 

Callia Reserve Torrontés 201

Un blanco del Valle de Tulum que tiene muchas notas florales y a balsámicos con notas de laurel, mentol, cristal de eucalipto y en boca mucha pera, frescura y salinidad con buen volumen en boca, textura untuosa y persistencia.

 

 

San Juan Rosados

Ampakama Syrah Rosé 2012

Un rosado muy diverso, casi tinto, que Casa Montes mercadeó originalmente como vino seco, un perfil comercial que se le descontinuó para aparecer ahora como vino dulce natural. De intenso color y recuerdos a jalea de grosella y guayaba, no empalaga, sino que el dulzor lo aproxima más a un vino dulce con nota de Jerez amontillado.

 

San Juan Tintos

 

Alzamora Syrah 2009

Tinto largo con recuerdos a cuero y a tierra mojada envolviendo grosellas, tostados y nuez moscada, todo enmarcado con buena acidez, aunque quizás más reminiscente de la cabernet sauvignon que de la syrah. 

Augusto Pulenta Valbona Syrah 2012

Un tinto que sigue la línea del Ródano que cautiva de la bodega, con una estructura más fina, mucha fruta y marcadas especias. El vino se elabora con duelas. 

Augusto Pulenta Valbona Tradición Bonarda 2010

Un tinto que pasa algunos meses en barrica de roble y que es fino, elegante, especiado, afrutado y con sutiles torrefactos en nariz.

Callia Reserve Bonarda 2011

Tinto afrutado, con muchos recuerdos de grosella y matices especiados a pimienta, canela, curry, notas florales a violeta, punta de grafito y moca fina. 

Callia Reserve Malbec 2011

Textura de mermelada de frutas negras con un final de nuez moscada potente, afrutado, alcohólico, pero de taninos dulces. 

 

Callia Magna Syrah 2011

Vainilla, caramelos, cereza se enlazan en una boca elegante y muy afrutada, en la que el vino se desplaza por el paladar con una sensación muy envolvente sin ser denso. 

Don Baltazar Petit Verdot 2010.

Un tinto de Casa Montes con nueve meses en barrica, algo de roble nuevo y algo de segundo uso, que es fresco, afrutado y chocolatoso, con un armazón de fruta madura y balsámicos que tiene matices especiados y mucha sedosidad en boca.

Don Baltazar Syrah 2010.

Tinto potente, especiado y con marcado recuerdos torrefactos a café y chocolate, con mucha fruta negra, una capa intensa y mucha mineralidad. 

Gran Callia 2009

Un tinto de syrah, malbec y tannat con mayor complejidad que se refleja en tonos afrutados de grosella, balsámicos y delicadas notas de crianza con recuerdos a fino café tostado, vainilla y toffee.

 

Patagonia Blancos 

Desierto 25 Chardonnay 2012

Un blanco que hace fermentación maloláctica y que cría por cinco meses en roble francés la mitad de su ensamblaje. Esto se revela en sus notas a piña y algún recuerdo a mantequilla en nariz, que en boca entrega un vino fresco, con buena acidez y chispa y persistente en boca.

Humberto Canale Old Vineyard La Morita Riesling

Pálido de color, su nariz es algo melosa con recuerdos a melocotón y tiza, que terminan en boca con buena acidez y una chispa de dulzor.

 

Patagonia Tintos

A Lisa 2011 Malbec

Fantástico tinto de Bodegas Noemia, intenso, potente y redondo, con recuerdos muy minerales a tierra, yodo y mucha fruta en un pase por boca muy elegante. 

Desierto 25 Blend 2010

Malbec, merlot y cabernet sauvignon alcanzan 14.8% de alcohol que translucen una nariz muy afrutada y una boca muy salina y jugosa en un vino de estructura fina. 

Desierto Pampa 2009 Malbec

Un tinto fresco, estructurado y fino, con matices de fruta de baya roja como grosella, cereza y arándanos, sazonadas con recuerdos minerales a grafito y especias, y una buena acidez natural que le augura un buen potencial de guarda. 

Fin del Mundo Special Blend 2008

Un blend de cabernet sauvignon, malbec y merlot que se cría por 15 meses en roble francés y entre un y un año y medio en botella y que es complejo, fino, elegante y afrutado, con marcadas notas a fresa y frambuesa. 

Fin del Mundo Cabernet Franc 2009

Delicioso Cabernet Franc de parcela única con ricas notas especiadas, mucha estructura y elegancia. 

Malma Malbec 2009

Un tinto más concentrado que se estrena en nariz con notas empirineumáticas, que luego van revelando frutas como la fresa o la guayaba, hierbas como el orégano y plantas como el regaliz. Un vino especiado y potente, pero elegante en boca. 

 

 

Mendoza Blancos 

Andeluna 1300 Chardonnay 2012.

Un vino sin pase por madera, que es mineral y exótico, conjugando matices aromáticos de membrillo, melosidad, exótica piña tropical y anisados con una boca fresca, glicérica, chispeante, donde hay también tonos cítricos y a manzana verde. Contrario a otras bodegas que dejan los vinos blancos en depósito y van embotellando conforme reciben las órdenes, en Andeluna toda la partida de este chardonnay se embotella al concluir la fermentación. 

Catena Zapata White Stones 2009. Chardonnay.

Un nuevo blanco de Catena Zapata fundado en esa milimetrización de terroirs que lleva a recorrer el viñedo en siete momentos diversos para cosechar. Un vino complejo, grande, robusto, donde las notas tostadas persisten, entre notas tropicales a piña, pero siempre manteniendo un gran frescor. Un vino potente, con mucha fruta, procedente de un viñedo de altura.

Clos de Chacras Cavas de Crianza Chardonnay 2012.

Un blanco elaborado hasta 2012 sin madera, y a partir de 2012 con fermentación en barrica. Un vino de notas muy tropicales y mucha frescura que invita a la siguiente copa. 

Escorihuela Gascón Viognier 2011.

Uvas procedentes de viñas de Agrelo a 950 metros de altitud que se  fermentan casi en su totalidad en tanques de acero inoxidable y una pequeña porción en madera. Parte del vino hace maloláctica. Su crianza se realiza en roble de un uso. Un vino directo, delicioso y persistente, con notas cítricas y a almendras y una buena acidez. 

Escorihuela Pequeñas Producciones Chardonnay 2012.

Un blanco que combina uvas de viñas a dos altitudes en Agrelo y Altamira, que se fermenta en roble y también hace maloláctica en madera, signos inequívocos en sus notas melosas, tostadas, mantequillosas, con pizcas a nuez moscada  y suave caramelo, y mucho volumen en boca. El vino envejece por unos ocho meses en roble, predominantemente francés, en contacto con sus lías.

 

Finca Sophenia Synthesis Sauvignon Blanc 2012

Un blanco fresco, elegante, donde lo que se destaca no es la fruta tropical que a veces caracteriza a esta cepa, sino los puntos salinos, la mineralidad del terroir de Gualtallary. 

Lagarde Viognier 2012

Lagarde fue pionera en el cultivo de esta cepa blanca del Ródano que se ha acoplado muy bien a Argentina. Este vino con uvas de Perdriel no tiene contacto con la madera en su elaboración y muestra matices florales y tropicales, además de mucha untuosidad en boca.  

Mendel Sémillon 2012

Pizcas tostadas, florales, ahumadas y minerales a piedra, con una boca fresca, grasa, salina, muy fresca y con buena acidez. 

Susana Balbo Torrontés 2012

Un vino que combina uvas de Cafayate y el Valle del Uco que es muy aromático, con notas cítricas y florales a rosas ofrecidas con una gran frescura. 

Trapiche Broquel Torrontés 2010

Un vino que se inicia en Cafayate y se termina en Mendoza y que ensambla torrontés con un poco de sauvignon blanc. Muy aromático, con notas cítricas y minerales, además de florales en boca. 

 

Mendoza Tintos 

Altamisque . Pinot Noir Catalpa 2011

Un tinto del Valle de Uco que es fresco afrutado, muy redondo y elegante. Destacan las frutas rojas sobre un fondo balsámico sazonado con notas especiadas. 

Altocedro Año Cero Cabernet Sauvignon 2012

Un tinto de viñas jóvenes con entrada elegante y tonos afrutados a bayas oscuras, balsámicos, regaliz, tonos torrefactos y un fin especiado en un vino con sedoso pase por el paladar y muy elegante.  30% de este vino pasa ocho meses en barricas de roble francés. Los cabernet sauvignon de esta línea se estrenaron con la cosecha 2011.

Altocedro Año Cero Malbec 2012

Un vino joven, bien estructurado, afrutado, especiado, bastante amable y muy fresco. Se elabora igual que el cabernet sauvignon y el tempranillo. 30% de este vino pasa ocho meses en barricas de roble francés. 

Altocedro Año Cero Tempranillo 2012

Contrario a lo que pueda pensarse, la tempranillo no es una anécdota recién llegada, sino una uva ya afincada en Argentina donde es la quinta variedad más plantada y existen tempranillos centenarios. Muy bien adaptada a La Consulta, las tempranillos de Altocedro tienen algunas entre 40 y 50 años de vida. 30% de este tempranillo pasa ocho meses en barricas de roble americano y revela un tostado agradable y aterciopela, con una nariz de piruleta y mucha amabilidad en el trago. 

Altocedro La Consulta Select Blend 2011.

Un ensamblaje de malbec, cabernet sauvignon, tempranillo y syrah con notas licorosas envueltas en puro sirope de chocolate. Aparecen tonos florales en un vino especiado, concentrado, potente, pero elegante, 50% del cual se cría durante seis meses barricas de roble francés. 

Alto Las Hormigas Malbec Terroir 2010.

Malbec del Valle de Uco con una nariz muy afrutada con matices de fruta negra, cassis, eucalipto, regaliz, aceite de oliva y puntos de sotobosque. Se cría empleando duelas de roble francés. 

Alto Las Hormigas Reserva 2009.

Malbec complejo con recuerdos a amontillado, whisky, con puntas de toffee, higos y notas salinas sazonando con fruta, potencia y finura. El vino se cría 18 meses en barricas de roble francés.

Andeluna 1300 Malbec 2012.

Tinto fragante con muchas notas de frambuesa, plétora de violetas y sutiles notas de canela, cuero y tostados, taninos dulces, todo bien integrado en un vino concentrado pero también aterciopelado en boca. 

Andeluna Pasionado Cabernet Franc 2007

Andeluna fue una de las primeras bodegas en elaborar cabernet franc monovarietales. Este impresionante cabernet franc pasa 18 meses en roble francés nuevo y 12 más en botella, y revela una combinación de frutas rojas maduras con tonos de pimiento morrón, chocolate y eucalipto. Un tinto grande, que es un dechado de estructura, elegancia y potencia. Michel Rolland es el consultor.

Andeluna Pasionado Cuatro Cepas 2005

Un blend de cabernet sauvignon, merlot, malbec y cabernet franc que se vinifican y envejecen por separado durante doce meses en roble francés nuevo. Luego de ensamblarse permanecen seis meses más en barrica nueva francesa para armonizar las cualidades de cada variedad. Las proporciones de uva cambian de año en año, dejando este 2005 tonos muy especiados, anisados, de fruta roja, vainilla y chocolate.  

Avarizza Blend

Un blend de cabernet sauvignon y malbec de dos añadas diversas, 2009 y 2011, cada uno elaborado por enólogos diversos que luego hacen el ensamblaje por donde se desliza mucha cereza en boca, con tono especiados, florales y a vainilla. 

Benegas Finca Libertad Syrah 2008.

Un vino aún muy entero y con mucho recorrido, donde se destacan las notas especiadas, licorosas, tostadas y a pan tostado en nariz, y una boca muy afrutada. La Finca Libertad se extiende por 40 hectáreas a 850 metros de altitud, desplegando una selección de cepas muy viejas originales y sin injertar. Syrah de 40 años, sangiovese y cabernet sauvignon de 80 y cabernet franc de 120. 

Benegas Lynch Cabernet Franc 2006.

Un monovarietal de cabernet franc absolutamente excepcional que nace de cepas prefiloxéricas con 120 años, que no han sido injertadas y que se riegan mediante inundación. Se trata de algunas de las cepas de cabernet franc más antiguas del planeta. Muy bajos rendimientos, bayas minúsculas y 18 meses de crianza en barricas de roble francés. Sus matices afrutados ya con tonos de cereza en licor, se envuelven con tonos florales y balsámicos, en un vino aterciopelado y elegantísimo, que a pesar de sus siete años de vida aún muestra mucha estructura y potencial de recorrido. Un vino de clase mundial.

BenMarco Expresivo 2011.

50% malbec, 20% cabernet sauvignon, además de tannat, syrah, bonarda y petit verdot de diversos terruños que pasan 14 meses en roble nuevo. Un vino de Dominio del Plata más austero, pero que revela flores azules y grafito en una boca fina y elegante. 

BenMarco Pinot Noir 2012.

95% de pinot noir que en algunos lotes se co-fermenta con viognier procedente de viñas en Alto Agrelo, a 1000 metros de altitud, con el objetivo de hacer al pinot noir más expresivo. De acuerdo a José Lovaglio, Mendoza no tiene un perfil definidio de pinot noirs ya que algunas bodegas se inclinan hacia el perfil borgoñón, y otras hacia el nuevo mundo, que es a donde tienden los vinos de Dominio del Plata. Este vino es muy afrutado, menos dominado por la madera, con una gran frescura y marcada acidez. Pasa ocho meses en roble francés de tercer uso. 

Casarena 505 Malbec 2012

Un tinto sutil y de cuerpo ligero, fácil trago, fresco, salino, floral y con un fin especiado traspasado por notas de cereza.  

Casarena Reserva Chardonnay 2011.

Un blanco pálido con entrada muy cítrica, que va revelando muchas notas tropicales y a marcada piña, anticipando su untuosidad en nariz. 50% del vino se fermenta en barrica que está muy bien integrada, al igual que su crianza de diez meses en barrica usada que rinden un vino muy fresco, con muy buena acidez y un delicado fin ahumado.

Catena Zapata Nicasia 2005.

Una especie de vino de pago del viñedo Nicasia en la zona de Altamira, y que hoy es un ensamblaje de casi 100 vinificaciones, en contraste con las siete que lo ensamblaban hace casi una década. Malbec con algo de cabernet franc y viognier que entrega mucha fruta confitada, casi llegando a tonos licorosos, con un fin de notas especiadas en un vino elegante, potente, fino, aunque alcohólico y aún muy entero. 

Catena Zapata Adrianna 2005.

Malbec con un poco de viognier del viñedo Adrianna en Gualtallary, a 1450 metros de altitud. Un vino hermoso, con recuerdos a bollo suizo, mucha fruta, cerezas y regaliz, fino y pulido. Vigil señala que la viognier ayuda a resaltar las cualidades de la malbec. 

Chakana Estate Selection Red Blend 2012.

Un 60% malbec, 20% syrah y 20% cabernet sauvignon que es ultra fragante, con notas muy florales y térreas, con recuerdos a setas y una boca muy afrutada y jugosa, con tonos a bayas negras y pizcas chocolatosas. 

Clos de Chacras Malbec 2010

Uvas de La Consulta, que se crían seis meses con duelas, entregando un vino directo, potente y muy estructurado, de color muy concentrado, con mucha fruta negra, enebro y regaliz que concluye con marcados tonos de chocolate. 

Colonia Las Liebres Bonarda 2012

Un tinto sin pase de madera con fruta oscura, algo acompotada, casi una mermelada de flores rojas con un fin floral y mineral, fresco y bien estructurado. Esta etiqueta no se elabora todos los años. La bodega tiene también un Colonia Las Liebres Bonarda Reserve.

Crios Red Blend 2012

40% malbec de Gualtallary y Agrelo, 40% bonarda de Ugarteche, 15% tannat de Alto Ugarteche y el resto de syrah de Agrelo, que mezcla uva y terruño. Un vino que representa más a los vinos que ahora pide el mercado, con una madera más domada e integrada luego de ocho meses de crianza, mayormente en roble de un uso. Nariz muy floral, con evocación a flores azules, caramelo, frambuesa, grafito, muy afrutado y elegante que luego da paso a torrefactos que terminan con un buen posgusto. Ocho meses en 20% barrica nueva francesa y 80% de segundo uso. 

Durigutti 2007 Familia

Predominante malbec con cabernet franc, syrah, bonarda y cabernet sauvignon que es fresco, con recuerdos de la pureza del mosto, y a la par potente. 

Escorihuela El Conquistador 2009.

Ensamblaje de tintas de Agrelo y Altamira que regala una nariz y compleja con notas de fruta negra, cereza en licor, sal, toffees, anís, balsámicos, hierbas como romero y tomillo, que en boca es amplio, aterciopelado y opulento sin ser robusto.  

Escorihuela Pequeñas Producciones Cabernet Sauvignon 2009

Uvas de Agrelo y Altamira, que forjan un vino especiado, bastante redondo, donde la fruta se desliza en la onda de grosellas y cerezas, con alguna pizca de pimienta verde. 

Finca Los Nobles Luigi Bosca Malbec Verdot 2009

Un monovarietal que surge de un híbrido que se hizo de ambas cepas en el viñedo. Cepas viejas de 90 años, con notas de tono de punto dulce de Oporto, pero buena acidez. Un vino de buena estructura, frutas negras y especias. Se cría durante 18 meses en roble nuevo y un año en botella. 

Gala 2 Luigi Bosca 2010.

80% Cabernet sauvignon y restantes cabernet franc y merlot de medio siglo que es muy afrutado y balsámico, con un punto licoroso. 

Lagarde Malbec Primeras Viñas 2010

Este vino honra el largo compromiso de Lagarde con sus viñas y la elaboración. Este malbec busca la elegancia y calidad de la poca intervención, se cría unos 12 meses en barrica y otro tanto en botella entregando mucha frescura y notas afrutadas a grosella.

Lunta Malbec 2011

Un vino que pasa menor tiempo en madera que otros de Mendel y que tiene matices animales y a tierra mojada, en una boca rica, fresca, y muy afrutada en un vino de estructura ligera. 

Mendel Finca Remota 2009

Un monovarietal de malbec de parcela única que se empezó a elaborar en 2006 casi casualmente porque el vino se quedaba muy entero a pesar del trabajo con madera nueva. La elaboración se realiza separando lotes y vinificando individualmente para rendir un vino con marcada nota a chocolate. 

Mendel Malbec 2011

Un vino con una nariz en extremo fina y elegante, que trasluce un cóctel de fruta roja confitada con ciruelas y cerezas negras, finos torrefactos, violetas, caramelo cristalizado y vainillas, apoyadas con taninos bastante pulidos. Ese vino se elabora con las cepas viejas de malbec que rodean la bodega, con las que se busca intensidad de fruta, pero sensación de frescura. El vino se vinifica en acero inoxidable y su crianza se realiza en roble francés de uno, dos y más usos.  

Mendel Unus 2010

Ensamblaje de 65% malbec, 30% cabernet sauvignon y 5% petit verdot. Su tallador, Roberto De la Mota, cree que malbec y cabernet sauvignon se complementan bien en este vino en que hay mayor maceración de hollejos para buscar más concentración. Este Unus tiene mucha fruta roja y frescura, aunque con menor intensidad. 

Norton Malbec Reserva 2010

Edmond James Palmer fundó Norton en 1859 como la primera bodega fundada al sur del río Mendoza. Su enólogo, Jorge Riccitelli, fue seleccionado por la revista Wine Enthusiast enólogo del año 2012. La bodega surte sus cepas de cinco viñas diversas en Luján de Cuyo, buscando elaborar vinos concentrados y robustos. Este Malbec Reserva pasa 12 meses en roble francés y diez más en botella, mostrando mucha pureza de fruta, casi evocadora de mosto, que luego arrastra tonos de flor azul y especias. 

Norton Malbec Privada 2009

Línea premium de la zona de Lunlunta, con uvas de los mejores viñedos de la bodega. Matices de cereza con marcados torrefactos y matices yodados. 16 meses en roble francés y diez más en botella. 

Piatelli Cabernet Sauvignon 2009

Tinto mendocino con notas de fruta roja y caramelo cristalizado, aún bastante entero, aunque con fina estructura. 

Ruca Malen Petit Verdot 2011

Ruca Malen es una bodega fundada en 1999 por Jean-Pierre Thibaud, antiguo director de Bodegas Chandon. Fantástica muestra de la petit verdot en solitario, donde hay abundancia de cassis y fruta negra, pero aún más marcados matices florales. Un vino muy afrutado, aterciopelado, fresco y adictivo. 

Salentein Numina 2011

61% malbec, 21% cabernet sauvignon, 8% merlot, 3% cabernet franc y 7% petit verdot de Tunuyán, rinden un vino donde se destacan las frutas negras, notas balsámicas y a monte bajo, con orégano, tomillo, romero y aceitunas en un vino potente, con nervio, elegante y especiado, intenso y profundo. El vino se cría durante 16 meses en barricas de roble francés. 

Susana Balbo Brioso 2009

45% cabernet sauvignon, 20% merlot y otras porciones de malbec, petit verdot y cabernet franc cuyo objetivo es reflejar los distintos terroirs de la región. Un vino con nota de fruta más licorosa, cerezas, tonos de pimiento verde y envolvente sirope de chocolate, que termina con una pizca especiada. 15 meses de crianza en barrica nueva francesa. 

Trapiche Broquel Pinot Noir 2012.

Uvas de Valle de Uco a las que se remueven hollejos antes de terminar la fermentación. Persistente grosella en nariz con una boca fresca que tiene una leve sazón de madera. Un vino sedoso y fácil de beber, sin que esto denote simplicidad. 

Trapiche Iscay 2008

Un blend de malbec (70%) y merlot que se lanzó en 1997 y toma su nombre de una palabra quechua. Es un vino muy floral, con notas a grafito, sabrosa jalea de grosella y frutos rojos más frescos. Un vino potente, pero fino. 

Trapiche Single Vineyard 2009 Malbec Domingo Sarmiento.

Los Single Vineyards, Terroir Series, son vinos elaborados con los malbecs de las tres mejores viñas que surten a Trapiche, indicando el nombre del proveedor. Este malbec tiene marcados balsámicos y florales en nariz con notas mentoladas, a violeta y aceituna. Es fino en boca, afrutado y fresco. 

Zuccardi Aluvional Reserva Malbec 2009

Un vino con uvas oriundas de un suelo de origen areno-limo-arcilloso de la zona de La Consulta, que es un alta gama de la bodega que hace énfasis en el terroir. Fruta con notas licorosas, que se destaca por su untuosidad en boca. 

Zuccardi Serie A Bonarda 2011

Fruta muy marcada con persistentes tonos de frambuesa, notas florales y un fin muy especiado. Un vino fresco y fácil pero con estructura.

 

Mendoza Rosados 

Andeluna 1300 Rosé Malbec 2012

Un vino elaborado con uvas que se cosechan antes con el fin de mantener acidez y tener menos grado. De color rosado intenso, es un vino intenso, fresco, glicérico, afrutado, recto y persistente, con buena estructura y mucho equilibrio entre una punta de dulzor y su acidez.

San Rafael Tintos

Cavas Don Nicasio Malbec 2009.

Un malbec de Bodegas Iaccarini que pasa 14 meses en madera y tiene notas florales, a mora y regaliz, con un perfil afrutado y una boca bastante pulida y elegante. 

Cavas Don Nicasio Bonarda 2010.

La bonarda empieza a tener demanda en el mercado estadounidense y éste es muy intenso y brillante de color, con recuerdos aromáticos a salvia, albahaca, tomate, mucho huerto mediterráneo sazonado con vainilla, algo de cuero y un fin de almendra.

Iaccarini Malbec 2011

Un malbec fácil, fresco, con persistente fruta y tonos tostados y a frutos secos que se cría en barricas de segundo y tercer uso. 

La Espera Blend 2009

Un ensamblaje de 60% malbec y 40% cabernet sauvignon y que pasa 18 meses en barrica de la que sale con abundante fruta negra y frescura, muy pulido, elegante y fácil de beber. La Espera Blend 2008 añadió syrah a su ensamblaje. 

La Espera Reserva Cabernet Sauvignon 2009

Este vino de Bodegas Funckenhausen tiene trazos de abundante frutas negra, especias como la canela, la pimienta y la nuez moscada, tonos minerales y mucha sedosidad en boca. 

La Espera Reserva Syrah 2009

El primero elaborado en la bodega, que revela intensa capa de chocolate, notas a cuero y algún recuerdo licoroso en un vino estructurado.

 

Tannats en vertical

 

Una cata vertical de vinos elaborados con esta uva en El Porvenir de Cafayate permite ver su buena evolución y gran potencial de guarda, además de los estilos de vinificación, más hacia el estilo Viejo Mundo en las añadas más antiguas.  

2003 - Impresionante vino aún muy entero, con notas licorosas, recuerdos a higo, ciruela, abundante eucalipto, vainilla regaliz y recuerdos a cedro. Un vino opulento y con mucha estructura, con muy buena acidez y chispa, indicios todos de que aún tiene mucho camino por recorrer. 

2007 Puro maní (cacahuete) con notas licorosas, también algo de grosella, cereza, vainilla y talco con una pequeña nota de aldehído. Un vino con mucha estructura, taninos firmes y un fin en boca salino, especiado, torrefacto y cálido. 

2009 Nariz con recuerdos a grosella, laurel, aceituna, y aceite de oliva acompañando buena fruta que recuerda la grosella. Aunque es un vino más estilizado, sigue teniendo mucho por andar a pesar de ser más redondo, elegante y aterciopelado que las cosechas 2003 y 2007. 

2011 Fue en esta cosecha que Mariano Quiroga se incorporó a la bodega con una visión de hacer vinos más prontos para beber en menos tiempo, con mayor expresividad frutal, en respuesta a lo que pide el mercado. Este tannat se destaca por sus notas a cacao, café tostado, marcados torrefactos y aceite de oliva, que es muy especiado en boca. 

2012 En esta cosecha Paul Hobbs se incorporó como asesor enológico de la bodega. El vino tiene notas más afrutadas a grosella, envueltas en tabaco y romero, con un fin más salino y una expresividad frutal mucho más elegante. 

2013 vino por venir, sin aún haber terminado la fermentación al momento de la cata, que anticipó un vino con mucha fruta, buena estructura, sólida base y potencia, muy prometedor.

Espumantes

Aunque en Argentina, su consumo creció más del 160% en la última década marcado por la incorporación de jóvenes y mujeres al universo del vino, sumada a las nuevas tendencias y el auge del entretenimiento nocturno, el de vinos espumosos es uno de los segementos menos divulgados del vino argentino en muchos mercados internacionales. 

En Argentina se elaboran fantásticos espumantes con método tradicional champañés y método charmat, y cada vez son más las bodegas con burbujas en sus carteras. Aunque muchos se elaboran con uvas tradicionales de la región de Champagne, hay otros que lo hacen con otras cepas como la malbec, la syrah, la viognier o la canarí, por mencionar varias. Contrario a otras regiones productoras, Argentina aún no ha creado un apelativo para designar a su producción espumosa.

 

Avarizza Espumante Rosé 2012

El proyecto Avarizza es la fusión del talento de dos jóvenes enólogos en Mendoza, que decidieron emprender una producción vinícola con uvas de viñas de la familia. Entre éstas había una cepa muy singular, la canarí, una variedad francesa que cayó en desuso y que ellos retomaron para elaborar vinos rosados desde 2008. De la producción de su bodega sin duda lo más remarcable es este espumoso rosado elaborado mayoritariamente con esa uva (80% canarí, 20% chardonnay), una verdaramente grata sorpresa vinícola no sólo por su originalidad, sino porque es verdaderamente delicioso. Elaborado con método tradicional de segunda fermentación en botella, este espumoso no se explaya en aromas, pero cautiva por su burbuja fina, estructura y untuosidad, matices afrutados, además de por una divina y justa pizca de dulzor que lo hace imperdible. Es el único espumoso de canarí en Argentina. 

Callia Dolce. San Juan

Un divino espumoso dulce de torrontés al mejor estilo de Asti Spumanti. Callia, en San Juan, ha crecido mucho en su producción de espumantes dulces.

Callia Extra Brut. San Juan

Un chardonnay y pinot gris a medias de la provincia de San Juan que se elabora con método charmat y que es muy floral, con notas de bollería, tostados y melocotón que es muy fresco, pero con algún exceso de burbuja. 

Chakana Espumante. Mendoza

Pinot noir de Altamira y chardonnay de Agrelo se ensamblan y crean burbujas con método charmat para entregar este espumoso con agradable dulzor y frescura, idónea para el calor. Chakana es una bodega mendocina que se fundó en 2003 con una vocación exportadora y que desde hace alrededor de un año sigue prácticas de agricultura biodinámica. 

Escorihuela Gascón Pequeñas Producciones Rosé Extra Brut. Mendoza

Bodegas Escorihuela Gascón empezó a elaborar espumosos en Mendoza en 2000. Hoy cuenta con una “bodega” dedicada a este producto del que elaboran unas 200 mil botellas. El Pequeñas Producciones Rosé Extra Brut se elabora íntegramente con pinot noir de Tupungato siguiendo el método tradicional de segunda fermentación en botella, pasando 18 meses en contacto con sus lías. Es un espumoso algo robusto, más en la línea de tostados y bollería, aunque sus notas a fresas y flores rojas aparecen en cada sorbo de fina burbuja. Además de éste, Escorihuela elabora un espumoso extra brut de chardonnay y pinot noir, y otro extra brut método charmat de chenin blanc y chardonnay.

Familia Schroeder Deseado. Patagonia

Familia Schroeder en la Patagonia se adscribe la primicia de elaborar un espumoso dulce de torrontés. Elaborado con método charmat, este Deseado es de burbuja fina y notas florales, cítricas y afrutadas. Grato en el paladar donde manifiesta una buena acidez. La bodega elabora, además, Rosa de los Vientos, un pinot noir rosé nature, y Saurus Patagonia Nature, ensamblaje de chardonnay y pinot noir. 

Lagarde Espumante Dolce. Mendoza

Un 100% moscato bianco demi-sec, simplemente regio, que se elabora a la usanza de los Asti Spumante, con método charmat y que tiene una burbuja muy fina y un dulzor muy justo. Espectacular. 

Sophenia Brut Nature. Mendoza

Espumante brut nature mendocino elaborado con método charmat a partir de vino base con chardonnay y sémillon de Tupungato. Un vino fresco y estructurado, con burbujas más densas y muchos recuerdos a flores rojas tanto en boca como nariz.

Dulces  

Finca Sophenia Tardío 2010. Mendoza

Un dulce natural elaborado con sauvignon blanc de Tupungato sobremaduro, que se cría en barricas de roble francés durante un año. Un vino elegante, que se estrena con una sutil nota de almendra y luego muestra la frutosidad y frescura de los vinos de altura. 

Túkma 2012. Late Harvest Torrontés. Cafayate

Melocotón puro sazonado con canela, clavo y mucho anís. Idóneo para armonizar dulces tipo chutneys.

 

Recorrer Italia para descubrir su alma con la brújula del sentimiento y el paladar para hallar productos que, más que deleitar, emocionen y aproximen a una historia única y a un terruño, es el objetivo de Vinostrum, una empresa italiana con raíces también caribeñas, que busca aproximar el sentimiento que une a ambas culturas, y lo que tienen en común de rotundas, a través de un espejo de sabor sofisticado y auténtico.

Vinostrum es un proyecto joven, que nació de la pasión de un grupo de amigos por los productos típicos, únicos y genuinos de la tradición italiana y el deseo de darlos a conocer, no sólo dentro del propio país, sino trascendiendo fronteras, donde esas pequeñas joyas artesanales que construyen la esencia del gusto italiano son aún grandes desconocidas.

“Vinostrum es una especie de paráfrasis del nombre Mare Nostrum, el mar Mediterráneo para los romanos, aplicada al vino. Una forma y un nombre para promocionar los vinos y alimentos italianos y del Mediterráneo en general”, explica a Divinidades Paola Dimitri Buonpensiere, una de las artífices de Vinostrum.

Dominicana con sangre italiana y una extensa trayectoria en la industria turística caribeña, Dimitri se afincó en Italia para convertise en puente entre Mediterráneo y Caribe, convirtiendo a los gustos más desconocidos y puros de Italia en un punto de encuentro entre su bien conocida cultura gastronómica latinoamericana, con sabores decididos y contundentes producto de su mestizaje cultural, y los del país de la bota que ha tenido un papel preponderante en la culinaria de la región desde finales del siglo XIX hasta nuestros días.

“La cultura gastronómica de Italia es tan amplia y tan variada, que aun siendo pródigamente conocida, siempre encontraremos productos particulares conservados a través de la tradición oral,  familiar y regional, que no se conocen fuera de Italia, con sabores y notas siempre nuevas”, detalla Dimitri 

La selección de productos de Vinostrum se enfoca en calidad y terruño, con un escogido de dedicadas empresas familiares que preservan los usos y costumbres artesanales y las más auténticas tradiciones enogastronómicas de sus diferentes regiones de origen, aceptando como único rasgo de modernidad las normas del rígido código alimentario italiano que las regula. Los productos tienen el sabor de la tierra que los produce y la pasión por la tradición de quienes les crean y brindan productos cargados de calidad, alma y mucho sentimiento, además de una estrecha relación de confianza y amistad con sus compradores.

El escogido de productos pasa por una amplia gama de quesos exquisitos y puros como el ancestral Fiore Sardo, un queso de oveja de Cerdeña con denominación de origen, sabor y fragrancia. Como éste, muchos otros, así como quesos para untar y cremas, además de una extensa selección de cremas, salsas y conservas en aceite, como las cebollas dulces, las cremas de cardo, pimiento o espárragos, los pâtés de aceituna e incluso salsas de tomate monovarietales, es decir, de variedades específicas de tomate, un ingrediente súper exclusivo. Sin contar con aceites de oliva de la Toscana, Cerdeña, Sicilia o el Veneto.

En adición a estas golosinas dulces y saladas, Vinostrum cuenta con una cartera de vinos que abarca blancos, tintos y dulces de Cerdeña y Toscana, así como licores y destilados con hierbas de Cerdeña.

“Todos nuestros productos tienen una alta posibilidad de éxito, en vista de que tenemos curiosidades gastronómicas, elaboradas de forma muy particular y con materia prima de agricultura bio. Tal es el caso de las salsas de tomate monovarietales, las cremas de alcachofas o de espárragos salvajes de Cerdeña, así como los maravillosos aceites de oliva de las islas de Sicilia y Cerdeña.  En cuanto a los vinos tenemos algunos como un Prosecco de producción Bio;  los vinos y el aceite de oliva de las colina de Vinci (Toscana); los vinos de la tierra del Sulcis (Cerdeña); o aquellos vinos cuyas vides están plantadas en las laderas volcánicas del Vesuvio Campi Flegrei - unos vinos de larga historia que se mezclan con la mitología”.

Algunos nuevos productos que pronto ofertará Vinostrum incluyen delicias muy mediterráneas como la Botarga Sarda, huevas de mujol secadas y saladas, así como el atún rojo de la pequeña isla de Carloforte (Cerdeña) en conserva en aceite de oliva.

Los productos de Vinostrum pueden ordenarse por Internet a través de http://shop.vinostrum.it , ya que la empresa puede consignar las órdenes a cualquier parte de la Unión Europea y tiene acuerdos de distribución y logística que permiten que lleguen también a otras latitudes.

Siglo y medio de Martini

 

150 años cumple una de las marcas más consolidadas del mundo, Martini, y con ella una fortaleza de siglo y medio de una herencia sin parangón que ha hecho de Martini el vermut líder en el mundo, uno de los vinos espumosos más vendidos de Italia y un ícono de estilo de vida. 

Martini & Rossi se fundó en 1863 como un proyecto a tres bandas integrado por Alessandro Martini, comerciante de vinos; Luigi Rosi, elaborador de vino y herbolario; y el contable Teófilo Sola. La empresa comenzó a producir vermuts, diversificándose luego al ramo de los vinos espumosos. En sus inicios comenzó a crear tragos que se asociaban al disfrute de la vida con estilo, pasión y el entusiasmo de vivirla al máximo, definiendo no sólo cócteles, sino toda una cultura de dolce vita que identifica a Italia.

Hoy el vermut y los tragos elaborados con él resurgen y los espumosos italianos viven una era de esplendor. Por ello y con motivo del aniversario, Martini ha lanzado Gran Lusso como vermut de edición limitada, un nuevo etiquetado para sus espumantes, y una etiqueta conmemorativa, un esfuerzo que saca partido del atractivo nostálgico, trayendo al presente reminiscencias de diversos momentos cumbres de la historia de la marca. 

Gran Lusso es el vermut conmemorativo que se lanzó en Pessione, donde nació Martini en Italia, combinando dos extractos botánicos inspirados por una receta de vermut que data del 1904 y permanece en los archivos de la marca. Este vermut súper premium desplega el sabor dulce amargo de las hierbas aromáticas, la suavidad melosa del moscato añejo, y pizcas de rosas y lavanda.

Además de concebir Gran Lusso, Martini introduce la Terrazza Royale, un concepto que se implantaá en las terrazas Martini alrededor del mundo donde se podrá disfrutar de cócteles de vermut blanco o rosado con burbujeante prosecco, menta y jugo de limón verde. La primera terraza Martini abrió en 1948 en los Campos Elíseos de París y pronto se convirtió en un símbolo de glamour y estilo chic. 

Como parte de la celebración, las botellas de Martini Rosso, Bianco, Extra Dry y Rosato que se vendan en Europa llevarán una etiqueta conmemorativa y evocadora de los diseños que desplegaron las de Martini Rosso entre 1867 y 1997, con un blasón del escudo de la Casa Real italiana y la ciudad de Turín, flanqueadas con un recuerdo conmemorativo del Gran Premio otorgado a Martini en París en 1878. 

Los vermut de Martini se caracterizan por ser más suaves, más sofisticados y consistentes en sabor que otros vinos aromatizados. Al igual que la de algunos rones o la Coca-Cola, las recetas de los vermuts se tratan como secreto de estado, conteniendo cada uno cerca de 40 ingredientes botánicos entre hierbas aromáticas, flores, frutas, maderas exóticas, raíces poco conocidas y especias de todo el mundo.  

En 1993 Bacardi adquirió al grupo Martini & Rossi, convirtiéndose en Bacardi-Martini, uno de los grandes conglomerados mundiales especializados en espíritus destilados premium.

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Regresa el Rioja y los 5 sentidos

Un amplio programa de catas temáticas en las bodegas, conciertos, cine, actividades en los viñedos, talleres, teatros, catas, concursos y espectáculos al aire libre forman parte de una nueva edición de ‘El Rioja y los 5 Sentidos”, que regresa del 1ro al 19 de septiembre a la comunidad de La Rioja para celebrar un sabroso preludio a la época vendimial.

‘El Rioja y los 5 Sentidos’ es un programa divulgativo de la cultura del vino que se celebra desde hace 18 años en La Rioja en septiembre, organizado por la Consejería de Agricultura, Ganadería y Medio Ambiente del Gobierno de La Rioja a través de la iniciativa ‘La Rioja Capital’, en colaboración con el Ayuntamiento de Logroño, el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Calificada Rioja, Fundación Caja Rioja y La Rioja Turismo, además de otras entidades e instituciones relacionadas con el mundo del vino y de la cultura.

Las catas temáticas este año se transformarán en espectáculos en las bodegas, en las que los asistentes podrán disfrutar de diferentes actividades maridadas con los vinos de cada una de ellas. En total, se ofrecerán cinco catas temáticas, en Martínez Lacuesta, Viñedos de Aldeanueva, Finca Valpiedra, Bodega Classica y David Moreno, con tres pases cada una (uno por la mañana y dos por la tarde).

El programa de catas temáticas se abrirá en Martínez Lacuesta, en Haro, el día 1 de septiembre con el espectáculo `Sueños de Arena’, un espectáculo de arena y sombras con el ilustrador Borja González y del pianista Roc Sala.

El día 7 de septiembre, Viñedos de Aldeanueva, de Aldeanueva de Ebro, acogerá ‘Un crimen entre barricas’, un juego policiaco en el que el público tendrá que desvelar el misterio y desenmascarar a un asesino, mientras que el día 8, Finca Valpiedra, en Fuenmayor, será el escenario de ‘Cata de historias para ver y soñar’, en la que se el grupo teatral ‘El Patio’ representará su obra A mano, premio al mejor espectáculo de pequeño formato de FETEN 2013, entre otros.

Las catas continuarán el día 14 en Bodega Classica, en San Vicente de la Sonsierra, con ‘Superstición y vino. Tocando madera de roble’, una cata pavorosa sobre historias y leyendas en torno al mundo del vino y el dicho ‘El miedo guarda la viña’. Bodegas David Moreno, de Badarán, será el escenario de la última cata temática: ‘Banda Sonora Original Rioja’, en la que se maridarán películas y sus bandas sonoras con los vinos de la bodega, con la actuación del cuarteto de cuerda Ensemble Cordalaire y comentarios de Bernardo Sánchez.

Este año están previstos tres conciertos y una obra de teatro, todas ellas seguidas de una degustación de vino de Rioja. El exterior de la bodega institucional de La Grajera servirá para inaugurar y cerrar el programa de espectáculos, que el 6 de septiembre acogerá la obra de teatro El Intérprete, de Asier Etxeandía, y el día 14 de septiembre, el concierto de Travellin’ Brothers Big Band.

El programa se completará con la actuación de Fito & Fitipaldis en Riojaforum el día 7 y de Coque Malla el día 13 en el Teatro Bretón de Haro, con su espectáculo Mujeres

Los cinéfilos podrán disfrutar de cuatro proyecciones, tres en los cines Moderno y otra en el exterior de la bodega de La Grajera. En los Moderno se proyectarán las películas Noche de vino y copas, El festín de Babette y Escaping Robert Parker los días 5, 12 y 19 de septiembre, y en La Grajera, La cocinera del presidente el 13 de septiembre.

Este año, además, continuarán las actividades familiares con la obra de teatro infantil ‘Madera y Sol’ en Finca los Arandinos el día 6 de septiembre; el taller infantil ‘El secreto está en el viñedo’ el día 8 de septiembre en los viñedos de La Grajera, y el ya tradicional Bicipicinic, el día 15 de septiembre, también en La Grajera.

Asimismo, se continuará con actividades habituales del programa, como el concurso y la exposición de fotografía, y el Concurso de Tapas de La Rioja, con una final abierta al público el 14 de septiembre en el Centro de la Cultura del Rioja.

Las entradas para todas las actividades pueden adquirirse en www.entradas.com

Tanto para las catas temáticas como para los espectáculos en ‘La Grajera, bodega institucional’ y Haro, la organización fletará autobuses previa reserva en los lugares habituales de venta de entradas.

 

California Wine Month

Del 1ro al 30 de septiembre, las bodegas y regiones productoras de California celebrarán su noveno Mes del Vino de California, una iniciativa organizada por el California’s Wine Institute que abarcará desde experiencias de inmersión en el vino a eventos de celebración que honrarán la aportación de los viticultores y bodegueros comprometidos con la sostenibilidad.

Mofongo Challenge Tour

 

La seducción del plátano se explaya en el Mofongo Challenge Tour, un evento gastronómico, sabroso y educativo, donde los mejores cocineros se lanzarán a un combate para escoger el mejor mofongo de Puerto Rico el próximo 1ro de septiembre en el Paseo La Princesa del Viejo San Juan. 

El mofongo es un manjar caribe elaborado con plátanos verdes fritos (también con yuca o panapén) que se majan, dándoles una forma de consistencia ni muy blanda ni muy dura que se acompaña de diversos ingredientes, que también pueden vertirse dentro del mismo, cuando al mofongo se le da forma de media luna o se sirve en un pilón. 

Este evento tiene aspiraciones de exportarse a varios puntos de Puerto Rico y los Estados Unidos, como una completa muestra de lo que se siembra y produce en Puerto Rico, acompañado de la participación de agricultores, pescadores, apicultores, artesanos, artistas, grupos musicales y trovadores del patio.

 

Festival de la Hispanidad y Festival del Vino en San Juan

Por segunda ocasión, la Cámara Oficial Española de Comercio de Puerto Rico organiza su Festival de la Hispanidad, un hermanamiento entre los países iberoamericanos que tendrá en el Paseo La Princesa del Viejo San Juan una plataforma de difusión cultural el fin de semana del 12 y 13 de octubre, coincidiendo con un nuevo aniversario del encuentro de dos mundos.

Empresas, asociaciones locales, gubernamentales y representantes de los países iberoamericanos se darán cita en esta cita cultural, turística y comercial.

El Consulado General de España en Puerto Rico co-auspicia este evento que permitirá a los asistentes disfrutar de un recorrido imaginario a través de España y los países participantes, a través de su música, alimentos, bebidas y recetas de cada uno.

Como complemento a la parte lúdica del evento, el jueves 10 y el viernes 11 de octubre se realizarán foros de negocios entre los países participantes.

“En la Cámara Española de Comercio buscamos ser facilitadores del desarrollo comercial de Puerto Rico y de la relación de negocios con los países hispanos. Buscamos que comercios y empresas puedan participar del evento, ya sea mediante los foros, o exhibiendo sus servicios o productos”, dijo su presidente Ramón González Simounet.

La ciudad de San Juan se integrará al evento con el apoyo del Municipio de San Juan  y la incorporación de los comercios a la actividad por parte de los organizadores. Para participar como exhibidor puede comunicarse al 787-310-7898  jlcarril@camaraespanolapr.com o con Ángel Torres 787-644-7642  angeltm11@gmail.com

Además, la Cámara Española anuncia una nueva edición de su exitoso Festival del Vino, Cava y Gastronomía que reunirá el próximo 11 de enero de 2014 en la majestuosa sede del Museo de Arte de Puerto Rico en San Juan, a lo mejor del vino español en la Isla del Encanto.

 

El sabor español de Moët & Chandon

¿Qué tienen en común el vermut y Moët & Chandon? Al chef español Albert Adrià, responsable de inaugurar el programa Privileges de esta casa de champán francés con un exquisita y exclusiva cena para diez invitados con el fin de presentar el Moët & Chandon Grand Vintage 2004, y mostrar cómo el champán es una perfecta armonía para un completo menú.

El cocinero catalán, recientemente escogido como el chef más infravalorado del mundo, confeccionó un menú de 14 platos acompañados de este Grand Vintage 2004, así como del Grand Vintage Collection 1993 y 1983.

Entre los aperitivos, algunos como rosa de fresa con Amaretto y almendras tiernas, melocotón bellini, crema de maíz dulce con caviar, y entre los platos más sustanciosos salmón marinado y ahumado a la nórdica con bouillabaise, o codorniz guisada y tacos de codorniz en escabeche.  La cena culminó con diversos postres, en su mayoría a base de frutas.

 

Honores latinos para José Andrés  

El chef español José Andrés será uno del grupo de destacados hispanos que honrará la Hispanic Heritage Foundation durante su 26ma Gala de Premiación este próximo mes en Washington, DC.  Esta fundación celebra el orgullo cultural, las aportaciones y logros de personalidades con un origen de habla castellana, con el objetivo de inspirar, preparar y posicionar a los líderes latinos en diversos lugares claves de la comunidad desde donde pueden ayudar a cumplir las prioridades de la sociedad estadounidense. 

La Fundación conferirá a José Andrés el premio al diseño y honrará a otras reconocidas personalidades como Eva Longoria, la actriz y cantante mexicana Lucero o el actor y director Diego Luna. Nueve personalidades y entidades recibirán premios en esta edición.

El Presidente Ronald Reagan estableció los Premios a la Herencia Hispana en 1987 para conmemorar el mes de la herencia hispana. Desde entonces, los premios han honrado a líderes latinos en varias categorías por su impacto en los Estados Unidos y el Mundo. 

 

Helena Rizzo, mejor cocinera de América Latina

Helena Rizzo, quien cambió una potencial carrera como maniquí por otra tras los fogones ha sido reconocida por Veuve-Clicquot como mejor cocinera de América Latina, en la primera selección de este premio, que coincide con el debut de la lista de Los 50 Mejores Restaurantes en su versión latinoamericana.

Rizzo regenta con su esposo Daniel Redondo el restaurante Maní, en São Paulo, donde armoniza ingredientes tradicionales de Brasil con modernas filosofías, técnicas culinarias contemporáneas y una influencia cosmopolita. El restaurante abrió en 2004 y allí pueden disfrutarse creaciones como yuca asada con caldo de tucupí, leche de coco y aceite de trufas blancas, o cola de cigala con fumet de cigala con cacao y cilantro.

La cocinera descubrió su interés en la cocina sirviendo de anfitriona para sus amigos, lo que le permitió reconocer una aptitud para la cocina que no podía ignorar. Desde los inicios de su carrera Rizzo buscó trabajar con cocineros que compartieran con ella una amplia visión culinaria, una búsqueda que culminó en El Celler de Can Roca, donde conoció a su esposo, español.

 

Casi una decena de refrescantes tragos con nota exótica ha estrenado el restaurante Budatai, que conforman un nuevo menú de religiosa coctelería confeccionada con los destilados de lujo de Worldclass Collection de Diageo y diseñado por su Bartender estrella Roberto Berdecía, y que son un bálsamo refrescante en el calor tropical.

Los vodkas Ketel One y Ketel One Citroen, los tequilas Don Julio Blanco y Don Julio Reposado, la ginebra Tanqueray No. Ten, y el licor St-Germain son los destilados y licores premium que sirven de pilares al abanico de cócteles elaborados para armonizar un menú inspirado en elementos asiáticos y latinos como los bizcochitos de quinoa, los eggrolls de butifarra o las bolitas de queso manchego.

Delicioso y efervescente el Val d’Santo Citrus, un cóctel confeccionado con Val d’Oca prosecco y St. Germain, un licor artesanal francés único en su clase y primero del mundo en elaborarse con flores de saúco recién recogidas, y en el que predominan de manera persistente en aroma y sabor las notas cítricas de naranja, que le imparten a estas burbujas un matiz muy tropical y refrescante.

Esa onda de frescura es la que también guía a una adictiva caipirinha de sandía con una pizca de dulzor y un trozo de esta fruta envuelta en la intensidad de la cachaça y acompañada por vodka Ketel One.

Refrescante, exótico y liviano un Buda Collins, donde el aroma del litchi se ensambla con un especiado final de jengibre y las notas de vodka. Fusión diversa, deliciosa y sensual la de la fruta de la pasión con notas ahumadas en el Sex & Smoke, una especie de margarita de maracuyá elaborada con ron de parcha, tequila Don Julio Blanco y sal picante. Otras creaciones incluyen el Cubano Viejo, con ginebra Tanqueray, el Chino Latino con tequila y sake, el afrutado Asian Ketel Berry, o el Firecraker, también con tequila.

Budatai es propiedad del Chef Robert Treviño y ubica en la Avenida Ashford, en el corazón del distrito turístico del Condado, frente a la Ventana al Mar, en San Juan. Abre de lunes a domingo de 11:30 AM hasta la medianoche y los domingos ofrece un menú especial de Brunch.

 

 

NOVEDADES DE VINO

 

 

Première de vino fino quebranta en Perú

Si originalmente el pisco surgió cuando los peruanos empezaron a destilar su vino ante la imposibilidad de exportarlo a España en la época colonial, el modelo de bebida revierte en dirección a su origen, pues el vino del Perú retoma la ruta que dejó siglos atrás y desde el pisco empieza a hacer vino tranquilo, quien antes sólo elaboró destilado.

Es el caso de José Moquillaza, visionario de los piscos con crianza  ---del cual Inquebrantable es sin duda un símbolo nacional---, quien no sólo comienza a elaborar vinos tranquilos finos sino a hacerlo con uva quebranta, una de las uvas pisqueras que no precisamente se caracteriza por su aromaticidad.

“El mundo del vino está de vuelta hacia la tradición y pureza. Si biodinámico, si cepas nativas, si piletas o depósitos de cemento, si procesos tradicionales, si a la tipicidad de cada terruño; NO a la madera de fantasía y NO a las sustancias intrusas que hacen perder la identidad”, indica el elaborador.  

Esto sincroniza con el hecho de que miles de pequeños viticultores del Perú conservaran casi inalteradas  sus prácticas culturales por carencia de recursos, una esencia tradicional de la que Moquillaza vislumbra puede surgir algo muy grande en el país: los vinos finos de uva quebranta.

“El objetivo de este humilde vino de uva quebranta (cruce de mollar y negra criolla sucedido en cuatro siglos de mestizaje en las arenas del desierto) es amplio y sus beneficios alcanzan a todo el sector”, explica. Entre éstos uno económico, ayudando a que se remunere mejor al viticultor por esta uva a fin de conservar la materia prima, ya que a algunos se le paga mucho más por las uvas de mesa que las pisqueras. Otro es cultural, pues Moquillaza opina que el vino de quebranta puede apoyar la internacionalización de la alta gastronomía peruana, al acompañar su sutileza con un vino nacional con real raíz ancestral que redonde la experiencia sensorial del buen yantar.

Este vino, del que apenas se han producido 480 botellas en su cosecha fundacional de 2012, es un tinto seco tipo clarete elaborado con uva quebranta que se ha elaborado en depósitos de hormigón y sólo tiene 12.5% de alcohol. Las uvas proceden de la Finca Don Camilo, en el distrito de Cerro Azul de la provincia de Cañete, al sur de Lima, y las cultivó Camilo Quintana. Jimmy Peña fue el responsable de su elaboración en la bodega El Carmelo, en Ica, asesorado por Moquillaza.

“Éste es el debut de un proyecto más ambicioso que pretende asesorar a cuatro o cinco productores que quieran seguir nuestro camino para juntos hacer una categoría de pequeños productores de vino ancestral muy fino de uva quebranta, en terruños de altura diversa y en diversos terruños”, anticipa Moquillaza, indicando que la pretensión es tirar de la técnica para elaborar un muy buen vino clarete que siga la senda del pinot noir, con muy alta calidad, fiel tipicidad y total honestidad. (Fotos cortesía: Gregory Smith. Prohibida su reproducción)

 

Ratiño

Adega Forjas do Salnés

Uno de los vinos más interesantes y con más personalidad que hemos probado en lo que va de 2013 es este blanco, elaborado con uva ratiño, una cepa autóctona gallega olvidada. Un vino muy goloso, con una espléndida boca con buen cuerpo sin llegar a ser untuosa, y una pizca de oxidación que le confiere una enorme complejidad. El vino tiene matices mentolados, a anís, muchas notas de flor blanca, recuerdos minerales a talco y piedra y recuerdos de frutas tan variopintas como la pera, el melocotón, el melón y el membrillo. Un vino escaso, que sale como vino de mesa y de la mano de esa gran bodega de Rías Baixas que es Forjas do Salnés, que ha recuperado esta variedad para disfrute de todos. Conoce más de ella y los otros vinos que elabora en  http://www.viajesyvinos.com/Viajes_vinos_ribeirasacra_files_files.htm

 

Ponte da Boga Albariño 2012.

DO Ribeira Sacra

¿Quién dijo que la albariño es una exclusividad de las Rías Baixas? Ponte da Boga, en la DO Ribeira Sacra, estrena albariño monovarietal con su cosecha 2012. La bodega siempre elaboró un blanco con godello, pero también con albariño, treixadura o dona branca, pero en 2012 decidió embotellar un poco de albariño, elaborado por separado para esos fines y que coincidentalmente ha sido el que la bodega considera su mejor elaboración de albariño. Como explica su consultor enológico, Dominique Roujou de Boubée, se trata de 1300 botellas de un albariño, con uvas de entre ocho y 15 años, que proceden de dos parcelas diversas, una con base de esquisto y otra arcillo arenosa con canto rodado, elaborado parte en barrica de roble francés de 500L usada de cuatro o cinco años (56%) y parte en depósito de inox (44%) con una crianza de seis meses sobre lías. La uva procede de una parcela en Quiroga y otras pequeñas sobre Abeleda (cerca de la bodega). 

 

Contino Garnacha

DOCa Rioja

Si de algo pueden preciarse Bodegas Contino y su director Jesús de Madrazo, es de no tenerle a la innovación en la Rioja Alavesa. Si en la década del 1990 fue uno de los pioneros en lanzar vinos íntegramente de graciano, el Contino Graciano, hoy lo ha hecho con otra de las uvas que en la región se usan más bien para ensamblajes: la garnacha.

De esta uva que se ha venido revalorizando en solitario en otras zonas españolas, especialmente garnachas de cepas viejas, Contino saca al mercado su Contino Garnacha, un tinto de cepas viejas, algunas con 70 años que han sido rigurosamente seleccionadas para elaborar esta nueva etiqueta tinta de la bodega. El vino se fermenta en tinas de roble francés y luego se cría por dos años en barricas de segundo y más usos.

 

El nuevo look de Baileys

Baileys, la marca más famosa de crema de licor del mundo, estrena nueva figura con una botella más alargada y menos amplia en su base, más en línea con botellas de vino, y que pretende facilitar su acomodo en el refrigerador y las cavas de vino.

El Baileys es un emblema de Irlanda, en cuyos pastos verdes se crían las vacas que producen la leche fresca que se combina con whiskey irlandés, azúcar y sabor de chocolate. Baileys es una bebida sin larga tradición, apenas nació en 1974 pero hoy es una de las marcas de licor más vendidas en el mundo.

Para presentar este cambio de look, Diageo hizo un lanzamiento formal en el hotel Condado Vanderbilt en San Juan, que sirvió para mostrar la versatilidad del Baileys como ingrediente de cócteles, pero también de aplicaciones culinarias.

Aunque la botella haya cambiado de silueta, su contenido sigue siendo igual de delicioso, algo que se demostró con un cremoso y refrescante frappé de Baileys con leche condensada y fresas, así como con un Martini de Baileys, elaborado con vodka y decorado con hojuelas de chocolate. Hubo también una versión caliente de café con una base de Baileys, elaborada por un barista.

Sobresalientes fueron las tentadoras creaciones dulces de Baileys que concibió Nelson Adorno, chef pastelero del Condado Vanderbilt, con el objetivo de mostrar las aplicaciones gastronómicas de esta bebida.

Adorno creó una selección de golosinas con Baileys como un dulce de cuatro leches, que realmente fueron un quinteto al añadir a la leche condensada, la evaporada, la de coco y la fresca, chorritos de Baileys.

Más tentadores, incluso, fueron unos magníficos macarons de almendra con relleno de crema de Baileys, y unas sublimes trufas de chocolate, rellenas de Baileys y cubiertas de cocoa nibs, con un logradísimo juego de texturas que fueron de crujiente a cremosa a líquida.

La oferta de postres se redondeó con unos minúsculos barquillos de capuccino de Bailey’s y con helado de vainilla bañado de Baileys.

Como parte del estreno de la nueva imagen, la orfebre puertorriqueña Crystal Amador diseñó una línea de joyas inspirada en el nuevo logo que duplica la B de Baileys, y marca la renovada botella.

Ésta no será la única innovación de Baileys que este septiembre lanzará un nuevo sabor elaborado con canela y vainilla de Madagascar.

La nueva vendimia de Ossian y Pago de Carraovejas

Nacido con la cosecha del 2005, Ossian, orfebrería de verdejo y uno de los más cotizados blancos españoles recibirá la cosecha 2013 estrenando una nueva etapa con la incorporación de la archiconocida Pago de Carraovejas a su accionariado fundiendo lo mejor del tinto y blanco de Castilla de León.

“Ossian nació con la vocación de elaborar un vino singular y diferente de lo que se venía elaborando en Rueda y del concepto de vino blanco al que la cultura española estaba acostumbrada. Aunque algunas otras marcas ya habían abierto un diverso camino blanco, Ossian introdujo, desde mi punto de vista, una mayor complejidad a la elaboración desde un esmerado cuidado en el viñedo situado en Nieva con viñas prefiloxéricas y una peculiar elaboración. Ese nuevo concepto también se fue “afinando” con el paso del tiempo y poco a poco los vinos de Ossian se han vuelto también más complejos y redondos, con una mayor complejidad y más sugerentes”, le dice a Divinidades Pedro Ruiz, director de la bodega Pago de Carraovejas en Ribera del Duero.

Considerado uno de los grandes tintos no sólo de esa denominación de origen, sino de España, Pago de Carraovejas apuesta por el blanco y también por la máxima calidad. Su entrada a Ossian no fue una búsqueda sino un encuentro del destino, casi un cruce ineludible en una ruta guiada por la vocación, casi obsesión por hacer algo diverso, buscando la singularidad y la máxima calidad. Una apuesta que trasciende el hecho de que la bodega de Ribera del Duero complemente sus tintos con blancos, y que es realmente una fusión de las pasiones de la familia Ruiz Aragoneses con la familia Gozalo por esa búsqueda de diferenciación y un afán de superación constante que parte del convencimiento que la elaboración del vino es mucho más que meramente crear y verter un líquido en botella.

Uno de los puntos de inflexión más importantes del vino español en los últimos años ha sido que los blancos han empezado a valorarse más como grandes vinos. Aunque en opinión de Ruiz aún hay muchas asignaturas pendientes en el trabajo de divulgar y reconocer a los grandes blancos españoles, una mejor formación de los consumidores ha contribuido a esa transformación, al igual que al hecho de que el consumo de vinos blancos esté incrementando y que se busquen blancos con mayor personalidad y complejidad en la elaboración, y un trabajo más minucioso desde la viña, al nivel que se valora cualquier tinto.

“Ossian ha sido una referencia en la elaboración de este tipo de vinos blancos. Eso ha hecho abrir un camino importante para que otros que han venido detrás hayan encontrado medios y facilidades para poder elaborar vinos en un estilo similar, aunque no igual”, opina Ruiz, quien cree que hay que desterrar el estereotipo de que los blancos son vinos fáciles y mostrar que hay vinos como Ossian que son potentes, envolventes y de largo recorrido.  

Más que a su dimensión enológica, a este proyecto blanco Pago de Carraovejas pretende contribuir con su equipo humano, su conocimiento empresarial y de comercialización, además de un sabroso escaparate como el Restaurante José María, de Segovia, también propiedad de la familia. Un enriquecimiento mutuo en el que cada bodega mantendrá su autonomía e independencia aunque se encontrarán en algunos puntos.

Ossian comercializa tres vinos   ---Quintaluna, Ossian y Ossian Capitel----  a los que pronto se añadirán dos más. El primero, un Verdling, es decir, un verdejo dulce, elaborado como los rieslings, y el segundo un Trocken, una versión similar, pero en seco. “Ambos verán la luz muy pronto después de muchos años de estudio y pruebas en Ossian, que no cesa de experimentar y mantiene líneas de trabajo abiertas, interesantes y novedosas, cónsonas con nuestro deseo de seguir creciendo cualitativamente”, anticipa Ruiz.

Aunque hasta el momento algunos de los vinos elaborados por Ossian se amparan en la indicación de Vinos de la Tierra de Castilla León, no se descarta que esa etiqueta y su vino top, Ossian Capitel, ausculten la posibilidad de ampararse en la DO Rueda.

Para el porvenir, los mismos objetivos que hasta el presente: la búsqueda de la máxima calidad  desde un estilo de vino con una identidad propia, singular, diferente y con una base indestructible. Un viñedo único en una zona única con viñas prefiloxéricas en un terroir diferenciado. Viñas centenarias, sabiduría en el manejo del viñedo y una cuidada y singular elaboración, basada en la asesoría en los comienzos de Pierre Millemann y continuada con la experiencia de Ismael Gozalo y ahora enriquecida con el saber y la experiencia de la familia Ruiz y del equipo de Pago de Carraovejas, que tratarán de enriquecerse mutuamente.

 

 

En el cielo de San Pedro

 

No es la primera vez que Carolina Rivera anda por el Caribe en un periplo vinícola como Embajadora del grupo Viña San Pedro, una de las empresas vitivinícolas más antiguas de Chile y una de las más importantes del país. Hace pocos años se fundió con Viña Tarapacá, creando el Grupo San Pedro Tarapacá (VSPT) que hoy día es el segundo mayor exportador de vino chileno con presencia en más de 80 mercados internacionales, siete proyectos de vino en Chile y dos más en Argentina.

Muy conocidos por sus marcas Castillo de Molina y Cabo de Hornos, lo menos mencionado quizás de estos vinos es su gran aptitud para armonizar comidas, una cualidad que potencia el grupo con una serie de iniciativas que aproximan a los consumidores al sabor del vino, con creativas recetas, sugerencias y matrimonios de vino, al alcance de un click en Internet.

Para los que prefieran el placer enogastronómico en vivo, Rivera y el chef puertorriqueño Pedro Torres, de En Boga Gastrobar, organizaron un bien sincronizado ejercicio para mostrar el talento que varios de los vinos de la bodega tienen para acompañar la comida, a la par que la Embajadora compartió más detalles de los vinos, que hablan por sí solos.

Si la sauvignon blanc ha estado bastante en boga entre blancas, se empieza a observar una tendencia hacia los chardonnays más frescos y puros, que resaltan más la fruta y de manera menor cualquier evocación de contacto con la madera. Es el perfil que mostraron dos blancos presentados por Rivera, el 35 Sur 2010 y el Castillo de Molina 2011.

La línea 35 Sur combina uvas de dos valles diferentes (bi valle). Los Castillo de Molina  ---línea lanzada en la década del 1980---  juegan con combinaciones de variedad de uva y procedencia, adecuando cada cepa al lugar más conveniente para su desarrollo. Los tintos de Castillo de Molina se envejecen por un año en roble francés, empleando una parte de roble nuevo. Los blancos, en variedades como chardonnay, viognier o riesling, se crían entre cuatro y seis meses en roble. 

El 35 Sur Chardonnay es muy fresco pero también muy estructurado, con notas melosas y  a la par cítricas, untuoso en boca y con una acidez notable, lo que evidencia que su cosecha 2010 aún se sienta muy joven en boca. El Castillo de Molina Chardonnay 2011 procede del Valle de Casablanca, una región al norte de Santiago que se destaca por sus vinos blancos. Aunque hay algo de roble francés en su elaboración, su presencia en boca es apenas un sazón, con un vino con mucho cuerpo que se crece en boca, abarcando todo el paladar de forma envolvente y persistente. El vino es fresco, y mantiene su carácter afrutado con tonos de melocotón conjugados con notas tropicales y algún punto de miel. Ambos vinos fueron buenas armonías para una sopa de espinacas y cebollas donde el toque ahumado de un salmón fue el enlace perfecto con las cualidades de ambos vinos.

A través de sus 1,200 hectáreas de viñedos Viña San Pedro se extiende a través de todos los valles del país, afincando su expansión en los nuevos valles vitivinícolas a los extremos norte y sur de Chile. Esto permite a la bodega elaborar una pluralidad de vinos en diferentes condiciones de clima y terruño. 

Castillo de Molina presentó tres tintos con marcada definición varietal. A destacar un pinot noir (2009) y un carmenère (2010). El pinot noir se elabora con uvas procedentes de los valles de Maipu y Curicó, con crianza en madera, untuosidad de jalea, frutas como la fresa, la grosella o incluso la manzana roja, y pizcas de pimienta. Un vino ligero, afrutado, versátil y muy amigable como armonía gastronómica, del que el mejor ejemplo fue una “ropa vieja de pollo”. El carmenère se ensambla con una pequeña dosis de cabernet sauvignon y es un vino muy alegre, fresco, estructurado y jugoso en fruta roja, con notas de salinidad, curiosamente melón y unos justos recuerdos de tonos verdes a espárrago, todo muy bien eslabonado con un filete de cerdo y una reducción de naranja, vinagre balsámico y especias que resaltaban su jugosidad y fruta en boca. Además de estos dos se presentó un cabernet sauvignon (2007), más denso, especiado y algo empalagoso.

Cabo de Hornos toma su nombre del extremo más al sur del continente americano y es una línea que se desarrolló a partir del inicio de la década de los noventa, sobre un cabernet sauvignon viejo del Valle de Curicó que mostró un carácter y elegancia singulares. El estilo pretende ser concentrado pero equilibrado. Hoy, además de con esta cepa se cuenta con malbec y syrah, plantadas en los valles de Alto Cachapoal, Maipo y Maule. 

Para armonizar un exquisito bocado de Wellington de salchicha de cordero con soya y ajonjolí una perfecta armonía con un blend de Cabo de Hornos (67% cabernet sauvignon, 22% syrah, 11% malbec) de la cosecha 2007 que impresionó por su entereza, un vino con mucho recorrido aún y que se destacó por su frescura, su jugosa fruta, sus notas balsámicas, su pase aterciopelado por el paladar, elegancia y contundencia. Magnífica armonía enogastronómica.

¿Dónde comprar?: El Almacén del Vino de B. Fernández, PR  ¿Dónde disfrutar?: En Boga Gastrobar, Ave. De Diego 308 casi esq. Roosevelt, Puerto Nuevo, Puerto Rico.



 

 

 

 

 

 

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Su nombre no es James Bond, sino Casenave, Pierre Casenave, un agente a cargo de las finas burbujas de su majestad la Veuve-Clicquot. Habría deseado ser agente de la policía pero optó por convertirse en agente químico y de farmacia, y motivado por esos estudios de farmacología y su pasión por el vino, realizó una tesis académica sobre éste, que luego le impulsó a estudiar enología. 

Después de estudiar en Francia y España, y trabajar en California y Sudáfrica, la suerte tocó literalmente en su computadora al enterarse que Veuve-Clicquot buscaba un enólogo, desencadenando un cautivador romance con las burbujas de la “Viuda” desde que se integró al equipo de esa maison champenoise en 2008, para la que, además de elaborar vino, tiene la responsabilidad de comunicar a gran parte de Viejo y Nuevo Mundo sus maravillas.

Además de Finca Dinamia, el vino entre el cielo y la tierra, la bodega tiene en San Rafael un wine lodge ecológico, Finca La Encantada, una casona antigua con todas las comodidades y la posibilidad de disfrutar de otras actividades, incluida la posibilidad de cosechar en la propia huerta que le surte.

A pocos grados de temperatura, hiela entre el sol que se levanta y el paisaje inefable de las cumbres nevadas de los Andes que rozan el cielo azul por el que aún se escabulle la luna. La naturaleza va cambiando los matices, sus pinceladas, en un juego de luz y color, una alta gama de sensaciones que matizan Los Andes, una escolta paralela a la carretera que conduce la ruta de Uco. 

El Valle de Uco se halla al norte del río Tunuyán y abarca varios departamentos mendocinos. Su caracterísitca principal es la altitud y el marco que le proporcionan las altas cumbres de la Cordillera de los Andes, que se resumen en una zona de gran riqueza paisajística y fertilidad agrícola, lo que la convierte en una de las mejores zonas vitivinícolas de Argentina. 

De clima templado en promedio, inviernos recios y veranos cálidos, tiene un clima desértico y soleado a lo largo del año, y un contraste térmico que ayuda a la madurez y aromaticidad de la uva, que se cultiva en viñedos afincandos entre los 800 y unos 1,700 metros de altitud. Fue una zona que comenzó a desarrollarse al llegar el riego por goteo y, además de por sus vinos, la de Uco-Tupungato es una de las regiones argentinas más ricas por sus desarrollos mineros y yacimientos petrolíferos.

En ese territorio está Finca Sophenia, que abre sus puertas a unos 1,200 metros de altitud para vendimiar a poco de amanecer. Fue un proyecto de capital argentino enfocado en la exportación que se plantó entre 1996 y 1997, siendo su primer assemblage el de su nombre, la fusión de los nombres Sophia y Eugenia, hijas de los propietarios, con el que se designó el primer blend. 

A los pies de los Andes, Sophenia se cimenta en cuatro columnas: las personas, el terroir, el viñedo y la bodega. 130 hectáreas rodeando la bodega al más puro estilo château francés. 

Las uvas que permanecen en viña están bañadas por el rocío matinal que humedece las manos de los vendimiadores a cada corte de racimo, mientras se escabullen por un horizonte mostaza de hojas que anticipan el fin del ciclo vegetativo y un cambio de estación. Se paga por canasta recogida, y éstas se van vertiendo en un bin para trasladar a la bodega y comenzar su ruta hacia el vino. 

De elaborarlo se encarga Rogelio Robino, el enólogo e ingeniero agrónomo, que trata su bodega como un aséptico quirófano en vendimia, donde los depósitos tienen descriptivos nombres simbólicos de lo que pretende el simpático enólogo con cada contenido, o la evolución que van mostrando los mostos. Así aparecen Francisco I, El Último Mohicano, os los Vecinos en Guerra 2012, un reto personal que el enólogo se ha impuesto de elaborar un cabernet franc mejor que el de una bodega vecina, referente de calidad para él. Y va por buen camino de lograrlo. Junto a él como consultores dos nombres importantes, el francés Michel Rolland y el argentino Matías Michelini. 

En Sophenia elaboran con distintas variedades de vid, todas de cosecha propia, a excepción del torrontés, que los compran porque son cepas de 60 años, conducidas en parral. 

La bodega elabora tres líneas: Finca Sophenia, Alto Sur, un vino elaborado y criado en la altura con apenas cuatro meses en barricas de roble francés y americano con el objetivo de exhibir la expresión varietal y la frescura de los vinos de altura, y E.S. Vino, un concepto de vino creado en conjunto por las propias inspiradoras de la bodega, las hijas de los propietarios, en unión con su equipo técnico, y que busca un estilo contemporáneo y moderno, aunque elegante y sofisticado. Finca Sophenia elabora, además, un grato dulce tardío de sauvignon blanc, y un espumoso de semillon y chardonnay.

Una de las apuestas más importantes de Valle de Uco es Bodegas Salentein, pionera en la elaboración de vinos premium en la zona, que toma su nombre del Castillo Salentein de los Pon, una familia holandesa, de las más ricas de Europa, que al ver el potencial productor de la zona, decidió inciar allí un emprendimiento en la década del 1990.  

Susana Balbo es la principal enóloga de Argentina y cree que el futuro del vino está en manos femeninas porque considerar a las mujeres más creativas, más curiosas y abiertas a la experimentación, sin ceñirse a recetas o estructuras pre-concebidas que les permiten responder más ágilmente a las cambiantes preferencias del consumidor. 

Ingeniera nuclear frustrada cuando sus padres le impidieron irse a estudiar a Bariloche, Balbo decidió matricularse en un curso de enología, carrera que tenía bases similares a aquélla a la que aspiraba, pero el amor por el vino la cogió desprevenida y sus planes se trastocaron, convirtiéndose en enóloga en 1981, luego de graduarse con altos honores. La primera enóloga argentina con título. 

Más copas mendocinas

 

Además de los grandes nombres de la región, en las zonas más próximas a la ciudad de Mendoza hay otros talentos en botella de vino, unos con trayectorias más prolongadas, que han ido sabiendo adaptarse al correr de los tiempos, y otros ímpetu más joven, que revelan secretos muy interesantes. 

En el punto medio está Lagarde, una bodega que se fundó en 1897, como lo denota su hermosa casona sede que traslada a otras épocas mientras custodia algunos viñedos antiguos, tanto como de 1906, y que hoy se mantiene como bodega familiar, dentro de un conglomerado amplio de otras empresas, que apuestan por el riesgo y la innovación. Fue Lagarde la pionera que introdujo la viognier y la moscato bianco en Argentina. 

Por esa finca en Mayor Drummond, una ruta de olivos y aceite se entremezcla con viñas de malbec, sémillon, cabernet sauvignon y merlot. Así, un total de 200 hectáreas repartidas en otras varias fincas en otros puntos de la provincia, Agrelo, Perdriel, Tupunganto y Vista Flores con una más amplia gama de cepas para armar el rompecabezas del vino. 

Antes de ese ejercicio, hay que descifrar el puzzle del suelo. De eso se encarga Juan Roby, enólogo, convencido de que hay que aprovechar la tecnología para conocer mejor el viñedo. Así, a través de los que rodean la casona central, hay varias calicatas, es decir perforaciones profundas del suelo y subsuelo para ver su composición, entenderlo mejor y poder tratarlo acorde a cómo es. Cepas de cabernet sauvignon, traspasadas hasta las raíces por un recorrido de arenas, piedras, cascajo, que una vez se diseccionen permitirán programar mejor los sistemas de riego. 

“El tema del terruño se está empezando a mirar con mayor precisión porque es un vehículo para que el enólogo mejore la calidad de sus vinos”, señala Roby, quien también explica que algunos realizan estudios de conductividad electromagnética para “mapear” el suelo. 

De esos rastreos surgen cinco líneas de vino, todos elaborados exclusivamente con uva propia: Henry, Primeras Viñas, Guarda, Lagarde y Altas Cumbres. 

Henry es la línea top, una de gran guarda que toma el nombre del apodo que daban sus amigos a Enrique Pescarmona, propietario de Lagarde, y que no se elabora todos los años, sino sólo cuando se dan condiciones excepcionales. Tiene el distintivo de que la fórmula varía de año en año, como resultado de la selección de uvas magníficas, lo que significa que una cosecha éstas pueden ser malbec, otra sémillon para cosecha tardía, o hasta ensamblajes de varias. 

Lagarde además tiene unos espumantes verdaderamente sensacionales, incluido un moscato dulce al mejor estilo del Asti Spumante, así como Sémillon 1942, una rareza fruto del azar de hallar en bodega un gran tonel con sémillon de esa cosecha, que embotellaron en 1990. En Mendoza, como en otras partes, se acostumbraba a emplear un pequeño porcentaje de vino blanco en los ensamblajes tintos, para suavizar y aportar estabilidad al color. En añadas excepcionales se elaboraban sémillon sobremaduros de cosechas tardías para esos fines. 

Lagarde está muy orientada al mercado de exportación, con lo cual los vinos se han ido actualizando para responder a paladares cosmopolitas sin perder la esencia mendocina. Esto significa buscar más fruta y frescura y en el caso de líneas como Altas Cumbres, apenas un pequeño paso por madera.

Y es que aunque al hablar de cepas viejas y muy viejas se piense primordialmente en España, la realidad es que en Argentina, aunque escaseen los vinos añejos, abundan las vides muy antiguas y no pocas sin injertar, gracias al clima y al suelo que impidieron el ataque de la filoxera. Se habla poco de ellas, pero proliferan y se prodigan en regalar vinos excepcionales.

En Mendel, por ejemplo, hay una viña antigua de pie franco malbec, de 1928, que se riega por goteo y en invierno por inundación, para además de hidratarla contrarrestar también la filoxera. Qué mejor luz para estrenar el día que la que ilumina esas cepas, dora el horizonte de la cordillera y sonríe con la sabiduría humilde del gran Roberto de la Mota, una verdadera eminencia del vino en América.

Los De la Mota son, una de las cepas más viejas y sabias del vino argentino. Su padre, el respetado don Raúl de la Mota, es el gran hombre y el gran nombre de la vitivinicultura en Argentina, uno de los grandes agentes de modernización de la enología en el país, una evolución radical que comenzó a raíz de su contacto con Burdeos, donde se dio cuenta de todo lo que había que transformar en Mendoza para hacer vinos de clase mundial, especialmente la necesidad de abordar viticultura y vinificación con rigor científico.

Fue el primero enólogo argentino en vinificar por variedades de uva, uno de los primeros en plantar y elaborar vinos de sauvignon blanc en Argentina. y su marca indeleble y prestigiosa fue tan evidente e influyente que incluso la Asociación Mundial de Periodistas y Escritores de Vino y Licores, con sede en Burdeos, le reconoció como el mejor enólogo del siglo XX en Argentina, maestro de maestros que tuvo a su cargo la dirección de algunas de las bodegas más prestigiosas del país, además de un rol protagónico en muchas de las organizaciones profesionales del vino argentino.

¿Usted puedo escoger una profesión diversa a la de su padre, por qué decidió mantenerse en el mundo del vino? 

“Pues porque siempre me interesó la viña y luego el vino. Desde niño me gustó la agronomía. Tenía una chacra cuando niño y mi placer más grande era cuando mi madre utilizaba los tomates o cebollas de mi chacra para hacer la comida de la familia. Luego la viña me gustó y después vinieron las degustaciones y los vinos. La verdad es que nunca me plantée la posibilidad de hacer otra cosa. Pero nunca tuve presión para hacer lo que hice”, relata Roberto de la Mota a Divinidades. 

Un extenso pedigrí avala su experiencia trabajando en bodegas desde los 19 años, con proyectos como Cheval des Andes, Chandon, Cavas Weinert, que también dirigió su padre, entre muchos otros, entre los que se halla Mendel. 

El proyecto Mendel comenzó a cuajarse entre De la Mota y una familia bonaerense alrededor de 2003, cautivados por las cepas viejas de malbec que hallaron en el entorno de la bodega. De la Mota, un apasionado de esta variedad, resalta la importancia del viñedo viejo plantado a la vieja usanza bordelesa, con unas cinco mil cepas por hectárea. 

Además de estas viñas de Finca M, en Mayor Drummond, hay otras más en Luján de Cuyo, en Perdriel y Uco, a entre 900 y 1,100 metros de altitud, con las que buscan producir vinos de calidad superior incuestionable que expresen el carácter único de sus viñas viejas y las cualidades excelentes del excepcional suelo mendocino, terruño de origen aluvional, muy pedregoso, permeable y con poca materia orgánica, que da origen a viñedos que bajo medios rendimientos permiten obtener mucha intensidad y concentración. 

En viña se sigue la maduración de las vides con rigor, empleando el método Dyostem, uno que mide con mayor precisión el nivel de azúcar en relación al tamaño de la baya, y que se basa en determinar la llamada “parada de carga” que es el momento en que la vid deja de enviar azúcares desde las hojas a los racimos.  

“Mediante la ayuda de una base de datos para ese cepaje en ese terruño y un programa de simulación podemos determinar una cantidad de días a partir de este momento en que se producirá un pico aromático de fruta fresca (ej. 35 días para Malbec de Luján) y un pico aromático de fruta madura (60 días para el mismo cepaje en igual terruño). Además como se utiliza una foto tridimensional, el equipo puede medir el cambio de color en las uvas blancas. Este índice ayuda también a determinar momentos muy importantes en la fisiología de la planta. Un método útil, pero que no reemplaza la degustación ni las analíticas clásicas”, detalla De la Mota, quien explica que en Mendel tienen viñedos certificados orgánicos y esperan poder elaborar vinos orgánicos como el que él hace con Ghislain d’Aboville en el Languedoc francés. 

La vieja estructura de adobe donde se trabaja a destajo en la vendimia 2013   ---una que De la Mota apunta será similar a la del 2010, con vinos frescos y elegantes---   se reconstruyó totalmente, con la gran curiosidad que muchos de sus viejos depósitos de hormigón se conviertieron en salas de barricas y botelleros. Mendel produce anualemente unas 150 mil botellas de vinos premium y super premium. 

Un año antes que Escorihuela Gascón, en 1883, Angel Cavagnaro fundó Bodegas Trapiche. En 1912 se construyó su edificio actual, una estructura de ladrillo con arquitectura inspirada en el Renacimiento italiano. Bodega modelo para la época, se destacaba por su gran capacidad de elaboración, su alta tecnología, sus revolucionarias facilidades y diseño, la calidad de la construcción y la persecución de los más altos estándares vitivinícolas. Hasta allí incluso llegaba el tren, como en Haro, en la Rioja española. 

Pero los cambios propietarios a lo largo de los años hicieron que el edificio se abandonara y cerrara por casi cuatro décadas, hasta que en 2006 se adquirió y restauró para emplearlo en sus vinos de alta gama, ampliando su capacidad de molienda, fermentación y almacenaje, y también para ofrecer un espacio para abrir la bodega a los visitantes. Un predio de diez hectáreas donde hay viñas, olivares y llamas. 

Una réplica de la bodega antigua, con lagares, prensas antiguas y una cinta-jirafa original que sigue funcionando de forma impecable forjan todo un conjunto de elementos que conforman un pequeño museo, que mantiene incluso la vía del tren y sus adoquines de fines del siglo XIX, de madera, para permitir que los barriles rodaran fácilmente. Una reconstrucción que revive el esplendor de la estructura y el de los vinos de Trapiche y que es un viaje en el tiempo con todo y raíles de tren. 

Pero tras esa tramoya que parece decorativa hay también una bodega real, activa 24 horas durante tiempo de vendimia, con un interminable tránsito de camiones repletos de uva y una cronometrada rutina de carga y descarga de vides hasta su destino final en las piletas antiguas que se continuán empleando hoy. Doscientos mil kilos de uva procesados diariamente, que en la cosecha 2013 ha sido un volumen casi 30% mayor.

Esa actividad incesante mantiene ocupado a Tomas Hughes, el joven a cargo de muchos de estos vinos, y parte del equipo enológico de la bodega encabezado por Daniel Pi y asesorado por el italiano Alberto Antonini. 

Sólo su acento argentino delata a Hughes, porque su físico entre rubio y pelirrojo lo haría pasar por cualquier irlandés. Precisamente de Irlanda llegó en el siglo XIX su familia a la Argentina. Su abuelo, ingeniero civil, llegó de Buenos Aires a Mendoza, donde luego su padre emprendió una importante carrera como ingeniero agrónomo que le llevó a desplazarse como consultor y empleado a través de algunas principales bodegas de la provincia, hasta el punto de ser hoy considerado como uno de los referentes en ingeniería agrícola en Argentina. De hecho, fue él quien “descubrió” la zona de Pedernal, en la provincia de San Juan y de él fue que su hijo aprendió que hay que ser, ante todo, humilde, transparente y tener buen trato con todos.

Con ese trasfondo no es de extrañar que Tomás se interesara también por el mundo del vino, en el que empezó por la agronomía para luego pasar a la enología, cautivado por el arte de hacer vino. Trabajó en otras bodegas argentinas como Clos de Chacras y Achával Ferrer, y recorrió varios países productores como Australia y Nueva Zelanda para mejorar su inglés y su saber enológico. En Australia vio un mundo del vino muy técnico, donde se realizaban muchas investigaciones y también se empleaba mucha tecnología de procesos para ahorrar en mano de obra.

“Lo que vi en Australia hace seis años es lo que veo hoy en Argentina. Para 2005 en Argentina era más barato cosechar a mano, apenas habría cinco u ocho máquinas de vendimia. Hoy, con los problemas de mano de obra debe de haber unas 50 a 60 máquinas en Mendoza. Para los vinos de alta gama es un reto grande, porque los trabajadores pueden ponerse de brazos caídos en plena vendimia. Hoy la gente no quiere trabajar porque el gobierno les da todo”, dice.

Esta trayectoria no pasó desapercibida para Bodegas Trapiche, que hace un par de años le encomendó integrarse a su equipo de elaboración para los vinos de alta gama.

La bodega tiene una gama que pasa, entre otros, por vinos básicos Trapiche, la línea Broquel, Finca Las Palmas, Gran Medalla y sus Single Vineyards que ahora pasarán a llamarse Terroir Series, consistente con la apuesta que empiezan a hacer los bodegueros de Mendoza por destacar las cualidades singulares de sus diferentes terruños. Están también los Iscay, unos fantásticos vinos de más alta gama. “Aún es complicado comunicar terroir, primero tenemos hay que comunicar a Argentina”, opina.

Uno de las novedades más importantes en Trapiche está en la viña, ya que frente a la bodega disponen de un viñedo de unas tres a cuatro hectáreas de malbec que cultivan con filosofía biodinámica. Las uvas se han vinificado los últimos cuatro años pero aún no se comercializa un vino en exclusiva de ellas, sino que se pasan a otros vinos de la línea orgánica.

En Argentina parece difícil hallar vinos muy viejos. Con la trayectoria de Trapiche, ¿hay vinos añejos en bodega?  

Sí, hay algunos como Medalla, una etiqueta ícono de los setenta, y otros viejos, pero la enología realmente cambió mucho a partir del 2000, con lo que el potencial de envejecimiento es hoy mayor. En nuestras líneas top, Finca Las Palmas hacia arriba, el potencial de guarda es de 15 a 20 años. 

En conjunto con su padre, Tomás elabora en casa un vino casero. Un vino de garaje de muy alta gama para el que compran uva y llaman “Familia Hughes”.

A Hughes, el hijo, no le obsesionan los puntajes, y piensa que el público es el mejor crítico. “El vino argentino se dirige a una mayor calidad porque invertimos mucho en investigación, pero también a la consistencia de calidad, gracias a esto y al clima benévolo que habitualmente nos acompaña”. 

Juan Roby, Bodegas Lagarde en una calicata

Colomé está en el departamento de Molinos en la provincia de Salta, pero quizás el departamento mejor conocido de esta provincia es Cafayate.  

La de Cafayate es una ruta más llana, con extensiones interminables de viña, en su mayoría plantadas en parral o espaldera alta, dentro de un encuadre de montañas a unos 1,660 metros de altitud. Allá hay más o menos 12 mil habitantes, dos bancos, un cabildo, una heladería que se atribuye haber creado un helado de vino, y más o menos 36 bodegas.  

Algunas  ---como Etchart o Domingo Hermanos, con sus damajuanas---  están en el centro del pueblo, uno de pocas de pocas calles, evocador del realismo mágico garciamarquesco, y donde, contrario a la más europea Buenos Aires, la herencia indígena es bien marcada.

Etchart fue responsable del gran impulso vitivinícola del Valle Calchaquí, de la mano del enólogo francés Michel Rolland, a quien llamó en 1988 para que le ayudara a fijar el color del vino, debido a un problema que había tenido con un envío internacional. Su bodega fue la primera en implantar el riego por goteo en Cafayate. 

Sin restar importancia al gran enológo argentino Raúl de la Mota, visionario y adelantado de los vinos de calidad, la llegada de Rolland a Cafayate representó un punto de inflexión, no sólo para la producción en Salta, sino en toda la Argentina, pues el francés fue quien propició que se empezara a prestar más atención al cuidado de la viña, y a entablar una mejor interacción entre viña y bodega, comunicación entre jefe de viña y enólogo. Esto, unido a las técnicas elaboradoras convirtieron a Rolland en el primero en elaborar vinos modernos en la Argentina, ya con un enfoque más dirigido a la exportación. 

A partir de ahí, comenzó el boom de Cafayate que, a partir de 2003 se consolidó, gracias a una importante inversión internacional, que llevó a que en la zona se pasara de unas ocho bodegas a más de 25 y que también se crearan otros proyectos de infraestructura hotelera relacionados al vino. 

El gran reto de Cafayate, como de otras zonas del país es el agua, y como conseguirla es difícil, no hay demasiados lugares aptos para cultivar vid por este motivo. Esto ha llevado a Cafayate a volverse más exclusiva, tanto que aparenta haberse vuelto un lugar atractivo para estrellas de cine, quienes, como Richard Gere, se dice que han ido a buscar casa por la zona. 

Aunque en Cafayate se elaboran magníficos tinto, a la zona se le conoce por un emblema: su torrontés. Probablemente en ningún lugar de la Argentina o el mundo se hagan blancos de esta uva tan apetecibles como aquí, donde a sus característicos matices florales, cítricos y perfumados, se añaden unos singulares tonos minerales que recuerdan la piedra mojada, y que hacen de los torrontés de Cafayate vinos frescos, elegantes, complejos y de clase mundial. 

“Cafayate me gusta mucho como zona. Es muy amplia y existe mucha variabilidad de acuerdo a los diferentes terruños, por altitud y diferencia de suelos y agua de riego. Tiene tradición y potencial para elaborar excelentes vinos. Torrontés muy intensos de aroma y tintos de mucho color y aromas frescos y espciados”, subraya Roberto de la Mota.

 

Sorbos de Cafayate

 

Nos ponemos la piel de vid para imaginarnos cómo se despertaría una uva al amanecer, cubierta de rocío, enterrada en un suelo arenoso recién arado, viendo al sol ascender y sintiendo cómo en pocos minutos la temperatura deja de refrescar para ir entrando en calor. 

Es la sensación que deja el recorrido a pie por las viñas de Tukma, antes de emprender el camino a San Pedro de Yacochuya, una de las principales bodegas de Cafayate, primero alquilada y luego adquirida por los Etchart, una vez el grupo Pernod-Ricard comprara su bodega en el pueblo. 

La ruta a Yacochuya está amparada por viñas y escoltada por cáctus y palos borrachos, troncos con forma de botella, que contrastan con la montaña que sirve de marco a la región. Allí espera Marcos Etchart, nieto de Arnaldo, quien a inicios de la década de 1990s fundó está nueva bodega a 2,100 metros de altitud, en la que sigue colaborando con Rolland. 

Yacochuya es una finca de principios del siglo XX que adquirió Wenceslao Palza y luego en 1914 heredó su hijo Virgilio, y que cuenta con viñedos de malbec tan antiguos como 1915. La finca en proximidad se extiende  por con unas 16 hectáreas, 9 de malbec, 4 de cabernet sauvignon, 2 de torrontés y 1 de tannat. 

En la bodega se elaboran tres líneas: la Coquena, que se integró en 2008 con viña en Tolombón, donde la uva madura antes y se buscan vinos más jóvenes sin madera o muy boca; la Yacochuya, que busca vinos más complejos y pesados en boca; y la Michel Rolland, la más alta gama de la bodega. La primera vendimia de Yacochuya fue la de 1999 y en 2001 exportó su primer vino premium, ya que la bodega exporta la mitad de su producción. De la línea Coquena se elaboran un blanco de torrontés un rosado y un tinto de malbec.  De Yacochuya  un malbec, un torrontés y un blend de cabernet y malbec.

La altitud es un gran argumento en Colomé. Y es también un factor cada vez más importante de cara al cambio climático. A mayor altura, mayor aireación; menor temperatura; mejor influjo de la luz del sol que favorece la fotosíntesis, además de que para protegerse del sol la uva desarrolla una piel más gruesa y oscura, con posibilidad de obtener más grado y extracción de color; mayor amplitud térmica entre día y noche, factores que propician la buena maduración de la uva, más lenta, progresiva y con mayor sanidad, lo que genera uvas con polifenoles marcados y mayor expresividad organoléptica que redundará en una mayor complejidad, color y una mayor acidez que rinde vinos más frescos y también con mayor potencial de guarda. 

Colomé dispone de cuatro fincas, Finca Colomé, alrededor de la bodega; otras dos en la zona de Payogasta-Salta; y una cuarta en la zona alta de Cafayate. Algunos de estos viñedos están a horas de distancia de la bodega con lo que no se puede sino pensar en lo complicado de la elaboración.

La conducción en parral protege a las cepas de heladas, porque el aire frío se queda abajo. Los cultivos en parral generalmente producen vinos más frescos en Argentina.

Abajo: Thibaut Delmotte con Randle Johnson, Enologo del grupo Hess,

El polvo del camino de los casi 250 kilómetros desde Salta se deposita en Molinos. En ese departamento, uno de los pequeños poblados coloniales de la zona, está la pequeña Hacienda de Isasmendi, casa de Don Nicolás Severo de Isasmendi, el último gobernador de Salta. La Hacienda tenía extensas tierras de las cuales su hija menor, Ascensión, heredó varias fincas que en 1854 comenzó a plantar con malbec y cabernet sauvignons prefiloxérica que hizo traer de Burdeos. 

En el solitario y silencioso pueblo hay zonas pobladas por vacas y un río, seco y pedregoso, que cuando arrastra agua hay que cruzarlo casi con plegarias porque algunos llegan a quedarse varados en medios de la inundación. Atravesado ese último obstáculo ya falta muy poco para llegar a Colomé. 

En Argentina halló la malbec de Cahors un nuevo hogar en América que la hizo célebre. Y ella al país. Tan bien se adaptó a éste que hoy día la Argentina se identifica como la tierra de malbec, que representa el 15% de la superficie de viña plantada en Argentina y la uva presente en el 35-40% de las exportaciones de vino del país. 

Pero si bien esta cepa de tintos identitarios es la predominante en este país del Cono Sur, no menos lo es que en Argentina se dan muy buen otras cepas blancas y tintas que aunque quizás no se hayan vuelto tan representativas del territorio, sí regalan algunos vinos de clase mundial. 

“Argentina ha tenido grandes cambios y pasos en la viticultura, como la reconversión de cepas más rústicas a cepas más nobles, de mayor calidad. Hoy trata de demostrar que puede producir vinos de calidad de otras uvas además de malbec”, indica De la Mota.

Para muchos elaboradores, después de la malbec quizás no hay ninguna otra tinta con más potencial que la cabernet sauvignon, esparcida por la geografía del país. Esta cepa noble de origen francés rinde vinos de muy alto nivel.

Garcia Betancourt (C)

 

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