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La tierra prometida de Ramos Pinto

 

 

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Catamos el pasado mientras a través del cristal de una ventana veíamos pisarse el futuro en la cosecha 2018. Tentados también de ser parte de la historia, con determinación nos sumergimos en aquel lagar de granito teñido hasta el borde de púrpura profundo para andar también la ruta del vino.

Cada pisada a contratiempo penetrando el líquido y los hollejos parecía un desafío entre arenas movedizas, pero en realidad era un andar sobre las aguas tintas que riegan la tierra prometida. Cuatro días y noches de repetida pisa en el lagar para lograr arrancar la fermentación de aquel néctar que impreganaba de tintes y aromas el granito y el espacio, dejando en la piel de los caminantes una sensación de ardor.

Cuenta una leyenda que fue el propio Noé quien tras el diluvio universal plantó las viñas del Douro lo que tal vez explique el poderío de esa tierra prometida con lindes diluidos entre lo divino y lo humano. Las pisadas del lagar o las andanzas por la tierra bien podrían haber sido la imagen de uno de los carteles con que Adriano Ramos Pinto comenzó a colocar con modernidad los vinos de Oporto en el mapa internacional, pero lo cierto es que, en lugar de esos retratos tradicionales, lejos de ser así, él prefirió apostar por la  provocación y las tentaciones bíblicas para dar a conocer con imágenes esa casa de vinos que fundara en 1880 y que pronto traspasó y conquistó los mares gracias a la visión adelantada y atrevida de su fundador.

Célebre por sus habilidades de márketing y por ser un pionero de la publicidad para los vinos de Oporto, especialmente los destinados a mercados de exportación, con sus afiches y sus vinos Adriano conquistó a Brasil a inicios del siglo XX logrando unas ventas y un éxito tan grandes que el gigante sudamericano casi le convirtió en un héroe nacional. Márketing, pero no tan solo, porque ese suceso comercial se complementó con una modernización en los procesos de distribución, pero, sobre todo, en los de elaboración y envejecimiento de los vinos, que completaron un círculo de la viña a la copa tan redondo como el movimiento de las piernas pisando la uva en el lagar.

Precisamente la viña es la piedra angular de los vinos de la casa, que temprano en su historia supo que el contenido de las botellas tenía que avalar la voz de su publicidad y por ello determinó garantizar la calidad de su materia prima controlando íntegramente la producción de uva. Fue así como la casa Ramos Pinto empezó a adquirir tierras en el Douro para surtirse de uvas para elaborar sus vinos, y también cómo Adriano y sus descendientes se enfrascaron en la búsqueda de la tierra prometida para sus uvas.

De este modo en 1919 se hicieron con la Quinta do Bom Retiro, no lejos de Pinhão; en 1933 adquirieron unas pocas hectáreas de viñas centenarias en Quinta da Urtiga, contigua a Bom Retiro; en 1974 crearon la Quinta de Ervamoira en el Douro Superior; y en 1985 allí también adhirieron a Quinta dos Bons Ares edificando cuatro sólidos pilares para un proyecto de vinos con largo recorrido.

El destino de la ruta vintage

 

Las campanadas de la iglesia cercana no dejan duda de la hora al romper de improviso y con sonoridad el cuasi silencio apenas adornado por el trino de los pájaros, el eco de algún grillo y el tenue runrún de vehículos de la bodega. Son las ocho de la mañana y los ecos de la vendimia comienzan a despertar la Quinta do Bom Retiro, que ha retomado la actividad de los lagares casi nocturnos y añadido a su quehacer de pisadas el arte del elaborar los Oporto Vintage.

Una quinta con historia que se remonta al siglo XVIII y los orígenes de la demarcación del Douro, a Bom Retiro se llega atravesando un estrecho puente de piedra que se abre en curvas de viña que al amanecer baña el sol suave, dorando de abajo hasta arriba las cepas, en su mayoría touriga nacional, tinta barroca, touriga franca, sousão y tinta roriz. Del verde más brillante al verde aceituna, los matices del horizonte se enfrentan al dibujo de bancales y patamares, viña vertical, y al sol, que empieza su coqueteo caprichoso y seductor con la curva de las montañas. Entre todo esto viven las uvas, racimos pequeños de bayas dulces, bañados por el sol suave, y algo escasos en la difícil vendimia 2018.

El lagar amanece cerrado para que no le confronte el sol. Sigue oliendo a mosto vivo y al descorrerse las cortinas, tres caminantes del vino en ciernes entran en ese recinto de piedra para comenzar una nueva ruta de pisadas por el vino que será. Tres pisan con seis pies en un lagar donde las levaduras autóctonas en efervescencia bailan al ritmo del raegetton luso. Mil kilos en cada lagar que llegan a pisar entre 10 y 12 hombres de vino, para multiplicar los kilos entre diez a dieciséis veces según las que los lagares se llenen a lo largo de la vendimia.

En una estructura aledaña aguardan al mosto los depósitos para terminar su transformación en vino de Oporto. Allí los hay con forma de huevo, depósitos de hormigón donde van los vinos cuyos racimos de uva se despalillan, de acero inoxidable, prensas de champán y, por supuesto, aguardiente vínico para detener la fermentación. Aguardiente de 77 grados que traen de Francia y que al catarse es un verdadero corrientazo eléctrico de calor. Y en un nivel más abajo, enormes toneles de madera a donde irán a pulirse los Vintage por poco más de dos años antes de terminar en botella.

Para Ramos Pinto el aguardiente vínico es un elemento angular en la ecuación del Oporto. Tiene que ser un aguardiente que se entienda bien con el vino, y en esta casa ellos tienen identificados los que mejor van a qué estilo de Oporto, empleando varios a la medida de cada estilo según el estilo que a cada uno le haya definido la casa. Aunque el proveedor es francés, los aguardientes que suministra pueden tener diversos orígenes para encajar en cada una de las recetas del vino.

La temprana actividad en bodega es incesante, aunque sin tensión, mientras se remontan depósitos, se trasvasa vino y Agostinho Macedo, bodeguero y encargado de viñas desde 1983, dirige la orquesta de bodega en vendimia. Porque de la del vino hace ya algunos años tomó la batuta Ana Rosas, una de las descendientes de Adriano, y quien relevó a João Nicolau de Almeida en la dirección enológica de Ramos Pinto.

Es imposible entender a Ramos Pinto sin João Nicolau de Almeida o José Ramos Pinto Rosas, padre del actual director general, Jorge, a su vez primo de Ana. El Douro es un verdadero laberinto de familias de vino, una telaraña de parentescos que ensambla historias como microvinificaciones y la casa de Ramos Pinto no es excepción a esa regla.

Tío y sobrino, José y João fueron el tándem mágico que ayudó a transformar, no solo a Ramos Pinto, sino al Douro en su amplitud. Vinculado a la empresa desde 1938, Ramos Pinto Rosas dedicó su vida a la viticultura regional y a la búsqueda de soluciones para mejorar la calidad y rentabilidad de su producción. Hasta la casa Ramos Pinto trajo a Nicolau de Almeida, con quien realizó un estudio para escoger las cinco castas más apropiadas para la región del Douro e introdujo la mecanización de las viñas verticales, además de incluso lanzar un proyecto de vinos tranquilos para la bodega, uno de los pioneros del Douro.

De Cima Corgo a la tierra prometida

 

Al Douro Superior lo delimitan en parte los tonos del paisaje, por donde aparecen contrastes de verdes, del verde cotorra al verde olivo. Son precisamente los olivares, más presentes en esta subregión del amplio Douro, un emblema de la subregión donde hasta principios del siglo XX casi no hubo viña por culpa de una roca en medio del río que impedía el tránsito de rabelos que llevaban el vino hasta Gaia. Así que gracias a que la reina Dona María ordenara romper aquella roca, en el árido Douro Superior pudo emprenderse una actividad vinícola más activa, convirtiéndose, como subregión, en una especie de Nuevo Mundo del viejo Douro.

Jorge Rosas aprendió a conducir entre viñas y pocos caminos más retantes para diplomarse en la materia que la agreste ruta entre Muxagata y Ervamoira. Un camino escabroso, solitario, pizarroso, con reminiscencias a las rutas del rally Paris-Dakar que hacen retumbar los vehículos en movimiento y por el que aparece alguna esporádica estructura centenaria, decrépita, casi derruida, pero aún testimonio de los siglos de historia oculta de ese lugar.

Lo cierto es que aquellos senderos ni siquiera quedaban muy claro en aquellos mapas militares con que se guiaba su padre en la búsqueda del sitio idóneo para hacer aquel gran vino que intuía era capaz de elaborarse en el Douro Superior. Una idea que le obsesionaba y por la que la infancia de Jorge estuvo repleta de maratónicos viajes desde Oporto que tomaban hasta ocho horas de venida y ocho más de retorno, tan solo para que su padre pudiera seguir profundizando en el conocimiento de las uvas.

Un día de 1974 la suerte quiso que diera con Ervamoira, una finca que cristalizaba aquella visión para las viñas de aquel gran vino, una tierra prometida que tuvo la suerte de que una familia le vendiera cuando la Revolución de los Claveles hizo que mucha gente decidiera desprenderse de sus tierras por miedo a su confiscación. Era el terreno poco accidentado y apto para mecanización que buscaba, anticipando la escasez y el alto costo de la mano de obra que ya comenzaba a percibirse en el Douro.

La Quinta de Ervamoira ubica en Vila Nova de Foz Côa y la margen izquierda del río Côa, a no demasiada distancia de la frontera española. Un paisaje de hondonadas, lleno de matices difuminados como una acuarela. Verde más oscuro, azul claro que se funde en el cielo, azul oscuro de sus suelos pizarrosos, sombras como grisáceas y racimos aún sin vendimiar y hasta una especie de pirámide de terreno en el mismo medio de la Quinta. Enorme extensión de tierra muy árida que el padre de Jorge y Nicolau de Almeida convirtieron en un verdadero espacio de experimentación, tanto de variedades de uva, como de métodos de plantación.

En plena vendimia Ervamoira es como una olla verde, con olivos que se enfrentan cara a cara con las viñas. Un retrato de placidez y belleza en la inmensidad de su silencio y dimensión.

Originalmente designada Quinta de Santa María, como la capilla que allí existía para el culto de esta devoción, al adquirirla en 1974 los Ramos Pinto la rebautizaron Ervamoira, como el título de la novela cuya acción la escritora francesa Suzanne Chantal situó en parte del Douro y esta Quinta.

Pero la verdadera novela de Ervamoira se dio cuando el gobierno portugués quiso hacer una macro represa que habría sumergido a la Quinta bajo las aguas, algo de la que la salvaron unos vestigios paleolíticos que, siendo patrimonio de la humanidad, impidieron que los planes del gobierno se concretaran asegurando la continuidad de Ervamoira como viña para grandes vinos.

Ramos Pinto Rosas y Nicolau de Almeida convirtieron así a Ervamoira en una quinta modelo para todo el Douro y a Ramos Pinto en una empresa líder y pionera. Al estrenarse la década del 1980 completaron un estudio científico de unas 70 variedades de uva del Douro para determinar cuáles eran las más apropiadas para la región. Así concluyeron que la touriga nacional, la touriga frança, la tinta roriz (aragonês), la tinta barroca y la tinto cão eran las variedades más afines al Douro, especialmente para la elaboración de vinos de Oporto, que requieren de autenticidad. Unos hallazgos que compartieron generosamente con la industria por entender que así tendrá un impacto con mayor repercusión en el sector y que contribuyeron a que las viñas empezaran a plantarse por variedad, en lugar de con field blends como era la usanza antigua.

A semejanza de la DOCa Rioja, la DOC Douro está dividida en tres partes   ---Baixo Corgo, Cima Corgo y Douro Superior---, cada una de las cuales demarca un Douro distinto. Aunque, de momento, aún no se subdivide formalmente, algunos bodegueros como Jorge Rosas piensan que tarde o temprano, será inevitable abordar la fragmentación de la región a la hora de elaborar.

No fue ése el único estudio pionero de viña que realizó esta casa de vinos, que también completó una pesquisa para seleccionar los portainjertos más adecuados a castas específicas de uva.

Pero las innovaciones no se quedaron ahí. Tras comprobar que la erosión del terreno en Ervamoira no favorecía la conducción de viña en patamares, Ramos Pinto se hizo pionera en la plantación de parcelas en viña vertical, obteniendo mayor densidad de producción por hectárea aunque menor rendimiento por cepa. Lo seco del clima en el Douro Superior llevó también a Ramos Pinto a realizar un estudio sobre el riego de uvas en el Douro Superior, lo que permitió que se autorizara el riego en esa subregión del Douro.

Todo esto permitió mejorar la producción, repartida en unas 250 hectáreas en las cuatro quintas que posee la bodega, distribuidas en un 20% variedades blancas y 80% tintas. La Quinta do Bom Retiro se enfoca en la elaboración de vinos de Oporto y solo procesa uvas tintas. En contrapeso, Bons Ares, con suelos de granito, alberga el centro de producción de vinos de mesa y los tan de moda Oportos blancos, y en ella sí se trabaja tanto con variedades blancas como con tintas, de la región e internacionales.

El maná del Douro

 

Ramos Pinto tiene un férreo compromiso con la cultura y si en Vila Nova de Gaia la preserva la cultura con una bodega-museo-archivo histórico que congela el tiempo con la recreación de la oficina de la empresa en sus primeras décadas, en el Douro Superior esa apuesta por la cultura tiene a Ervamoira como su destino predilecto. Es en ese territorio patrimonial donde ubica un pequeño museo que recorre la historia ancestral y más contemporánea de la Quinta, transitando por etapas una historia de siglos.

Jorge Rosas ejerce de guía de ese museo, identificado con una cruz blanca de cuarzo, a semejanza de la cruz que marca la insignia de la casa, de la que se convierte en perfecto anfitrión en la inmensidad de Ervamoira. Admirándola desde su terraza se rompe el silencio con chin chines de copas intercaladas con manjares del Douro Superior. La mesa puesta es un bodegón del más auténtico sabor regional, con adictivas almendras tostadas, pasta de aceitunas, quesos regionales y, por supuesto, los vinos y Oportos de Ramos Pinto.

El espíritu del fundador se sienta a la mesa con copas del cada vez más en boga Oporto blanco que llevan el nombre de Adriano para relatar anécdotas de la historia del grupo. Como cuando la mujer de Nicolau de Almeida bautizó los vinos de mesa que la bodega empezó a elaborar en la década del 1990 con el nombre de Duas Quintas, ensamblando en una misma botella el fruto de las viñas de Ervamoira y Bons Ares. Se estableció así una nueva era en el Douro de la que los Ramos Pinto fueron uno de los pioneros.

Los dominios de la Quinta dos Bons Ares los rige la tutela enológica de la española Teresa Ameztoi, complementando el toque femenino de Ana Rosas en la parte fortificada. Con el nombre de esa Quinta se elaboran blancos y tintos con etiqueta Bons Ares, vinos que ensamblan variedades tradicionales durienses con otras internacionales y por ello se comercializan como Vinos Regionales Durienses.

No con los Bons Ares, sino con los Duas Quintas, se brinda en la mesa, ubicada en un espacio abierto donde reina el espíritu de conversación, mientras se admira la inmensidad del paisaje y se degusta el sabor de la tierra más próxima y sus frutos de temporada, los tomates corazón de buey, las uvas, los higos suculentos, las bayas más jugosas, todo un símil afrutado de los aromas que se hallarán en los vinos.

Una de las tendencias actuales en el consumo de los vinos de Oporto es beber los Tawny un poco fríos.

Tras la sobremesa, se divisa Bons Ares en ruta a Bom Retiro, un paisaje que va adquiriendo pendiente a medida que se aproxima Pinhão. La cita casi de atardcer es alrededor de la piscina, la más antigua del Douro, refrescando el calor con burbujas de champán francés. Porque en 1990, los Ramos Pinto dejaron de ser un proyecto familiar al acordar vender la empresa a Champagne Louis Roederer, que les ha permitido mantener el espíritu familiar amén de cierta independencia, lo que permite que Jorge sea su administrador.

El champán es el preludio a una experiencia con minucia de algunos de los vinos de Oporto más sobresalientes de la casa. Una amplia colección que va de lo más desenfadado ---vinos con estilo Ramos Pinto para el consumidor actual u Oportos lágrima más dulces---, a lo más exquisitamente raro y sofisticado, pasando por Vintage, LBV, y tawnies de añada.

La cata se prolonga en una cena a la luz de las velas, rememorando el romanticismo de antaño y las vendimias en que se hicieron los vinos que acompañan, todos con DOC Douro o DOC Porto. La de 2018, complicada, mucha uva perdida por los avatares del tiempo, una cosecha reducida en volumen.

Rosas cambia del inglés al portugués, del portugués al francés, delatando su formación enológica en un preludio a la degustación. Como otros de las dinastías fortificadas, él fue un bebé al que se le dio su cucharada de vino de Oporto. Pero en contraste con ese rigor tradicional, representa la primera generación que lleva la viticultura con conocimiento científico, al que su padre aportó mucho. Además de éste conocimiento le heredó una quinta en el Douro Superior, Touriga Chá, donde elabora tintos que pretenden ser puros aunque una de las cosas que le gustaría es hacer trascender a Ramos Pinto elaborando un vino de Madeira.

Madera es precisamente uno de los objetos de estudio de esta casa   ---la primera en introducir los herbicidas y la primera en eliminarlos---, pretendiendo hallar las mejores opciones de madera para lograr un perfecto matrimonio entre vino y madera, tipo, dimensión y origen.

De momento, Ramos Pinto produce más de un millón anual de botellas, siendo quizás la casa de vino con mayor porcentaje de viña propia en la botella en el Douro. Ana Rosas, responsable por los vinos de Oporto, tras dos décadas observando se convirtió en master blender tras el retiro de Nicolau de Almeida, y ahora imparte a los vinos de Ramos Pinto una impronta de mayor precisión, mayor delicadeza y una evolución mucho más ralentizada.

Además de sus botellas, la casa es célebre por su magnífica colección de afiches publicitarios, toda una afirmación de la vocación rompedora de la bodega, de su capacidad de inspirarse en el pasado para construir el futuro, y, sobre todo, de su habilidad de entender al consumidor adecuando su oferta a los signos de los tiempos para convertirla en un retrato de ellos verdaderamente atemporal.

Los Duas Quintas de mesa

 

Ninguno de los talentos publicitarios y estratégicos de Adriano Ramos Pinto habló tan claro como sus vinos en copa. En la década del 1980, la bodega plantó uva que en 1990 fue parte de la primera vendimia para vinos tranquilos de mesa. Una vez más el DNA de pionera hizo que Ramos Pinto diera un paso al frente, convirtiéndose en una de las primeras bodegas en elaborar vinos tranquilos en la región, cuando el cambio de regulaciones en el Douro hizo posible que estos comenzaran a potenciarse como categoría en la década de 1990. Ese año nació el primer Duas Quintas Tinto, al cual seguiría en 1992 Duas Quintas Branco, uno de los primeros vinos blancos de mesa del Douro.

De esta etiqueta que ensambla uvas forjadas en los suelos de esquisto a baja altitud de la Quinta de Ervamoira con las de los suelos graníticos y a mayor altitud de la Quinta dos Bons Ares, la bodega elabora tres etiquetas: Duas Quintas Clássico en tinto y blanco, Duas Quintas Reserva en tinto y blanco que escoge las mejores uvas de ambas fincas para una vinificación por variedad y parcela; y un Reserva Especial, que busca recrear los vinos ancestrales del Douro, cuando aún no se fortificaban, con técnicas modernas.

Dos versiones blancas de una misma añada, la de 2017, el Duas Quintas Blanco mezcla variedades arinto, viosionho y rabigato, es pálido de color y destaca por sus aromas a humo, melón, piedra mojada que luego van tornándose muy florales a rosas, para llegar a una boca con buen volumen y buena acidez. El vino fermenta en depósitos de acero inoxidable, salvo un 10% que lo hace en barricas de roble francés y austríaco de diversos tamaños. Fresco y delicioso, su Duas Quintas Reserva trasciende por su delicadez y elegancia, donde aparecen aromas anisados, florales y a jengibre, que anticipan una boca fina. El vino, que puede emplear otras variedades, fermenta en acero inoxidable y una cuarta parte en madera, donde luego se envejece por 9 meses con crianza en lías.

Mezcla de variedades, el Duas Quintas Tinto 2015 es pulido aunque más concentrado y destaca por su abundante fruta y notas más maduras y dulces, con aromas a toffee, violeta, tostados y especiados y una boca pulida y salina. La touriga nacional de Ervamoira domina en el Duas Quintas Reserva 2015, más complejo, equilibrado y maduro, con tonos especiados a pimienta y fino tostado porque la filosofía de Ramos Pinto es que la madera no sobresalga en el vino.

No obstante, donde los Duas Quintas muestran su verdadera grandeza es en sus expresiones más longevas, Reservas de la década del 1990, aún llenos de vida y gritando con voz alta su indiscutible origen del gran Duero. El Duas Quintas Reserva 1997 es un dechado de elegancia, con una fruta firme que evoca arándanos, en convivencia con aromas a frutos secos, en un vino super pulido en boca y aún con buena acidez.

Maravilla aún más el Duas Quintas Reserva 1999, una verdadera joya aún con recorrido por delante. Este es un vino, amén de delicioso, verderamente emocionante. Aún de intenso color violáceo con ribetes color chocolate, este tinto duriense sorprende, además de por su alta capa, por su viveza y sorprendente juventud en boca para sus casi 20 años.

Ensamblaje de 2/3 touriga nacional y un restante tinta barroca, en su compleja nariz se revela muy floral y mineral con diáfanos recuerdos a lavanda, violeta y grafito, seguidos de matices a fruta oscura con reminiscencias a ciruela en almíbar y frambuesa madura, regaliz, sotobosque, tonos torrefactos a cascarilla de café, un punto de sirope de chocolate, toffee, almendra y hasta una pizca de tufo de reducción que desembocan en los matices tostados de la barrica.

En boca es fresco, con buena acidez, taninos aún presentes, y una inconfundible sensación terrosa con tonos de hierro que le añaden a su complejidad, especialmente cuando se toma en cuenta que apenas tiene un 12% de alcohol por volumen. Un vino memorable, inolvidable.

Además de esta etiqueta y los de Bons Ares, Ramos Pinto tiene una colección de vinos de mesa creada en homenaje al fundador de la casa.

Los Ramos Pinto fortificados

 

La fortificación de vinos en el Douro es un asunto de tiempo recobrado que cobró más bien empuje en el siglo XIX, ya que antes a los vinos no se les añadía aguardiente vínico y cuando hablaban de “vintage” se refería más bien a las características de la añada que al estilo de vino que se conoce hoy.

Dentro de toda esa evolución, los Ramos Pinto se atribuye la creación de los Late Bottled Vintage (LBV), o al menos la evidencia del más antiguo de esta categoría, ya que el LBV primero de este estilo que aparece registrado en el Instituto del Vino de Douro y Oporto data del 1927 y pertenece a la casa Ramos Pinto.

Un signo de distinción de los Oportos de la casa es que sus vintage tienden a ser más secos que los de otras. Además algunos les atribuyen un identificable aroma a jara.

Adriano Porto White Reserva: fresco, con matices a naranja y un excelente equilibrio entre acidez y dulzor, este Oporto blanco frío es el perfecto vino de aperitivo.

1884 Ramos Pinto Porto Branco:  un vino con una nariz tan intrigante como fascinante y singular, que se embotelló con 40 años en 1926, con lo que ha tenido un prolongadísimo envejecimento en botella. A pesar de su edad, si por algo destacó este Oporto fue por su frescura, que fue un marco para una caja aromática de la que iban saliendo matices inéditos en un vino de Oporto muy viejo. En especial de unos distintivos puntos ahumados y a aldehídos, que se sumaron a las notas cítricas a naranja y al vinagrinho que caracterizó a este supremo vino de Oporto con mucha redondez, un retrogusto almendrado y una compleja elegancia.

Ramos Pinto Collector Reserva: un ruby de entrada que se comercializa con unos 4 a 5 años y que resalta por su frescura y matices afrutados. Aromas de jugosa frambuesa y ciruela, abundantes recuerdos a sotobosque, regaliz, mejorana y nuez moscada anteceden a una boca pulida, con un fin sutil que remarca las notas especiadas y a tostado intenso. Sus uvas procedieron primordialmente de las partes más altas de la Quinta do Bom Retiro.

Ramos Pinto Unfiltered LBV 2013: los LBV se concibieron como vinos para la exportación, y precisamente la buena presencia de Ramos Pinto en el mercado brasileño fue la fuerza motriz para crear los LBV. Ramos Pinto no filtra los LBV, que en esta añada se destaca por sus notas mentoladas y balsámicas a laurel en convivencia con las especiadas a mejorana. En boca tiene un cuerpo más ligero, con taninos algo más firmes y una gran persistencia, que sazona un especiado final que augura un buen potencial de guarda.

Ramos Pinto Vintage Port 2015: la cosecha 2014/15 perteneció a un año más seco, con picos de calor que aceleraron la maduración, lo que se compensó con la amplitud térmica. Fue un año sobresaliente para Ramos Pinto, que declaró en los suyos Vintage, aunque se abstuvo de hacerlo en 2016 como la mayor parte de las bodegas de Oporto. Este Vintage 2015 es muy mentolado, con aromas a sotobosque, regaliz, eucalipto, enebro, pimienta, abundante fruta oscura y azul a blueberries, matices a lavanda, jara y chocolate amargo. Un vino con gran frescor y gran finura, que entra suave en el paladar pero no es excesivamente reverberante.

Ramos Pinto Vintage Port Vintage 1997: un Vintage de mayor madurez, como aromas más aciruelados y a fruta más madura, jara, tabaco, notas tostadas y sirope de chocolate. En boca destacaron sus matices a chocolate oscuro y retrogusto a almendra, en un pase por el paladar envolvente y complejo.

Ramos Pinto Vintage Port 1983: un vino de impresionante frescura, casi más próximo a un tinto corpulento con tonos delicados de crianza.

Ramos Pinto Vintage Port 1982: casi un perfume con frutas, donde domina el chocolate negro en nariz y recuerdos a cereza en licor cubierta de chocolate, en convivencia con tonos florales a jara, anisados, abundantes balsámicos, especias, toffees, frutas azules y de gran madurez. En boca persisten los tonos a extracto de chocolate con frutas, terminando en un retrogusto amargo. Recuerda una especie de chocolate con cereza hecho líquido, que es redondo, aterciopelado y delicado. Sin un final en extremo prolongado, permanece fino en la lengua donde se muestra con más elegancia que profundidad.

Ramos Pinto 10 yr. Tawny Port: recuerdos a pasas, almendras, abundantes higos, café espresso, toffee, flores, caramelo, crème brûlée anuncian en nariz a este vino que en boca replica notas a abundantes almendra e higos, con un final especiado y torrefacto a café y chocolate.

Ramos Pinto Quinta da Ervamoira 10 yr. Tawny Port Single Quinta: un tawny ambarino mucho más complejo con recuerdos aromáticos a pasas, higo, almendras, perfume de limón, toffee y frutos secos, en un vino salino, con una boca muy delicada que avanza por el paladar con tonos a nuez y especias hasta su final profundo y seco.

Ramos Pinto Bom Retiro 20 yr. Tawny: otro single quinta de color ámbar intenso en el que abundan los matices a toffee, naranja y vinagrinho, con una boca que se percibe más especiada, menos fresca, pero una senación más envolvente y fina.

Ramos Pinto 30 yr. Tawny Port: un Oporto que ensambla vinos de Ervamoira y Bom Retiro. Más fino en nariz, destaca por sus notas ahumadas y a naranja, con una boca mucho más delicada y elegante, con un retrogusto más fino y especiado y un final de almendra amarga.

 

9 de noviembre de 2018. Todos los derechos reservados ©

 

Viajes & Vinos y Divinidades agradecen a la Asociación de Empresas de Vino de Oporto y al Instituto de Vinos de Douro y Oporto su invitación a participar en el programa oficial para conmemorar el Día Internacional del Oporto 2018 y la proclamación de los Vintage 2016, del que hizo parte esta visita.

Otras historias relacionadas: Regata Día del Oporto 2018. Proclamación de los Vintage 2016.

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Rosa Maria Gonzalez Lamas. Foto: Viajes & Vinos (C). Carteles: Ramos Pinto (C)